Gran Hermano Revolution
En el siglo XVIII Jeremy Bentham ideó una estructura carcelaria que permitía a los vigilantes, situados en una torre central, observar a todos los prisioneros recluidos en celdas alrededor de la torre sin que estos puedan saber si son observados. Ese estado permanente de ser conscientes de que podrían estar observándote haría que la obediencia se convirtiese en un proceso automático. Esta creación sería bautizada como Panóptico. En nuestros días, las tecnologías de información han desplazado a esa torre central; cámaras en cualquier parte, móviles conectados a internet y el uso masivo de redes sociales facilitan, hasta límites irrisorios, la instauración de conductas autoprogramadas que se ven producidas a modo de fotos de perfil, estados, instastories, videos en directo, etc. Es posible seguir la vida de las personas desde la palma de la mano.
Si hablamos de un reality show en el que veinte participantes conviven durante meses en una casa completamente aislada y con cámaras grabándoles las 24 horas del día seguramente os venga a la cabeza Gran Hermano. Fue el primer programa de telerrealidad en la historia de nuestro país, líder de audiencia en la mayoría de sus ediciones y además el reality con más ediciones de toda la historia. El nombre no es aleatorio, viene de la novela 1984 de George Orwell dond, en un futuro distópico, el Gran hermano es un sistema de control perfecto y omnipresente, muy vinculado al panóptico antes mencionado.
Tal es el éxito del programa, que empresas productoras de bienes de consumo pagan porque sus productos sean incorporados a la vestimenta de los participantes o como equipamiento de la Casa. Hasta el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires decidió publicitar una política de gobierno cultural regalando libros para que los participantes los leyeran.
No es el encierro en la casa lo que define al programa, sino el control que los telespectadores ejercen sobre los participantes. En el programa hay competitividad alimentada bien por llegar a ser finalista y ganar el premio de 300.000 euros o por diferentes pruebas en las que de ser superadas los participantes obtienen ciertos privilegios. Pero no olvidemos que el público es juez. La sensación de poder que se obtiene al votar y decidir la suerte de los concursantes proporciona un placer añadido. Los participantes no saben cómo serán interpretados sus comportamientos por los que les observan. Saber jugar a Gran Hermano consiste en interpretar los deseos, los juicios de valor y las expectativas de la audiencia y ganarse al público adoptando esas expectativas que recaen sobre ellos, que se verán traducidas en su conducta. De modo similar, la audiencia también debe interpretar y tomar decisiones sobre lo que observan. El sistema se retroalimenta constantemente, como un baile donde las consecuencias de las acciones de cada agente (participantes y espectadores) influye en su comportamiento y en el del otro constituyendo una auténtica red de relaciones sociales. Por tanto, queda invertida la lógica del viejo invento de Bentham. Hablamos ahora de un dispositivo Sinóptico, que permite que sean muchos los que vean y controlen lo que hacen unos pocos. Una de las novedades de la última edición “Gran Hermano Revolution” es la posibilidad de que alguien del público entre en la casa y pueda liberar a alguien que esté nominado.
Es interesante lo que resalta un estudio sociológico sobre el programa y –el fenómeno al que llama “Conflicto de interpretaciones”. En primer lugar merece considerarse que, a pesar de estar grabados en todo momento, cuando se emiten las galas del programa lo que se muestra es una selección de lo que el equipo directivo considera más relevante para ser mostrado. Esta selección de material audiovisual será presentada con música, narraciones, comentarios; dándole énfasis y la atmósfera que deseen transmitir. Otro aspecto a destacar es que dentro de la casa salen a la luz distintos estilos de vida, dilemas morales, estética, uso del cuerpo, modales y educación. Esto se ve potenciado por el hecho de que los concursantes vienen de diferentes lugares del país, lo que supone un choque entre la cultura y costumbres más urbanas con las más tradicionales o rurales. En definitiva, la relatividad y la subjetividad están servidas.
En la edición española, el proceso de selección de los concursantes parte de una muestra inicial de 10.000 personas que serán evaluadas por un equipo de seis psicólogos, de los cuales tres de ellos son clínicos para descartar personas que presenten alguna psicopatología o pueda desarrollarla por la estancia en la casa. Buscan personajes que den juego como la “oveja negra”, el “apaciguador”, el “líder”, el “seguidor” o el “crítico. Sobre el perfil del ganador, el equipo comenta que depende más del público. La persona que gana es aquella que logra ser el personaje ideal para los votantes, en la que consiguen ver identificadas sus emociones, pero también existe el voto por descarte, lo que hará que algunos concursantes traten de hacer poco ruido para que la gente no les odie.
No entiendo que nos puede aportar estos reality show, beneficios que pueden aportar, alguno, ninguno?
Muy buenas Alejandro. Si los reality shows existen es porque la gente los consume; y si la gente los consume es porque algo le aporta, ¿no?
Saludos y un placer reflexionar juntos.