Cannes 2017
Termina la 70º edición de Cannes, festival de cine por excelencia, dejándonos, como cada año, propuestas y preguntas sin resolver, que no dejan de ser aire estanco a movilizar en futuros próximos. Aquí está el recorrido de los puntos, para mí, a destacar, del festival.
El cartel
Todo comienza casi dos meses antes de su inauguración, en la presentación del polémico cartel, donde vemos a una joven Laura Cardinale en una de sus famosas tomas, algo más retocada de lo que el ojo está dispuesto a aceptar. Piernas y brazos adelgazados, sumado a una cintura vaciada, imponen un debería a un fue, un pasado a un presente, eclipsando lo que es aquí lo importante, es decir, el cine, y, al mismo tiempo, exponiendo un conflicto tantas veces repetido, tantas veces denunciado, sobre los límites del retoque –y más allá–, justo cuando eso de los límites es tan de hoy.
Si el cine es parte de la vida, y este asunto está en la vida, Cannes no es más que un espejo que necesariamente debe reflejarlo, aunque para la actriz italiana, imagen protagonista del desencuentro, no haya supuesto ningún problema.
Series
Este año, el septuagésimo festival abre sus puertas a las series exhibiendo los primeros episodios de, por un lado, la esperadísima tercera temporada de Twin Peaks, de David Lynch, y, por otro, de la segunda temporada de Top of the Lake, de Jane Campion.
Lynch para esta ocasión ha tenido total libertad creativa gracias a un reparto de intérpretes que, en tropel, y mediante un simpático vídeo, se posicionaron frente a la cadena Showtime manifestando que sólo si el realizador estadounidense tomaba las riendas del proyecto tendría sentido llevarlo a cabo. Al final el resultado ha debido de ser tan satisfactorio para el director y co-creador de la serie que ha asegurado que no volverá a hacer largometrajes.
Por su parte, el alcalde de Cannes, David Lisnard, anunció, a principios del mes de Abril, los detalles del primer certamen del festival Cannes Series que se celebrarán en la primavera de 2018.
Netflix vs Cine tradicional
Pedro Almodóvar es elegido presidente del jurado, convirtiéndose en el primer director español en ser la punta de lanza del festival. El realizador manchego inicia su andadura en las ruedas de prensa confesando la paradoja que para él supondría dar la Palma de Oro a una película que no se va a estrenar en salas de cine, en clara referencia a Netflix, la plataforma de video on demand que tiene dos películas en competición. Will Smith, otro de los miembros del jurado, responde a Almodóvar defendiendo la plataforma de pago, quizás impulsado por sus intereses profesionales –la plataforma está pendiente de estrenar Bright, un largometraje con él, entre otros, de protagonista–. Netflix, por su parte, sentencia que es mejor ver películas en la pantalla de televisión de tu casa que no verlas en absoluto.
El incidente desencadenante que da salida a todo este debate parte de la publicación por parte de los directores del certamen de una norma por la cual, a partir de la edición del 2018, no se podrán presentar a concurso ninguna película que no vaya a ser estrenadas en salas de cine.
Esta regla, de haberse dado a día de hoy, habría frenando la entrada de propuestas como Okja, del coreano Bong Joon-ho, realizador que aunque no se haya posicionado claramente en este asunto, sí que ha señalado lo cómodo que se ha encontrado trabajando para Netflix, debido al holgado presupuesto del que dispuso para hacer su última y aplaudida obra –dinero que quizás no habría sido tan fácil de conseguir por otros medios más tradicionales–.
En relación con esta película surcoreana, cabe señalar la polémica que surgió en su proyección durante el festival –recordemos que se trata de una película de Netflix mostrada en un sala de cine–. Durante la misma, y según afirmaron posteriormente los portavoces del festival, se dieron ciertos errores técnicos, que obligaron a recomenzar la proyección tras el visionado de los primeros minutos. Durante este tiempo hubo una mezcla de aplausos y abucheos entre los allí presentes. Aplausos, me figuro, porque no deja de ser curioso que si, como festival, defiendes los medios y espacios del cine tradicional, luego no seas capaz de proyectar una película en él. Una especie de castigo por la hibris manifestada.
Independientemente de la postura que uno mismo tome en este asunto, hay que destacar la cantidad de voces que se han movilizado dentro y fuera de la industria. Donde hay debate, hay posibilidad de avance.
Es en este punto donde la famosa máxima de McLuhan “el medio es el mensaje” resuena en mi cabeza. ¿Cuándo el cine deja de ser cine? ¿Es acaso menor lo que vemos hoy en día a través de plataformas como HBO o Netflix que lo que podemos disfrutar en una sala de cine al uso? Mientras se generan las respuestas, ese error técnico sufrido en la presentación de Okja –ni más ni menos que una proyección en un formato incorrecto, ya que la imagen fílmica excedía los límites de la pantalla a la que se dirigía–, no deja de ser una metáfora acerca del esfuerzo de adaptación que con estas nuevas propuestas tiene por delante la industria cinematográfica. La sociedad, como de costumbre, y mucho antes, parece haber resuelto el conflicto.
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