Fotografía: Lola Paprocka, de la piel al hormigón
En la antigua capital de Yugoslavia, en el llamado Nuevo Belgrado, hayamos a una fotógrafa polaca que decidió perderse por sus “decadentes” calles, en su más bello y romántico significado, y retratar a través de su cámara, la brutalista realidad existente, una ciudad modernista totalmente planificada desde cero.
Esta extraña ciudad europea, en un tiempo atrás, estaba formada por dos ciudades, pero tras la Segunda Guerra Mundial, el terreno pantanoso entre el Danubio y su afluente, el Sava, fue desinfectado y la zona de transición de Novi Beograd (Nuevo Belgrado) creció. Esto provocó que su vecino, Zemun, fuera captado por el nuevo gigante y que la ciudad que ahora conocemos como Belgrado tomara forma. Como tal, la ciudad se convirtió en la manifestación física y filosófica de la nueva república yugoslava: Una masa de tierra con lazos topográficos cuestionables, unidos por una agenda política “convincente”.
En la actualidad, 70 años después, Yugoslavia es historia. Memoria de un estado fallido, símbolo de la apropiación de tierras soviéticas de posguerra y un tema de confusión recordado por los supervivientes de guerras cada vez más olvidadas.
A través de la serie Blockovi, Lola Paprocka nos muestra los restos de todo aquel panorama, donde el brutalismo es el máximo exponente arquitectónico y se cuela en cada fotografía. A través de esta exploración, nos adentramos en las urbanizaciones comunistas de Nuevo Belgrado y la vida de las personas que lo llaman hogar.
Dicho trabajo surgió durante un caluroso mes de agosto del 2015, donde Paprocka y su amiga y curadora, Mima Bulj, nativa de Nuevo Belgrado, salieron a la calle con la firme intención de documentar la blokovi o “bloques” de la capital de Serbia.
“Hay una vida secreta en medio de las paredes de hormigón de estas estructuras posmodernas fuera de compás.”, explica Mima Bulj. “Es una vida llena de cultura y diversidad, donde cada residente tiene una historia propia.”
Una radiografía que deja patente la herencia de la historia en nuestras ciudades europeas, y que a través del hormigón nos narran el lado más epitelial de nuestra especie.
