Desde dentro: El Diablo viste de Parka

Una visión sobre la moda, el destino y las parkas. 1ª Parte.

Antiguamente en Grecia y más tarde en el Imperio Romano se creía en seres antropomórficos con facultades divinas que se encontraban más allá de lo natural y a través de mitos o leyendas se contaban historias que explicaban su influencia en la vida terrenal. Las Parcas eran las deidades que deciden el destino de cada persona: una de ellas fabrica el hilo de la vida, la segunda lo teje y la tercera lo corta. Simbolizan el nacimiento, la existencia y la muerte.

Blair Waldorf

Blair Waldorf

Si hablamos de moda, seguro que os suenan términos como trendsetters, esas personas que deciden, que establecen, qué se va a llevar y cómo (para más información mirar Lookbook, Tumblr o Instagram). Anna Wintour, directora de la revista Vogue, en el que se basó el personaje de Miranda Priestly en El diablo viste de Prada o el personaje Brüno interpretado por Sacha Baron Cohen, son ejemplos que vienen como anillo al dedo para ilustrar el poder de decidir qué sigue y qué se esfuma, qué vive o qué muere.

Quizás sean cosas mías, pero en los últimos años hay algo que me ha llamado especialmente la atención en Tenerife: la situación de peligro de extinción de las tribus urbanas. Hace años solía salir a la calle y distinguir claramente a varios grupos de adolescentes por su estética y las zonas en las que se movían. Algunos sitios eran muy populares como el Castillo Negro, el Kaka o el Meridiano, bautizado por algunos  como la Kinkizone. Particularmente esta misteriosa desaparición parece que ha coincidido temporalmente con la moda actual. Sería una falacia decir que hoy en día todo el mundo viste igual, no sólo por caer en el sempiterno cliché de lo de antes era mejor al más puro estilo de Medianoche en París de Woody Allen, asumiendo según este criterio temporal que antes la gente vestía de manera más diversa y mejor, cuando tampoco es cierto esto. Lo que sí debo decir es que es curiosa la amalgama ecléctica de tendencias que encontramos en las calles y los escaparates, donde se funden rapados militares de la Segunda Guerra Mundial, coletas de torero/samurái, indumentaria de running, parkas militares (DEMASIADAS) y barbas cavernícolas. Todo esto en talla oversize, es decir, XL, como recién salidos del  Bronx. El look que lleva un niño de 13 años es algo que hace cinco años le verías a algún bloggero famous de Tumblr.

Todxs somos urban goth

Todxs somos urban goth.

Recordemos los flequillos, las dilataciones, los pantalones pitillos; cuando dejaron de ser algo contracultural y se volvieron mainstream. Cuando aquellos que se reían de los que llevaban estos elementos gradualmente los incorporaron a su propia identidad. En las tribus urbanas un poser es aquel que hace cosas que los demás del grupo hacen como actividades de ocio, vestir de una manera, usar sus expresiones, llevar cierto corte de pelo; no porque esto realmente le guste sino como un medio para encajar y ser aceptado. Esto me recuerda a un fenómeno de la naturaleza.

Por si alguien no la conoce, la historia del cuco es la siguiente: la madre deposita un huevo en el nido de otra ave, aprovechando la ausencia de sus dueños, que no destacará ya que se mimetizan estéticamente a la perfección. Cuando salen del huevo, los polluelos sistemáticamente eliminarán los demás huevos empujándolos fuera del nido. Dentro de las tribus urbanas un poser es casi siempre evitado, ya que hace que la parafernalia de la cultura del grupo pierda su significado especial y exclusivo, aquello que lo caracteriza y diferencia de los demás.

Entonces, ¿qué ha pasado? ¿Se ha incrementado el número de posers hasta formar un nuevo grupo, una nueva tribu swagger o más bien la industria de la moda ha adoptado elementos transgresores y los ha erotizado, transformado en algo más digerible, ligerito y comercial para ponerlos en una bandeja de plata a las grandes masas y venderlo como la novedad?

El opio del pueblo.

El opio del pueblo.

Citando a la filósofa norteamericana Judith Butler en su libro El género en disputa:

 “Las prácticas subversivas corren siempre el riesgo de convertirse en clichés adormecedores a base de repetirlas y, sobre todo, al repetirlas en una cultura en la que todo se considera mercancía, y en la que la subversión tiene un valor de mercado.”.

 Dicho esto, modificaciones corporales como los tatuajes, las dilataciones o el piercing del septum; han tenido una normalización cultural pero, ¿se debe a una mentalidad más abierta respecto a la utilización plástica y estética del cuerpo? No. Un piercing no normativo en el puente de la nariz entre las cejas seguiría causando miradas extrañas entre los neófitos del piercing. ¿El uso de camisas más largas que recuerden a faldas femeninas, o incluso el uso de faldas femeninas, en el mundo de la moda masculina suponen la guillotina al heteropatriarcado y la costura en la brecha social de los roles de género?

Continuará.

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