La homosexualidad en el arte
En el arte poco, por no decir nada, es lo que se ha quedado sin representación. Como un parásito siempre se ha alimentado de lo que le rodeaba y la homosexualidad, cómo no, desde tiempos ya prehistóricos era un tema que no pudo escapar a sus fauces.
Esta temática podemos verla representada de forma clara y evidente en tiempos de mayor tolerancia y libertad, pero incluso en momentos históricos, donde por serlo te llevaban a la hoguera y te quemaban vivo, seguimos encontrando esta temática de manera sutil y disimulada. Y es que el afán obsesivo del artista (o ser humano) por representar las realidades de su contexto, llevando incluso esta acción a atentar contra su propia vida, es al fin y al cabo el motor y el sustento de la actividad creadora del arte.
Volviendo a los inicios, y tal como mencione con anterioridad, desde nuestro origen como seres “evolucionados” en la prehistoria encontramos escenas lésbicas y gays como las halladas en el abrigo rupestre de Laussel, en Dordoña, donde hace unos 27.000 años alguien talló en sus primigenias rocas a dos mujeres con las extremidades entrecruzadas como si de la famosa postura “La tijera” se tratara. Otro ejemplo de este periodo son las denominadas “Bailarinas” en la placa de Gonnersdorf, donde dos mujeres en actitud cariñosa se daban amor hace 12.000 años.
Continuando en el tiempo, y yéndonos hasta el Antiguo Egipto, (al 2.600 a.C) escenario donde las representaciones afectivas, en general son muy complicadas de encontrar, localizamos en la mastaba se Saqqara, más concretamente en la tumba de un altor cargo egipcio llamado Niankhkhnum, escenas referentes a su relación homosexual con su compañero Khunumhotep, donde aparecen los supuestos amantes abrazándose.
Ya en época helénica, por su propia mentalidad, las representaciones son claramente evidentes y obvias, y ya no solo en el campo plástico, si no en todas las vertientes sociales y culturales. Hasta dentro de su propia mitología la homosexualidad está muy presente y normativizada, como vemos por ejemplo, en el mito de Ganimedes, el amante de Zeus. También como dato curioso de esta etapa, es el hecho de que pocas son las referencias y representaciones de relaciones lésbicas, denominadas Tríbadas.
Con el Imperio Romano las cosas no cambiaron mucho, solo algunos prejuicios como el sexo homosexual entre dos hombres libres estaba mal visto, pero sí se podía con los esclavos. A pesar de esos primeros tabúes, las representaciones siguieron campando a sus anchas por todos los medios, como podemos observar en los frescos de algunas de las ciudades mejor conservadas de la antigua Roma, como la de Pompeya y Herculano, o en utensilios diarios como la famosa Copa Warren, donde se representa una penetración anal.
Con la caída del Imperio y la llegada de la Edad Media, Europa se sumió en un manto oscuro de retroceso en todos los sentidos, pues con la moralizante y retrograda presión cristiana las representaciones cayeron en picado; pero como dije con anterioridad, no cesaron del todo. Ejemplo de ello están los frescos de los ritos de la adelphopoiesis, que nos muestra a parejas homosexuales (Sergio y Baco o Felicitas y Perpetua) en una unión glorificada por Dios. Sí señores, toda una herejía.
Con la ilustración renacentista, y con la excusa de rescatar la mitología griega en sus representaciones artísticas, el imaginario homosexual vuelve al candelero a manos de grandes artistas reconocidos de la Historia del Arte, como la representación de “Apolo y Jacinto” de Annibal Caracci a finales del siglo XVI o la del cuadro “Dos jóvenes” de Crispín Van der Broeck, donde observamos a dos chicos abrazándose con un águila de fondo. Si manejamos la iconografía griega, es la representación de Zeus y un guiño al ya mencionado mito de Ganimedes, además para darle más énfasis, uno le entrega al otro una manzana, símbolo de la tentación y fruto prohibido.
Continuando dicha estela, en el barroco, grandes autores como el mismísimo Caravaggio, sacó de las calles a jóvenes muchachos de mercados y burdeles para sus representaciones, e incluso a su propio amante Mario Minniti en obras como “Los músicos” o el icono homosexual por antonomasia, “San Sebastián”.
Continuará.