Sarah Braman, la creadora neoyorquina de inquietantes esculturas en precario equilibrio
Hay algo en esta artista nacida en Nueva York en 1970 que nos resulta familiar, cercano, acogedor; a la vez que nos desestabiliza, nos inquieta, nos produce un ligero desasosiego que no llegamos a identificar muy bien. Quizás porque Sarah Braman, con sus esculturas precariamente equilibradas, juega con los conceptos de hogar y familia pero ofreciéndonos otro punto de vista, un punto de vista muy distinto del que tendría una persona convencional.
Sarah recoge partes de vehículos que encuentra en la chatarra, objetos desechados de edificios en ruinas, elementos de viejos muebles o artículos de la vida doméstica, y los ensambla creando obras de arte tridimensionales que luego pinta con colores suaves como el rosa, el azul o el amarillo. Los coloca en un contexto diferente del original, extrayendo recuerdos, provocando difusas y evocadoras emociones, estableciendo una conversación privada con el espectador en una especie de viaje entre el pasado y el presente, entre lo objetivo y lo subjetivo, entre lo metafísico y lo terrenal.
Además de sus monumentales e imposibles esculturas, también podemos encontrarnos en la obra de esta peculiar artista con una serie de pinturas sobre paneles de madera contrachapada que nos recuerdan mucho al arte abstracto geométrico o al color field painting (pinturas de campos de color), un estilo de pintura abstracta que emergió en la ciudad de Nueva York durante los años cuarenta y cincuenta del siglo XX en respuesta a la action painting, y que tenía como máximo representante a Mark Rothko, según ella, una de sus grandes influencias.
Con una larga trayectoria a sus espaldas, Sarah Braman actualmente vive y trabaja entre Nueva York y Amherst, Massachusetts, y ha sido ampliamente reconocida con diferentes premios como el BFA de Maryland Institute College of Art en Baltimore, el MFA de Tyler School of Art en Filadelfia, o el Premio Maud Morgan que le concedieron en 2013.
Entre sus exposiciones individuales más importantes podemos destacar True Blue Mirror, McEvoy Foundation for the Arts, San Francisco (2019); Growth, Mitchell-Innes & Nash, Nueva York (2019); You Are Everything, Mitchell-Innes & Nash, Nueva York (2016); Sarah Braman: Alive, Museo de Bellas Artes, Boston (2013-14); Sarah Braman, China Art Objects, Los Ángeles, California (2012) y Lay Me Down, MACRO, Roma (2011), su primera exposición en Europa en solitario.
Braman también ha expuesto trabajos en la Crystal Bridges, Bentonville (2019); MASS MoCA, North Adams (2017-18); la Fundación Brant, Greenwich (2017); Kunsthalle Helsinki, Finlandia (2016); el Museo de Arte Contemporáneo de Kemper, Kansas City (2015); Kunstforeningen GI Strand, Copenhague, Dinamarca (2014); Instalación inaugural de la Colección Zabludowicz, Sarvisalo, Finlandia (2012); Galería Johann Konig, Berlín (2011); el Espacio de Arte Contemporáneo Colección De La Cruz, Florida (2010); The Saatchi Gallery, Londres (2010), o en la Bienal de Lisboa, Portugal (2010). También es una de las fundadoras de la Galería Canadá, dirigida por artistas de Nueva York.
Quizás lo que más sorprende del trabajo de Sarah es la curiosidad que consigue despertar en nosotros. Cómo cada objeto nos atrae irremediablemente hacia él, invitándonos a entrar en su atmósfera, ofreciéndonos confort a la vez que desconfianza, liberando sentimientos que nos transportan irremediablemente a la infancia, a momentos íntimos de nuestro día a día que son, a la vez, una suerte de espejismos por donde se nos escurre el tiempo, y que nos dejan una sensación agridulce, no sabemos si de serenidad o de nostalgia. Cada una de sus piezas, donde se combinan volúmenes translúcidos de color y luz, ofrece un universo que pide ser explorado; algunas permitiéndonos, literalmente, introducirnos en ellas y convirtiendo, así, lo abstracto y lo onírico en algo tangible y utilitario.
Cuando le preguntaron en una entrevista para Blouinartinfo qué quería decir cuando afirmó que el arte abstracto era “siempre sobre algo”, Sarah respondió muy convencida: “Mi conjetura es que todo el arte es sobre algo. Para mí, la abstracción es esencial para expresar cosas que están más allá del lenguaje. Ese sentimiento de ser desafiado a apoyarse en lo que es incognoscible o indescriptible es muy estimulante”.