Surco paracingulado
Tú y yo hablamos el mismo idioma. Sé que a veces te cuesta un poco distinguir la realidad de la ficción, y por eso te gusta tanto el cine; porque no tienes que discernir nada.
Error.
Una de las habilidades que más cuesta enraizar en la mente de un buen creador es la de diferenciar lo real de lo ficticio. No hablo de locura o esquizofrenia, sino de cierto cinismo clave para la narrativa gráfica: escupirle a la realidad y que cale hasta el tuétano, morder sus huellas, crear una ilusión y no una copia. Nadie paga para ver la realidad porque ya la vive. Si comprender esto se complica con un solo cerebro, cuesta imaginar lo jodido que debe ser inculcárselo a una sociedad entera.
Si existe un tema tan sagrado en el cine como confuso en cuanto a su percepción es el amor; c’est l’amour o, para los entendidos, la necesidad imperiosa de convertir un instante en una eternidad. John Truby lo describe genialmente: “En la vida real, dos personas se atraen en apenas 10 minutos; el resto es negociación. En el cine, tenemos que transformar esos 10 minutos en 2 horas”. Sabes cómo lo real afecta a lo ficticio, pero, ¿sabes cómo afecta lo ficticio a lo real?
Relaciones que se expanden y se contraen; el espacio entre las estrellas se rellena con material de película. Las técnicas narrativas obligan a constreñir las leyes de lo mundano; a manipularlas. Una sociedad que se ve afectada por ellas, ve su vida convertida en una telenovela. Convenciones del amor romántico, normas no escritas, besos que saben mejor bajo la lluvia: todo literatura. ¿La primera cita? Literatura. ¿Un ramo de rosas? Literatura. ¿El final feliz? Joder, eso sí que es literatura.
Tu forma de ver las cosas se parece cada vez más a la de un Billy Wilder borracho. El guionista juega con las estructuras sociales de su cultura, y las estructuras sociales de sa cultura mandan al guionista a poner los juguetes en su sitio. El cine es un espejo que refleja dos veces. Entre la distorsión y el reflejo se encuentra la clave del éxito para el artista, pero no puede decirse lo mismo para el espectador.
Hasta hace muy poco, la cultura de la violación ha sido el manual de cabecera de todo escritor. La mujer como objetivo. Una diana para clavar el clavo, contacto visual, tienes dos segundos para hacer que todo funcione. Por suerte para los nuevos cineastas el amor; c’est l’amour o, para los entendidos, el arte de existir con-y-no-para los demás ha tomado las riendas asunto. Les ha dado una hostia a todos y los ha puesto en vereda. Les ha convencido de que las personas se atraen en 10 minutos y de que el resto es negociación. En esto consiste el cine del siglo XXI.