Lua Ribeira, la gallega moderna
El primer borrador que escribí sobre Lua parecía un huracán de ideas disparado con una ametralladora, y es que no podía evitar la emoción por expresar la enorme admiración que siento por su fotografía. Otro reto fue intentar ser objetivo, una tarea imposible. Tuve que dejar reposar a fuego lento esas primeras descargas ansiosas antes de volver al texto, y así poder retocarlo con el mimo y tiempo que ella merece.
Lua Ribeira podría definirse como una fotógrafa moderna interesada en documentar realidades de minorías sin el típico filtro edulcorado de la cultura dominante. La autora da voz a personas y comunidades que normalmente no encuentran un espacio en los medios, o si lo ocupan deben pasar antes por un maquillaje que los transforme en aptos para todos los públicos. Esta misión la consigue con una personalidad única y sin miedo a ser cruda. En sus propias palabras: “Sí que me interesa ser un puente. Vivimos en un paraíso occidental muy reducido y parece que todo gire en torno a esa realidad, a esa moral tan segura de sí misma. Me gusta pinchar, molestar, es lo menos que puedo hacer, es una responsabilidad”. Su fotografía testimonial muestra este carácter combativo que reivindica visibilidad, tolerancia y una lectura franca.
Esta gallega sigue muy unida emocionalmente a su tierra, pero también ha atado su vida profesional a Reino Unido. Repasemos su trayectoria de forma breve. Estudió Diseño Gráfico en Barcelona y Fotografía Documental en Gales. Sus exposiciones han sido mostradas en numerosos países como Portugal, Eslovenia, Alemania, Italia, España, y, obviamente, Reino Unido. Ha recibido muchos premios tan reconocidos como el Magnum Award o Jerwood Photoworks. Ha sido incluida en varios volúmenes colectivos de fotografía y ha publicado su propio libro titulado Noises in the Blood, estudio de un ritual jamaicano contemporáneo de baile que realizó en colaboración con un grupo de mujeres británicas de origen jamaicano en la ciudad de Birmingham. No en balde, su repercusión está siendo sobresaliente, sus trabajos han sido muy reconocidos por la prensa especializada, y ha dado mucho que hablar por sus fetiches. Sus motivos arrojan y subrayan la esperanza y la vida, pero formalmente caen como un jarro de agua fría por su la intención de buscar una reflexión social. La conexión profesional con Reino Unido es mayor que con España, pero Lua considera que “su trabajo se puede comprender en cualquier lado y por cualquier persona. De alguna manera, no hay nada que comprender. Creo que en España estoy estableciendo ahora más contactos, y me gustaría estar más conectada. Pero al haber estudiado aquí (Reino Unido), casi todos los fotógrafos, editores o gente de esta industria son de aquí. Es mi otra casa”.
Desmenucemos algunos planteamientos detrás de Lua para conocer su lupa transgresora. Su serie Aristocrats muestra la vida en una congregación de monjas llamada Esclavas de la Virgen Dolorosa que desde 1935 cuidan de un grupo de mujeres con discapacidad. Al igual que en otras de sus series, Lua habla de sus sujetos como colaboradores, entabla relaciones personales con ellos y es a través de ese vínculo es como crea sus retratos. La abrupta geografía de Galicia le sirve como enclave de sus imágenes, y aprovechando la convivencia de creencias paganas y cristianas enriquece su discurso. Sobre su tierra nos apunta: “Galicia es quien soy yo, no soy capaz de separarme de eso. Cada vez entiendo más lo esencial que es”. En este conjunto, se centra en temas como los nacimientos, las bodas, la semana santa o el carnaval. Encontramos los mismos tintes pintorescos y atrevidos que decoran toda su obra, con un uso de colores saturados, intensos, llamativos y cálidos como rescatando el costumbrismo estrambótico y barroco de las primeras películas de Pedro Almodóvar. Inspirándose en el discurso de Foucault, destapa las vidas que han sido tradicionalmente excluidas de la expresión social. Lua presenta una genuina curiosidad por la gente, por eso escarba en la realidad de las personas que buscan o han decidido vivir a su manera. En este trabajo encontramos un equilibrio perfecto al presentar la tradición, inesperadamente de forma vanguardista.
