Download Festival Madrid 2018
El cartel del Download Madrid ya vaticinaba que lo que estaba por llegar iba a ser una absoluta locura, y desde luego cumplió exactamente con lo que prometía. No fueron pocos los que se congregaron en La Caja Mágica –105.500 personas, según los datos del propio festival– y estoy seguro de que más de uno vio que sus expectativas se vieron superadas con las apabullantes actuaciones, no solo internacionales, sino también nacionales.
Día I
El primer día Download amaneció bajo un sol inclemente que ayudó a caldear el ambiente antes de empezar. Con la apertura de puertas fijada para las cinco de la tarde, la gente ya hacía verdaderas colas kilométricas para conseguir los mejores puestos para ver a las bandas prometidas. Bajo una organización previa a la entrada del festival francamente lamentable, la gente galopaba como una bestia enfurecida por la inmensa pasarela que los llevaba al recinto por el que habían pagado, donde los primeros ídolos esperaban con las guitarras rugiendo de ansiedad por empezar.
Con una distribución abusiva de cuatro escenarios impresionantes y un calendario donde se solapaban las actuaciones de los dos principales con los otros dos secundarios, apenas podré hablar de aquellas actuaciones a las que pude asistir. Los primeros en hacer que el recinto se viniera abajo fueron los británicos Tesseract con su característico djent, una variante cercana al progressive metal que tanto los distingue. Inmediatamente después, en el Main Stage 2, el punk/hardrock de Backyard Babies rompía con su inconfundible estilo y con un directo que nada tiene que envidiarle a nadie. Apenas sin tiempo para recuperar el aliento se alza la destructiva tralla de melodic death metal de Arch Enemy, con un tecnicismo alucinante y una Alissa White-Gluz imparable, una mujer que si llega a pedirle al público salir en tropel y saquear Madrid hasta los cimientos lo hubiera hecho sin cuestionarlo. Kreator fueron los que los siguieron y sonaron tan potentes como dicen los rumores, aunque está claro que la banda está hecha para lucir de noche: a la luz del día no brillaron tanto como podrían haberlo hecho.
Marilyn Manson logró su objetivo justo después en el Main Stage 1, entregando al público esa dosis de oscuridad y malcriadez a la que tanto nos tiene acostumbrados, donde sonaron grandes clásicos y demostró que aún le queda un camino lleno de excesos por recorrer. Y ya puestos aprovecho para hacerle un pequeño homenaje al joven de la bandera de Perú que logró llegar hasta las tablas con el ídolo y que hizo gritar al público con más energía que el propio Manson. Luego fue el turno de los americanos Rise Against, más fuertes que nunca, imparables y con un sonido arrollador que sacó gallos hasta de las voces más afinadas de un público que no paraba de saltar.
El punto fuerte del día llegó con los californianos Avenged Sevenfold con la actuación más larga del día, donde sonaron no solo grandes clásicos, sino temas que jamás habían sido interpretados por la banda en España (como el caso de A Little Piece of Heaven, que a un servidor logró arrancarle algunas lágrimas) y, no contentos con esto, aprovecharon para hacer gala de un despliegue alucinante de llamaradas sacadas de esos álbumes, heraldos del infierno, y monstruosas y oscuras figuras que decoraron el escenario, como el caso del king de su Hail to the King.
Finalmente fue el turno de A Perfect Circle, una banda que a pesar de demostrar calidad durante su escaso tiempo de actuación, se vio francamente perjudicada con problemas técnicos del festival que redujo su setlist a menos de treinta minutos y que tuvo que bajarse del escenario antes de lo previsto, después de que el sonido fracasara estrepitosamente. Sin duda, el gran lastre de todo el evento. Una verdadera pena, especialmente por aquellos que habían esperado por ellos todo el día.
Día II
El segundo día de festival estuvo mucho más organizado que el primero, especialmente durante la hora de entrada. Estaba claro por qué: iba a ser el día de Guns N’ Roses, pero vayamos partes.
Creeper inauguró las tablas del Main Stage 1, unos jovencísimos monstruos que recuerdan en estética y en sonido a AFI y My Chemical Romance. La gente dio todo lo que tenía, no solo porque su cantante trabajaba para exprimir a su público, sino porque el guitarrista (Ian Miles) es un auténtico animal que sabe hacer enloquecer a las masas. Thirce abrió el telón del Main Stage 2 con su particular batiburrillo de estilos en cada una de esas canciones plagadas de cambios de ritmo, un soplo de aire fresco apasionante.
Luego fue el turno de Bullet For My Valentine. Los galeses, que desde hace años vienen destruyendo y reconstruyendo la escena a su antojo, dieron un espectáculo que a un servidor se le antojó digno pero descafeinado: Matt se notaba enfadado con alguien y lo demostraba a un público que no se lo merecía. Interpretaron un repertorio más bien corto, y sin apenas interacción con el público –que, pese a todo, rugía de entusiasmo-, tocaron la última y se marcharon sin apenas despedirse. Al menos el bajista, Jamie Mathias, sí pareció pasárselo verdaderamente bien. Y apenas hubieron acabado, Clutch empezó a agrietar los cimientos del recinto con su crudísimo estilo, un rock puro que restalló como un látigo durante los cincuenta minutos que regalaron al espectador.
