Arte espectáculo o el espectáculo del arte

Cuando el hashtag domine el mundo

Una bailarina de varios metros de altura colocando sus puntas con paciencia en el centro de Nueva York y unas manos de gigante que sujetan la fachada veneciana de un hotel son las propuestas artísticas que el pasado mes “reventaron” las redes sociales. Jeff Koons y Lorenzo Quinn continúan con la senda del arte espectáculo, este bien arraigado a un ya más que comenzado siglo XXI. Ambas obras expuestas en la vía pública lanzan un particular mensaje hacia la consciencia de diferentes problemas de la actualidad. Que dicha denuncia haya sido asumida por la comunidad está aún por ver.

Ya estamos acostumbrados a que el señor Koons monte el show allá por donde vaya, pues en ello sustenta su producción, además, no es la primera vez que la plaza del Rockefeller Center acoge alguna de sus ocurrencias. Para esta ocasión quiso convertir en inflable su Bailarina Sentada (2015) bajo el auspicio de la Art Production Fund y la casa de cosméticos Kiehl’s, pasando de ser una figurilla de porcelana a un globo sujeto al pavimento con forma de ejecutora de ballet que trata de afianzar su calzado antes de la representación. El motivo es la celebración del Mes de los Niños Desaparecidos y/o Explotados, por lo que se destinarán donaciones económicas a organizaciones que luchan contra tal lacra.

eff Koons, Bailarina Sentada, 2017. Nailon, 45 pies de altura. Instalada en el Rockefeller Center neoyorkino desde el 12 de mayo hasta el 2 de junio. Foto Koons Studio y APF. Fuente artnet.com

Jeff Koons, Bailarina Sentada, 2017. Nailon, 45 pies de altura. Instalada en el Rockefeller Center neoyorkino desde el 12 de mayo hasta el 2 de junio. Foto Koons Studio y APF. Fuente artnet.com

En el caso de Lorenzo Quinn la intencionalidad de la pieza −realizada en talleres españoles− es mucho más evidente. El mundo es conocedor del problema que arrastra la ciudad italiana de Venecia desde hace mucho tiempo, y como testigos están los miles de turistas que diariamente desfilan por la pasarela de madera instalada en la Plaza San Marcos, a fin de no empapar sus pies con cada crecida del canal. La urbe representada por el león alado se hunde, tanto por la fragilidad de su cimentación como por la subida de las aguas debido al calentamiento global. Que dos palmas humanas sobredimensionadas salgan del turbio líquido para sostener una arquitectura hace bastante obvia cuál es la preocupación de Quinn, y aún más si atendemos a su título: Support.

Esta monumentalidad egipciaca empleada por ambos artistas tiene un claro propósito: llamar la atención. Pero sospecho que este grito en el cielo ni siquiera ha alcanzado la troposfera, es decir, que se ha quedado en el lugar más próximo al emisor.

Lorenzo Quinn, Support, 2017. Bienal de Venecia, del 13 de mayo al 26 de noviembre. Fuente lorenzoquinn.com

Lorenzo Quinn, Support, 2017. Bienal de Venecia, del 13 de mayo al 26 de noviembre. Fuente lorenzoquinn.com

Una sociedad empecinada en el minuto de gloria que infunde el selfie (en la que, por supuesto, me incluyo) aporta mayor importancia a la captura del instante que al disfrute del globo ocular. Es una batalla campal, digital y mundial por el registro fotográfico de localizaciones de moda, demostrando al usuario cibernauta que hemos visto “eso” de lo que tanto se habla, sin pararse a pensar o reflexionar sobre lo que se tiene delante. Y de ello se aprovechan los artistas, jugando con nuestro afán psicopático para que sus creaciones den la vuelta al planeta lo más rápido posible y, por lo tanto, asegurarse el éxito.

Un éxito un tanto banal al que contribuyen los medios de comunicación, quienes recogen la noticia con titulares aún más rimbombantes que las propias obras. Algunos tan célebres como Artnet se limitan a acrecentar la bola, reflejando las circenses palabras de los orgullosos creadores sin apenas mencionar el trasfondo de las instalaciones, provocando el deseo enfermizo del público a acudir a Manhattan o a la Bienal veneciana para inmortalizar sus rostros con los bellos monstruos como fondo.

Existe el arte de la pura contemplación, cosa que aplaudo y consumo, pero su compatibilización con el arte que ejerce la crítica tiende a ser peligrosa, ya que el primero puede que termine por anular al segundo.

Dedicado a ti, Laura Sánchez Alonso.

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