Un Tolkien olvidado

La fantasía, la ficción, el realismo mágico, la ciencia ficción, el noir, y muchos otros géneros creativos de la literatura, se presentan como testamentos de las propiedades caleidoscópicas de la imaginación humana.

Los múltiples mitos, cuentos y leyendas impregnan la inmensa pluralidad de nuestro día a día.  Podemos percibir, por ejemplo, las influencias de los mitos galeo-germánicos, compilados por los hermanos Grimm en muchos de los grandes blockbusters de la historia del cine. El estudio de la mitología y la semiología arquetípica que parece permear nuestra sociedad ha sido motivo de un sin número de debates en diversas ciencias sociales. 

Todavía muchos de nuestros cuentos de cuna transcurren en lugares donde reinas y reyes bondadosos, caballeros galantes y hechiceros malévolos se disputan el destino de los ciudadanos en eternos y esotéricos conflictos, capaces de invocar del pandemonio de nuestras pesadillas, monstruosidades diacrónicas que convierten reinos en cenizas.

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Algunas de las mentes más creativas del mundo occidental han contribuido a este imaginario colectivo de forma indeleble. Grandes como el mágico Lord Dunsany, Mary Shelley, C.S Lewis, H.P. Lovecraft; y algunos más contemporáneos como Terry Pratchett, Neil Gaiman, J.K. Rowling y G.R.R Martin han añadido universos enteros de entretenimiento para el disfrute de millones jóvenes y adultos alrededor del mundo.

Pero si hay uno al que se le puede atribuir la autoría de las reglas primordiales del juego, es al maestro J.R.R Tolkien. El worldbuilding inmenso e impecable de este escritor, completo con genealogías, panteones, geografías y hasta un lenguaje hecho a medida, sigue siendo uno de los pilares principales de la narrativa fantástica hasta el día de hoy. Sin embargo, como es de esperarse en los milenios de la historia humana, algunos de estos autores se escaparon del torrente literario para escurrirse entre las grietas de la narrativa universal.

Uno de ellos es el inmerecidamente desconocido, Muhammad Abd-al-Rahman Barker, o M.A.R Barker. La inmensidad y complejidad presente en la autoría de Barker, hizo que la revista alemana Der Spiegel lo bautizara en el 2009 “El Tolkien Olvidado”.

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Barker nace en Spokane (Washington) en el año 1929. En 1951 recibe una beca completa para estudiar lenguajes orientales y en su primer viaje a la india se convierte al Islam al escuchar el cántico sagrado de los 99 nombres de Allah en el Taj Mahal.

Se gradúa posteriormente en Berkeley, basando su tesis en el lenguaje Klamath, y continúa su labor académica desarrollando la literatura de instrucción oficial para angloparlantes del Urdu  y el Baluchi, dirigiendo el departamento de estudios Surasiáticos en la universidad de Minneapolis y volviéndose catedrático de estudios islámicos en la Universidad McGill.

Pero es su obra, conocida como El imperio del trono de pétalos es lo que lo transforma en uno de los más prolíficos creativos del pasado siglo. El escenario creado para sus múltiples novelas y libros de RPG clásicos tiene por nombre Tékumel, centrado en el mundo ficticio de Un Ophiuchi.

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En su historia, este planeta es colonizado por el gran imperio humano, 600 00 años en nuestro futuro. Al encontrar una atmosfera inhospitalaria, los colonos estelares proceden a terraformar el lugar, alterando el medio ambiente drásticamente y relegando a las especies autóctonas a “reservas”, mientras que el lugar se transforma en un destino turístico de lujo para la nueva aristocracia galáctica.

Es entonces cuando un cataclismo cósmico arrastra al sistema solar local, incluyendo a la colonia terrestre, a un “bolsillo dimensional”, una encrucijada espacio temporal que los aísla de la infraestructura imperial y del universo conocido.  Los maremotos gravitacionales y la separación forzosa de las rutas de comercio intergalácticas lanzan al planeta a un completo caos, las razas inteligentes que en antaño ocupaban el lugar se rebelan y la próspera colonia es arrasada.

De las singularidades cósmicas o “nexos” que entonces rodean el planeta, surgen criaturas multidimensionales que empiezan a interactuar con sus habitantes, ofreciendo las “energías planares”, o magia a cambio de favores o pactos. Poco a poco empiezan a ser adoradas como  demonios o nuevos “dioses”.

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La mayor parte de la narrativa de Barker se desarrolla 5 000 años después de este cataclismo, en un mundo donde el tiempo y las guerras han devuelto a la población humana sobreviviente a una vida basada en la tradición y el ritualismo tribal. El conocimiento es suplantado por la leyenda y el misticismo, y la tecnología y su entendimiento se desvanecen en una nueva era de oscuridad.

La estética y las referencias del escenario de Tékumel utilizan las influencias orientales y mesoamericanas, en contraposición a las vertientes gaélicas y feudales de la fantasía tradicional occidental.

Barker, como académico lingüista, creó múltiples lenguajes y alfabetos para su mundo. El detalle de las tradiciones, los ritos, las culturas y las especies que habitan Un Ophiuchi es sin duda abrumador; y su amplio conocimiento historiográfico y teológico le permite manifestar en su creación una complejidad que fácilmente rivaliza con los autores más populares del género.

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Lamentablemente la obra de M.A.R Barker es poco conocida, pero el hecho de que todavía sea recordada y seguida con vehemencia por fans en todo el mundo, es prueba de que la fantasía y la creatividad humana pueden brillar en cualquier cultura. De que las historias y relatos de las antiguas colonias de Europa aún viven y se manifiestan en el imaginario colectivo de la humanidad.

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