La guerra del arte

Cuando falla la inspiración ¿Qué hacemos? El titánico escritor Franz Kafka dijo una vez: Un escritor que no escribe es un monstruo que invita a la locura.

La expresión individual, para todo aquel que se encuentra en la frontera del trabajo creativo, es tanto una necesidad como un medio para intentar mantener a raya el caos que se agita en sus mentes.

Para algunos es aquello que les permite pagar sus facturas y vivir en este  extraño mundo, para otros, una forma de terapia, una manera más de conllevar las responsabilidades y presiones del día a día,  la liberación que tanto desean en sus cubículos, trabajos o apartamentos tipo estudio.

Pero, ¿qué pasa cuando algo impide esa liberación? ¿Qué pasa cuando el medio a través del cual la individualidad, los deseos, los sueños y las ansiedades se ve obstruido?

Siempre he pensado que la expresión creativa, con su constante cambio y espontaneidad, puede llegar a sentirse como un campo de batalla donde los colores, las voces y las ideas estallan en el oscuro cielo como explosivos o fuegos artificiales, destruyendo cimientos e ideales y cambiando el terreno del imaginario humano a una velocidad y con una agresividad desconcertantes.

Recurro a esta imagen de violencia y liberación al pensar en lo que representa la ausencia de creatividad, la carencia de inspiración para aquellos que consideran el arte parte integral de sus vidas.

El ser humano crea para comunicarse, para contar historias, para llevar registros, para entablar conversaciones con todos o con nadie, o con quien se preste.  Lo hacemos y lo hemos hecho utilizando todos los medios posibles, con sangre en las rocas, cinceles en el mármol, tinta en el papel y bytes en los ordenadores; desde antes de la palabra escrita hasta la actualidad expresarnos siempre ha sido una necesidad, un impulso.

Cuando esto falla, cuando nada surge del arte: ¿Qué nos queda? Nos queda la ausencia de las cosas, el vacío verdadero, al que de verdad tememos todos y cada uno de los seres humanos, la ausencia de identidad.

Es por eso que pienso que el arte es una guerra constante contra la ausencia, como el frío es tan solo la ausencia del calor y la oscuridad es tan solo la ausencia de la luz. La ausencia de la creatividad para el artista es la ausencia de emociones e ideas, es decir, la ausencia de identidad y por lo tanto, la ausencia de humanidad.

En esta batalla eterna el escritor, el pintor, el ilustrador, el poeta, el cineasta, el fotógrafo y todos aquellos que transmutan su perspectiva del mundo en arte son parte del ejército conceptual que lucha contra la vacuidad dentro de sus propias vidas.

Cuando la batalla del arte se les hace imposible a los artistas,  este TEPT (Trastorno por Estrés Postraumático) creativo es conocido como bloqueo de escritor o síndrome de la página en blanco,  problema que ha afectado a grandes de la literatura como Fitzgerald o a caricaturistas famosos como Schulz. Puede ser causado por muchas cosas, ya sea la inexperiencia del creativo al toparse con una idea demasiado compleja para sus capacidades, o por cosas tan comunes como lo son las enfermedades mentales o las dificultades del día a día.

Al final, ¿qué hacemos cuando el torrente de ideas se detiene? Lo único que queda cuando nos encontramos atrapados en la trinchera de la expresión creativa es lanzarnos a la batalla, luchar contra el vacío, no el que encontramos en el fondo de las botellas o en los asientos de los autobuses en las madrugadas, si no el vacío que es  blanco como el relámpago y  trae consigo el silencio ahuecado que pide a gritos el sonido rasgado de una pluma sobre el papel, el flash de una cámara y el repiqueteo de unos tambores.

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