Phe Festival 2018: Nathy Peluso, Carlos Sadness, El Columpio Asesino y Dorian
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Se dice que los canarios estamos hechos de agua salada así que, ¿qué mejor lugar para hacer el Phe Festival 2018 que al ladito del mar? El Puerto de la Cruz nos regaló un cachito de su territorio para presenciar las propuestas musicales que nos oferta este año, las cuales descuartizaremos en un rato. Y es que no debemos pasar por alto los detalles que hicieron completa esta experiencia festivalera.
Una de las cosas más importantes para poder sobrevivir en este ambiente es la gastronomía. Los organizadores, conscientes de ello se encargaron de tener distintas ofertas culinarias desde Foodtrucks diversos hasta puestos de comida de los restaurantes cercanos. A su vez, podías curiosear entre grupo y grupo las pop up store de marcas como Levi´s o Dicky Morgan entre otras. No podía faltar una pista de skate y BMX porque que mejor manera de fluir que con música en directo de fondo, hasta el punto de acabar haciendo truquillos con final en el mar.
Una vez dada la primera vuelta de reconocimiento los más apresurados melómanos se empezaron aproximar al escenario a las 17:30 de la tarde para gozar del grupo MiniFefas. Es un placer que esta banda abra el festival y más aun sabiendo que son producto 100% canario. Su estilo rock alternativo es una propuesta que se recogió con gusto, escapando así del estereotipo de las propuestas indie de fresas con nata. Una voz desgarradora en temas como Mystery Lights nos muestra una clara influencia grunge. Su hipnótica crudeza hace llevadero el principio de lo que fue una calurosa tarde de música y cerveza.
El relevó lo coge otro grupo de las islas: Pumuky, tan caóticos sus ritmos y a la vez en armonía. No podemos evitar acordarnos de los grandiosos Radiohead y sus entristecidos temas que nos enganchan tanto. Y si a esto le sumamos unas letras bastante meditadas con un sinfín de referencias culturas como Goethe o el matemático Yutaka Taniyam hayamos la guinda del pastel. No nos podemos olvidar de cómo hablan del amor, pero no el de Shakespeare, sino el de Gara o Nira, el de nuestros aborígenes y raíces.
Nos quitamos un poco de calor con el fresco sabor de Floridablanca. Estos madrileños nos devuelven a los años 70 con sabor a funk y synth-pop. Imposible no bailar, o por lo menos menearte con su buen rollito.
Y se sube al escenario uno de los mejores regalos que nos ha hecho Paco León en Kiki, el amor se hace: la maravillosa colombiana Pedrina. Enamorados estamos de esta artista, que bien podría ser la mismísima Khaleesi del festival. Si es que bien nos gustan los toques latinos y más si a esta receta le sumamos un poquito de pop con jazz. La artista es especialista en dibujar sonrisas en la cara, de esas músicas bonitas que te hacen cerrar los ojos para sentir bien, aunque sea en pleno concierto.
La despedimos con ganas de más pero bien es sabido que las penas se van cantando, y más con Carlos Sadnees en el escenario. Sin lugar a dudas uno de los más esperados de la noche, su indie folk siempre nos embauca creando una fantasía hipnótica. Es poesía, lirismo y sensibilidad en estado puro. Pero justo cuando piensas que no puede ir mejor ocurre la mejor de las serendipias, su tema Amor Papaya junto a Pedrina. Y así se hizo la magia.
No hacen falta presentaciones para Nathy Peluso, la diosa sandunguera. Esta mujer maravilla da todo y más en sus directos contagiándose su libertad. Reúne tantos estilos que es inclasificable. Quizás lo más acertado sea decir que ella es música en estado puro, dando igual si realizaba un tema propio o se arranca con un bolero clásico. Derrocha sensualidad en el blues, sabor en lo latino y fuerza en el rap. La joya que guardo para al final, Corashe, se encargó de sacarnos todo el nervio que llevábamos dentro. Da gusto que una artista viva su concierto como si fuera el último siendo imposible saber si lo pasó mejor ella o nosotros.
Llega el momento de El Columpio Asesino, y su eclecticismo desgarrador. Lo antiguo adaptado a su tiempo, son rock, punk, sintetizadores, electrónica. Sus letras son provocación y crudeza que te llevan, aunque toquen en grandes festivales, a los antros de siempre que son nuestra segunda casa.
Para acabar la noche y dar cabida a los que todavía no cayeron en la batalla llegaron los ritmos electrónicos de Kid Simius desde Berlín. Era el momento del trance, de fusionarte con la música y no parar de bailarle a la luna.