Van Gogh está vivo
Si miras fijamente La noche estrellada parece que cada pincelada, sin quererlo, se deja caer por el lienzo como si quisiera huir. Las nubes son batidas por el viento y se funden con el cielo, pareciendo olas. Las hojas de los árboles se ondean como si desearan bailar y lo asombroso de su vitalidad recae en las sombras que dibujan sus trazos. Mientras tanto toda la ciudad duerme menos Van Gogh, acompañado por la luna.
Vincent consiguió dar movimiento a lo estático y con ello traer vida a un objeto muerto. Pero su mente no soportó la lentitud de un mundo que no entendía su arte, decidiendo irse en el año 1890. La paradoja recae en que, tan solo cinco años después, lo hermanos Lumièré presentarían el séptimo arte: el cinematógrafo, un artefacto que produjo el asombro de toda la población por igual, sin importar la edad, la nacionalidad o la clase social. Cuando el arte tiene la oportunidad nos asombra a todos por igual. La vida y la muerte de estos dos hechos casuales nos regalan un hijo en estos inicios del 2018.
Tras bastantes años más, una preocupación mayor por el arte y la prolongada evolución del cine llegamos a la actualidad. El Festival Internacional de Cine de Animación de Annecy de 2017 fue el lugar de estreno de nuestro film protagonista Loving Vincent. Sus 65.000 tomas son pinturas al óleo de distintos artistas, otorgándole el título de la primera película animada totalmente pintada.
Gracias a la dirección del matrimonio, tanto sentimental como artístico, Dorota Kobiela y Hugh Welchman, hoy Vincent vuelve a estar vivo. Lo que empezó siendo un proyecto de un humilde cortometraje para homenajear al artista se ha convertido en una de las producciones animadas más aclamadas en los últimos años. Este trabajo cautivó al instituto Polaco de Películas que financió el desarrollo del film. Pero también muchas personas filantrópicamente ayudaron anónimamente con micromecenazgo gracias a la plataforma de crowfunding Kickstarter, consiguiendo así realizar este sueño.
Lo más curioso es que no eligieron el camino fácil. Evitaron la colaboración de profesionales de la animación, estando en su lugar pintores especializados en la técnica del óleo. Es así como se unieron al equipo (tras una dura selección) 125 pintores de todo el mundo. Y para seguir hablando de datos asombrosos, cada fotograma es un cuadro pintado a mano. Se necesitan doce cuadros para obtener un solo segundo del metraje y por ello hay un total de 65.000 obras pictóricas sobre lienzos de 70×51 cm. Cabe destacar que en un principio solo contaban con pintores polacos y ucranianos, suponiendo una gran lentitud para progresar en el proyecto. Pero la suerte cambió cuando el youtuber Douglas Booth Italy publicó un video del rodaje, dándole la mayor de las oportunidades y ampliando así el número de participantes, habiendo recibido 5000 curriculums de artistas internacionales.
La técnica utilizada es la rotoscopia, que consiste en “calcar” los dibujos en los celuloides. Se trata de una técnica de 1914 y prácticamente abandonada en nuestro siglo. Es un detalle interesante ya que no se utiliza un soporte electrónico. Sin lugar a dudas, este film tiene un gran valor handmande que nos inspira trabajo, dedicación y paciencia.
En un primer momento, se ruedan las tomas con actores reales para después ser recreadas en lienzos. No hay una postproducción en los lienzos. Siendo obras pictóricas puras, se llegaron a alterar con arañazos para que sirvieran en plano siguiente. A su vez, todos los cuadros son reinterpretaciones de las obras originales de Van Gogh, siendo una premisa en este proyecto. Aun así se ha querido dar libertad a los pintores participantes, siendo obras originales y no meras copias exactas. Es por ello que cada plano tiene una expresividad única.
Tras diez años de dedicación para realizar esta obra nos encontramos con esta magnífica producción. Lógicamente el protagonista es Vincent y sus obras, pero no se trata de un biopic al uso. El argumento se centra en la polémica teoría sobre la muerte del artista, la cual históricamente fue reconocida como un suicidio. No obstante, tras las biografías realizadas por Steven Naifeh y Gregory White Smith en 2001 se sospecha que pudo ser un asesinato.
El personaje que nos guía sobre esta hipótesis en el film es Armand Roulin, el hijo del cartero y amigo de Van Gogh. Como un neófito detective, investiga la vida y últimos momentos del artista para así traer claridad a este suceso. Para ello recurrirá a entrevistarse con personajes cercanos al artista y pasear por los lugares que frecuentaba. A su vez, se ha recurrido al método temporal del flash backs, los cuales son mostrados en blanco y negro y de manera más realista, siendo las únicas licencias creativas y no fidedignas a la vida del artista.
La locura de estos dos directores no cesa, aunque prometen que en su siguiente obra no estarán trabajando tantos años. Tras su visita al Museo del Padro han puesto sus ojos en nuestro Francisco de Goya y sus pesadillas. Aunque no ha sido confirmado han dejado esta puerta abierta. Quizás decidan si realizar este proyecto tras las críticas, pero lo que ya sabemos es que con sus nominaciones a Los Globos de Oro y Premios Oscar en 2018 les ha ido bastante bien.
A los amantes del arte solo nos queda agradecerles esta gran obra, siendo no solo un gran homenaje, sino un regalo para la sensibilidad. La propia película es un museo en sí misma. Tal es así que estamos ante un momento rompedor en la historia del cine, una de las artes más jóvenes. Esta sinergia con el arte pictórico es una revolución visual llevando la expresión a un paso más allá. Ha surgido el amor entre el cine y el arte.
Hoy tú y tus obras estáis vivos, Van Gogh.