El rincón del historiador del arte: Frida Kahlo, relidad y ficción.

Por María González Castillo

Una posibilidad entre miles. Según la casuística, esas eran las probabilidades que existían para que muchos de nosotros nos decantásemos por la Historia del Arte. En algunos casos por descarte, en otras “por probar” y en una pequeñísima proporción, por vocación. Pero allí estábamos, con inquietudes, con ganas -que fueron mermando con el paso de los años-, con una curiosidad característica de todos aquellos que quieren dedicarse a esta profesión. Y nos fuimos desengañando, colocando lentamente barreras a nuestra imaginación. Nuestra realidad pasó a convertirse en la ficción que otra persona había creado, en las pinturas, esculturas, mosaicos y fotografías que iban invadiendo nuestro día a día.

Autorretrato como Tehuana o Diego en mi pensamiento (1943).

Autorretrato como Tehuana o Diego en mi pensamiento (1943).

Nunca pinto sueños o pesadillas. Pinto mi propia realidad.“. Con esta frase, tan tajante, Frida Kahlo deja clara su posición al hecho de formar parte del grupo surrealista. Ella, que no necesitaba pies porque tenía alas para volar. Ella, que sabía perfectamente que amurallar el sufrimiento es arriesgarte a que te devore desde dentro. Es la representación más vívida de que una ficción como es su obra, se puede convertir en memoria. Memoria colectiva. Memoria de lo propio y de lo ajeno, porque si te paras a reflexionar todos la reconocemos. Reconocemos sus cejas, su bigote, sus collares y tocados de flores. Sabemos reconocer, también, los monos y la flora silvestre y exótica que la acompañan en sus lienzos, símbolo de identidad mexicana tan presente en su obra.

Henry Ford Hospital – La cama volando (1932).

Henry Ford Hospital – La cama volando (1932).

En 1932, tras haber sufrido varios abortos, pinta Henry Ford Hospital – La cama volando. Como bien afirmaría Diego Rivera, su compañero de vida, “es la primera vez en la historia del arte que una mujer ha expresado con franqueza absoluta, descarnada y tranquilamente feroz aquellos hechos generales y particulares que concierne exclusivamente a la mujer.”. En esta obra tan desgarradora, repleta de símbolos que hacen referencia a la mujer, a la feminidad y al embarazo, Frida Kahlo hace un ejercicio de autoconocimiento en el que se reafirma y, por consiguiente, reafirma a todas y cada una de las mujeres. Nos muestra, con crudeza, la complejidad que entraña serlo.

Lo que el agua me ha dado (1939).

Lo que el agua me ha dado (1939).

Su gusto por el arte popular mexicano de raíces indígenas es la columna vertebral de todo su discurso pictórico. Lo que el agua me ha dado, de 1939, ilustra de manera simbólica diferentes sucesos de la vida de Frida. Es un retrato sin cara de la artista, el agua es un espejo en el que se refleja, de manera muy poética, todo aquello que la conforma. Al fondo observamos sus pies, uno de ellos deforme a causa de una enfermedad que sufrió de joven; la bañera parece sucia, de tantos recuerdos que ha lavado; de un volcán -que bien podría representar México- emerge un insinuante rascacielos como símbolo de EE.UU.; un pájaro carpintero, flores de cactus, insectos, una cáscara de caracol rota, mientras la muerte observa; un hombre con máscara indígena que contempla el cuerpo desnudo de una mujer que yace muerta, con una hermosa cabellera negra. El vestido típico de Tehuacán –una vez más haciendo hincapié en su origen mexicano-, un retrato de sus padres que, inmóviles, esperan, mientras una hoja los mantiene separados; finalmente, dos mujeres: un amor prohibido absorbido por la esponja en la que flotan sus cuerpos. Sus muslos cierran la composición, cargan con las figuras representadas, con el peso de las imágenes, con el paso del tiempo.

Frida Kahlo escoge al lienzo como diario y en él nos regala una reproducción de su vida con un gran contenido iconográfico, histórico, simbólico, pero sobretodo, personal. Hace de su vida un enigma que todo historiador del arte deseará descifrar a medida que va avanzando en el conocimiento de su obra. Así es Frida: pura ficción, pura realidad.

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