En Subida al Cielo, desarrolla asuntos tan delicados como el sufrimiento físico y el delirio, y vuelve a considerar a sus protagonistas colaboradores. En la estética remueve las representaciones del dolor tanto del arte cristiano como de la expresión teatral de las tragedias griegas. El cuerpo aparece como una metáfora de una prisión en la tierra, previo a la salvación y liberación en el cielo. Aunque el tratamiento es siempre respetuoso y humano, hay algo en su planteamiento visual que establece un puente artístico con fuentes muy diversas. Lua simula trucos de estructuras narrativas buscando la sorpresa formal como sucede en las novelas de John Fowles, especialmente en A Maggot. Esta serie también encuentra similitudes en la hiperbólica y descarada manera que usó Andy Warhol para mostrar sus cicatrices, o en la cultura trash de John Waters con su obsesión por elegir personajes distantes de la supuesta normalidad imperante. Lua escarcea con lo kitsch en toda su obra, y en Subida al Cielo este escarceo aparece más visible que nunca. Es un trabajo personal que habla más de la vida que del dolor y aunque su fuente emana del sufrimiento, logra convertirlo en algo eminentemente hermoso.
Todas sus fotografías siguen un estilo común, flashes intrusivos para la iluminación, colores vivos, sujetos en el centro del encuadre, naturaleza y cuerpos que se contorsionan de una forma imprevista, casi rozando la teoría de la patafísica según Filip Custic o la fijación obsesiva del fotógrafo Fran Plasencia por una vuelta de tuerca más en sus retratos, tanto de anónimos como de famosos. Y a pesar de estas meditadas decisiones expresivas, existe también un punto irreverente, diferente, extraño, impredecible y random en la secuenciación de sus proyectos. Durante el proceso de investigación de sus series, mientras iba redescubriendo las imágenes que las conforman, había una sensación recurrente de sorpresa. Y es que al visualizar sus galerías en su página web, el espectador se golpea como en una colisión frontal. En su trabajo más conocido, Noises in the Blood, donde muestra los rituales de dancehall jamaicano, no buscó el camino más obvio ni fácil, se decantó por el choque provocador e innovador, lejos de una explicación tradicional. Las imágenes de la serie se transformaron finalmente en un ritual en sí mismo. Siempre más atenta a la realidad que a la técnica. Es más, se devoran con el mismo efecto que una golosina de color efervescente que nos tiñe la lengua de color y nos hace cosquillas en el paladar. Si fuesen movimientos serían patas arriba, vueltas, giros, malabares e incluso acrobacias. Existe también un equilibrio entre lo que cuenta y cómo lo cuenta.
Si le pidiéramos a Lua seguir el sendero principal, ella preferiría caminar por un atajo que la llevase a explorar lugares inexplorados. Como podría ilustrar Postnaturalism, otro ejemplo peculiar de su trayectoria. Cuando Lua recibió como encargo documentar el río Usk en 2014, su astucia le llevó a plantear el proyecto de una forma original. Las imágenes muestran la trivialidad y banalidad de la vida diaria de las personas que viven cerca del río, pero sin centrarse en el río como un fenómeno físico. Su lectura dista de la nostalgia y el romanticismo, pues presenta a sus sujetos en su entorno natural desconectados del río y de la naturaleza que les rodea. Según Lua, el capitalismo ha alejado a los pueblos del nexo que mantenían con la naturaleza en el pasado. Al igual que en los otros trabajos comentados anteriormente, Lua explora la vida diaria como una representación de la expresión humana.
Lua posee una iconografía visualmente impactante que gusta, convence y un discurso que interesa. Su acercamiento a las personas demuestra un interés antropológico generoso y cálido. Excava en el día a día para encontrar metáforas que le permitan definir asuntos más globales y de mayor complejidad. Conecta con sus retratados para desnudar con más crudeza, y sinceridad si cabe, sus realidades. Busca distanciamiento de las representaciones habituales de los medios y huye del colador que filtra para enseñar la imagen deseada y sencilla de ver. Lua prefiere una visión más íntima y reveladora, como ella misma me contaba: “Yo soy muy moderna, el postpodernismo no me gusta. Es como rendirse, como aceptar que no hay solución, aunque en el fondo es un poco verdad, no me gusta”. Lua se abandera así como la gallega moderna que apuesta por construir con esperanza, para ella la vida puede ser diferente. Por favor, sigue tomando esos atajos, y alejándote del camino principal, ya pasan muchos por ahí.
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