Speak to me

La arquitectura es diálogo. Es una conversación entre el espacio y el individuo. Es la representación de una ciudad, la legitimación de poderes fácticos e incluso un mero divertimento. Una broma, una escultura, una tarta.

Cuando se intenta razonar con un edificio se requieren cierto tipo de elementos para poder comenzar a hacerlo. Uno de ellos es la transparencia, otro es la fluidez. En el primer caso, a ella remite el material más básico de todos: el vidrio, el paso de luz interior o su insinuación exterior mediante una piel, por ejemplo. En el segundo caso, este se refiere a la capacidad adecuada de tránsito de una persona por los diferentes espacios que configuran la fábrica.

El equipamiento que por excelencia es la principal fuente de comunicación con una ciudad es el museo. Los centros de arte permiten conocer el pulso de un núcleo urbano y la preocupación que sus habitantes y dirigentes muestran por sus expresiones culturales propias y foráneas. A este respecto, España cuenta con una gran cantidad de estos contenedores, que permiten evaluar las capacidades de entablar una conversación con arquitecturas presentes en nuestro país.

Tomemos por ejemplo el caso de la Ampliación del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (2001-2005) ejecutada por Jean Nouvel y cuya plaza interior la aísla del resto de la ciudad. Esta queda flanqueada por tres grandes volúmenes que configuran las diferentes alas destinadas a los servicios, auditorio y salas de exposiciones del centro. Además de lo citado, la penumbra que se genera en este semi-interior no compone un espacio halagüeño y el tránsito queda obstaculizado por la enorme Brushtroke de Roy Lichtenstein, que lejos de remitir al mundo pop se erige como una amenazante mantis religiosa.

Ampliación del MNCARS, Jean Nouvel

Ampliación del MNCARS, Jean Nouvel.

 

Otro ejemplo es el Edificio Jerónimos del Museo del Prado (2007), ampliación encargada a Rafael Moneo. El navarro desvía el eje centralizado de la construcción decimonónica original para ejecutar una indeterminación espacial en forma de un atrio semicircular. Este gigantesco artefacto en lugar de dividirse por sí mismo en usos, como así ha de esperarse, presenta una serie de inconexiones para el visitante que le impiden orientarse debidamente. La fluidez se trunca y la transparencia se pierde en el fondo de la composición.

Edificio Jerónimos, Rafael Moneo

Edificio Jerónimos, Rafael Moneo.

Tuñón y Mansilla, por su parte, fueron adalides de un exquisito respeto por lo histórico. Su Museo de Zamora (1993-1996), se encaja en la planimetría de la ciudad histórica como si estuviera predestinado a ella ya que el edificio aparece escondido en el entorno de la plaza de Santa Lucía y la Cuesta de San Cipriano. El diálogo se perpetúa con la elección de los lucernarios en cubierta que recogen la luz que baña a todo lo circundante. Ello produce palabras quedas y susurradas, algo que queda refrendado por la decisión del equipo de situar un gran atrio interior de dos alturas que dota al centro de mayor espacio de reflexión, como destinado a una larga tertulia.

Vista del Museo de Zamora, T+M

Vista del Museo de Zamora, T+M.

Otro de los paradigmas de la consideración hacia lo circundante es el arquitecto portugués Álvaro Siza. El Centro Galego de Arte Contemporáneo (1988-1993) en Santiago de Compostela se enmarca en el entorno de un conjunto histórico barroco del s.XVII, el Convento de Santo Domingo. Siza elude hasta cierto punto el protagonismo de su propio edificio, dándole a la trama urbana circundante el papel de resaltarlo. El arquitecto opta por volúmenes bajos de granito de corte puro, respetando la altura del portal conventual. Ello, junto a la ordenación de los jardines aledaños, hace que la luz resbale suavemente por el conjunto concibiéndolo como un todo armonioso para sí y para el resto.

CGAC, Álvaro Siza

CGAC, Álvaro Siza.

Estos cuatro ejemplos pretenden ilustrar que es posible que una obra de arquitectura no pertenezca a la ciudad que habita al mitigarse su capacidad para dialogar con esta, y que por tanto cabría plantearse la utilidad del discurso que de ella emane ya que este no será claro para los depositarios que son, sin lugar a dudas los ciudadanos. En el caso contrario, construcciones respetuosas que plantean un territorio silencioso en el que las palabras y las discusiones pueden sucederse sin trabas. En este sentido, la dualidad fluidez/transparencia que aquí se plantea pretende resaltar por un lado, la capacidad física de vivir un edificio destinado a un gran grupo de personas y por otro; y ya que la vida sin comunicación carece de sentido, de intercambiar percepciones acerca de la realidad con él.

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