Gracias a la vida de Violeta Parra

Pa’ cantar de un improviso

se requiere buen talento,

memoria y entendimiento,

fuerza de gallo castizo.

Cual vendaval de granizos

han de florear los vocablos,

se ha de asombrar hasta el diablo

con muchas bellas razones,

como en las conversaciones

entre San Pedro y San Pablo.”

Décimas, Violeta Parra (1976)

Fuerza, sensibilidad, activismo y tradición, son los términos que mejor podrían definir a la gran artista chilena. Violeta del Carmen Parra Sandoval, más conocida como Violeta Parra, es bien conocida por sus canciones; sin embargo, pocas personas conocen que también fue artista visual y, además, la primera mujer latinoamericana  en exponer en el Museo de Artes Decorativas del Palacio del Louvre. Si bien es cierto que su faceta como artista visual es muy inferior, tanto en tiempo dedicado a ella como en la cantidad de obra expuesta, a su ingente obra musical; la calidad y la simbología de la obra plástica no es, ni mucho menos, desdeñable.

Violeta Parra. Fuente: desinformémonos.

Violeta Parra. Fuente: desinformémonos.

Antes que nada considero necesario hacer un rápido barrido por la biografía de esta artista. No obstante, recomiendo, para quien tenga especial interés, su autobiografía en verso musicado, Décimas (1976), así como el documental dedicado a su persona en el programa Grandes Chilenos.

Violeta nació en una pequeña comunidad chilena llamada San Carlos el 4 de octubre de 1917 (día que, conmemorando el nacimiento de la artista, se ha convertido en el Día de la música y de los músicos chilenos). De sus primeros años cabe destacar que vivió en el seno de una familia campesina[1] y que se quedó huérfana de padre muy pronto. Además, desarrolló un precoz gusto por la música, concretamente por el canto y la guitarra.

De joven cantó en mercados, ferias y numerosos bares (muchos de ellos desaparecidos, una auténtica pérdida para el patrimonio musical del pueblo chileno) siempre decantándose por la música folclórica. Sin embargo, en la década de los cincuenta, se dio un punto de inflexión en su carrera musical. Con algo más de treinta años, Violeta se aventuró a lo largo y ancho de Chile recopilando canciones populares que iba aprendiendo durante sus viajes. Esta valiente elección responde a la necesidad de conservar canciones al borde de la extinción en las zonas rurales, canciones, muchas de ellas con mensajes transcendentales, diametralmente opuestas a la música nacional costumbrista y de corte postal que se escuchaba por aquel entonces en Chile. El espíritu frente a lo superfluo.  El acto de mirar a los ojos a un pueblo semioculto y revitalizar su medio de expresión más puro.

Extraída de la web del Museo de Violeta Parra.

Extraída de la web del Museo de Violeta Parra.

El desarrollo de esta investigación le llevó a dedicar gran parte de su vida a la defensa de la música tradicional chilena a nivel internacional. Grabó parte de su obra en París y consiguió un programa de radio a nivel nacional en Chile. Motivada por esta investigación, se embarcó en un viaje a Varsovia para presentarse a un festival juvenil. Desgraciadamente, durante el viaje, murió su hija, Rosita Clara, que contaba con pocos meses de edad. Aún así, detalle que entronca a la perfección con la personalidad de la artista, Violeta consiguió extraer de esta traumática experiencia una de las canciones más melancólicas y bellas que he escuchado en mi vida (Versos a la niña muerta). Porque, lejos de regodearse en el sufrimiento (tanto el propio como el ajeno) Violeta conseguía darle forma, construía (e incluso ironizaba) y compartía relatos en forma de auténticas obras de arte.

En cuanto a su faceta de artista visual, la mayoría de la producción de su obra se concentra en una etapa de su vida en la que cayó enferma y pasó una larga temporada en cama. Durante esta etapa, su voluntad creadora se concentró en el trabajo manual. Su obra visual se basa, fundamentalmente, en lo que tradicionalmente se ha denominado “artes menores”, aunque también trabajó la pintura al óleo.

Dada la trayectoria vital de Violeta, sus obras tienen una importante carga folklórica, aunque también tienen cierto componente surrealista (sin duda propiciado por su gran sentido del humor) de alto contenido simbólico. Para ella, las artes visuales no eran más que otro método de comunicación. De hecho, durante una entrevista televisiva que le realizó un medio francés, Violeta fue asaltada con la siguiente pregunta: “Si tuvieras que elegir entre todo lo que haces (poesía, música, pintura, arpillera…), ¿qué medio de expresión elegirías si sólo pudieras utilizar ese medio?”. A lo que ella contestó: “Yo elegiría quedarme con la gente. Es la gente la que me motiva a hacer todas estas cosas”[2]. Para ella el medio es lo de menos, lo que prima es el potencial comunicativo y asociativo del arte.

Extraída de la web del Museo de Violeta Parra.

Extraída de la web del Museo de Violeta Parra.

De hecho, y relacionado con su confianza en el potencial artístico a la hora de crear vínculos y asociaciones, Violeta creó una gran carpa en Santiago de Chile (en la comuna de la Reina) que se convertiría en un importante centro cultural. Este hecho, ciertamente, supone una auténtica revolución para la época, la figura de la artista activista (tan popular a día de hoy) era algo anecdótico en los años 60. Desgraciadamente, ya fuera por la localización u otros factores, la gran carpa de Violeta no tuvo el éxito esperado. Hoy en día es tristemente célebre por acoger el suicidio de la artista con 49 años de un disparo en la cabeza después de varios intentos de suicidio previos. Se desconoce las causas exactas del suicidio, pero mediante el análisis de sus últimos testimonios, todo apuntaría a que la depresión fue la culpable[3]. Pero este triste final no debería empañar la profunda revolución que supuso Violeta.

Realmente, que expusiese o no en el Louvre es un mero pretexto (avalado por la rancia legitimación que supone la acogida de la obra de Violeta por parte del museo francés) para alabar la arrolladora personalidad de Violeta, que desbordaba toda técnica, tanto en forma de poesía, música, arpillera, acciones; en definitiva, la interdisciplinariedad de la que no tiene miedo al fracaso, porque sabe muy bien cuál es su objetivo. No obstante, la exposición en el Louvre la animó a crear una institución para el estudio y la conservación del folklore chileno. A raíz de esta exposición nació la idea de la Universidad del Folklore Chileno, que finalmente, se institucionalizó en el Museo de Violeta Parra, en Santiago de Chile. Porque apreciar la tradición no es conservar las cenizas, sino mantener viva la llama.


 

[1] “Mi abuelo por parte de maire

era inquilino mayor,

capataz y cuidador

poco menos que del aire;

el rico con su donaire,

lo tenía de obligado

(…)

Todo esto, señores míos,

por un cuartito de tierra

y una galleta más perra

que les llevaba a sus críos”, Décimas.

[2] Vídeo del Museo de Violeta Parra (https://www.youtube.com/watch?v=wNrqwyVTaMI)

[3] “«Un día [Violeta Parra] me dijo:

—Me falta algo… No sé lo que es. Lo busco y no lo encuentro… Seguramente no lo hallaré jamás».

—Tito Mundt, periodista, «Lo que se llevó Violeta Parra».” La Tercera, 8 de febrero de 1967.

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