Tras sus últimas notas, llegó Guns N’ Roses, las leyendas vivas que todo el mundo espera ver al menos una vez en su vida, bien sea por fanatismo o por poder criticar con conocimiento de causa. Con un repertorio de más de 32 canciones (entre originales, versiones y los apabullantes solos de guitarra de Slash), la actuación se extendió por más de tres horas y media donde no faltó ni un solo clásico, ni tan siquiera el archiconocido The Godfather, interpretado por Slash. La banda se veía fresca, con un lavado de cara que sorprendió a más de uno y que gratificó a las masas. Si bien era cierto que la actuación fue excepcional a nivel instrumental, sí que se notaba alguna que otra asfixia en un Axl Rose desgastado por el sobrepeso. Sin embargo, ni siquiera eso pudo desmerecer la gran performance, y de hacerlo por su cuenta, el público apenas permitió que su voz se escuchara: los cánticos de más de 35.000 personas acabaron por eclipsar hasta el último vatio de potencia.
Como broche dorado a unos Guns abrumadores, le siguió uno de los directos más poderosos de todo el festival: los australianos del metalcore Parkway Drive, que hicieron rodar cabezas a golpe de graves con los temas que los han llevado a dónde están y con maravillas de su recién estrenado último disco, Reverence.
Día III
El tercer día trajo consigo la mejor organización del festival, como si el Download hubiera escuchado todas las quejas y las hubiera solventado en la medida de lo posible. Shinedown inició con su inconfundible estilo en el Main Stage 2 y con la increíble voz de Brent Smith dando una lección de calidad. Inmediatamente después el sludge metal de Baroness hizo acto de presencia en un escenario que no tardó en acabar rodeado por las masas. The Hellacopters arribó justo después, una banda que se había separado en 2008 por diversos motivos, que se había reunido en 2016 y que da por primera vez en una década el pelotazo en el Download Madrid 2018. No solo los que estuvimos nos sentimos afortunados, sino que para asombro de muchos demostraron una calidad que haría encoger incluso a las grandes bandas de rock de todos los tiempos. Sencillamente alucinantes.
Luego fue el turno de Volbeat, un grupito de daneses que evolucionaron de un terrible death metal hasta un heavy metal fusionado con el hardrock clásico, con unos matices asombrosos de rockabilly, y que demostró una conexión auténtica con el público, una humildad que rozaba el verdadero cariño y un directo que sin pudor afirmaría que no solo fue de los mejores del festival, sino que de los mejores que podría haber en todo el panorama actual. Claros, contundentes, fieles a sí mismos, y lo mejor: únicos hasta decir basta.
Después fue el turno de las leyendas, dos conciertos de monstruos clásicos imperecederos: Judas Priest y Ozzy Osbourne, seguidos, sin tiempo para descansar. Los monstruos del heavy metal más puro, Judas Priest, arrancaron con una calidad que no desmejora con la edad y que echa la firma a muchos años de salvajismo. ¡Incluso Rob Halford entró al escenario con su moto de alta cilindrada! Enérgicos y apabullantes.
Y a unas leyendas le siguen otras, porque según sonaron las últimas notas de Judas Priest comenzaban las de la guitarra de Zakk Wylde y la voz inconfundible de Ozzy Osbourne que, aunque algo menos enérgico que Rob Halford, también hizo un despliegue del talento que lo convirtió en su día en el Príncipe de las Tinieblas. Y no solo podría destacar los grandes clásicos de los que hizo gala, sino el monstruoso solo de guitarra de más de 20 minutos que se hizo el bárbaro de Zakk Wylde que, alejado de lo habitual, tocó de frente con la guitarra a la espalda y con la púa en los dientes, todo ello dentro de un público que trataba de pasarle por encima al cuerpo de seguridad con tal de tocar su fibrosa esencia. Un guitarrista que arrancaba más ovaciones que el mismo Ozzy, y que reafirma la grandeza de ambos.
Tras ellos, fue el turno de L7, las angelinas que volvían más fuertes que nunca después de su reunión en 2015. Y para finalizar, los albacetenses Angelus Apatrida hicieron gala de ese thrash metal que han sabido cultivar desde el inicio del milenio. Un más que digno punto final a un Download cargado de buenas vibraciones, siempre con sus más y sus menos, aunque con un cartel como el que tenían era difícil quejarse.
Lo mejor y lo peor
Para acabar, un repaso rápido con lo mejor y lo peor de esta edición del Download Madrid 2018:
Lo mejor: La cantidad y la calidad de las bandas, la distribución de los escenarios, la variedad de puestos de comida y bebida, la cantidad y limpieza de los baños, y un atípico –pero en muchas ocasiones necesario- punto de información de acoso sexual, con personal preparado para actuar ante cualquier caso de abuso.
Lo peor: El terrible fiasco del sonido que le proporcionaron a A Perfect Circle, los prohibitivos precios de comidas y bebidas, la falta de organización pre-apertura de cada día (especialmente del primero), algunos horarios de actuaciones solapados con otros, y el hedor constante de la depuradora de aguas residuales anexa al recinto de La Caja Mágica.
Detalles que mejorar hay siempre. Si en la próxima edición mantienen la calidad demostrada y solventan algunos de esos detalles, tienes una cita en 2019.