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Videojuego no apto para menores de 18 años, vía Código PEGI. “¿Y quién te ha dicho a ti (pausa reglamentaria de enlentecimiento cerebral a causa del alcoholismo), que quiero que juegues por mí?”, diría cierto Expresidente del Gobierno de cierto país de por ahí. ¿Es la violencia y la hipersexualización solo apta para mayores de 18 años? ¿Debe postrarse un videojuego ante estas premisas?
No voy a perder tiempo hablando de discursos demagógicos baratos sobre educación, valores ni alienación, y mucho menos de “niñorraterío”. Ni a desarrollar esa maldita historia del niño que se presentó en el colegio con una escopeta que le trajo un perro en la boca mientras su padre cortaba hachís en la taza del inodoro. Solo diré que “Olé”, ese juego es muy violento, pero menuda hazaña por el trajeado de luces.
La sociedad es violenta y sexual, los humanos son violentos y sexuales, y yo soy violento y sexual. La ética, la moral y la humanización rompen al animal humano y crean un estereotipo social adaptado a una cultura, a un espacio y a un tiempo. Ante un debate (y solo bajo estas condiciones) donde el término medio y la “justa medida” es la respuesta, yo siempre opto y optaré por un extremo. Y en este caso, tras mucho meditarlo, opto por estar en contra de la absurda idea de que un videojuego nos puede hacer asesinos y que nos roba la infancia.
Al fin y al cabo, no deja de ser una recomendación y no una prohibición, pero ¿a qué se le teme? ¿Es tanta la influencia que puede crear un videojuego sobre un niño por el simple hecho de que la decisión de disparar dependa de pulsar un botón? ¿Y si realmente fuese más bien una vía de escape y desahogo?
En cuanto al sexo, no es que la sociedad actual esté siendo bombardeada con él, es que poco a poco va acabando la represión mediática y política y se reestablece el equilibrio sexual. A nadie le asustaban unos pechos en la época del destape, sin embargo, ahora queda vulgar y es tachado de hipersexualización. La “teta antisistema” se extiende entre los medios, y los videojuegos no escapan a su avance. ¿Cuándo acabarán los dichosos tabúes?
Todo depende del equilibrio emocional. Y esto es algo a lo que yo personalmente le dedico mucho tiempo pensando. ¿Sabéis que vuestros sentimientos direccionan vuestro momento, vuestro día y vuestra vida? Una persona a la que se le enseñe a manejarlos y aprovecharlos no tendrá “problemas PEGI”.
Y así concluye la reflexión, con la “política de la no prohibición”. El corderismo que se inculca desde arriba nos limita la forma de pensar y de actuar, en consecuencia. ¿Sería necesario un código de edades en los videojuegos si todos tuviésemos libertad de pensamiento plena? ¿Puede un niño inmaduro actuar como una persona madura? Y un adulto maduro, ¿puede tomar buenas decisiones bajo la protección de la ley, la ética, la moral y su madurez? Juguemos, pensemos, y juzguemos.