El revival del takeo

Yo takeo, tú takeas, él takea, nosotros takeamos… Por lo visto esta expresión ha vuelto a ‘renacer’ con gran fuerza entre las nuevas generaciones. Pero realmente, ¿qué es takear? Dentro del grafiti, el takeo, también denominado tag o tager, es la forma más primitiva, el principio de lo que serán las grandes piezas o murales. Consiste en la firma o acrónimo del propio autor, o de un grupo de personas (de una crew) en espacios urbanos. Aunque a primera vista el tag es una forma muy sencilla, conforma una expresión, un propio estilo mediante un alias. Podríamos decir, que es la manera más rápida, conllevando un menor riesgo, si lo comparamos con su predecesor, el grafiti.  Es una “rama” del Street Art, y por lo tanto, ilegal en muchos países, de ahí la razón de usar un alias.

El revival del takeo

Pared takeada en el barrio de Soho, Londres.

Resumiendo, es el origen del grafiti, nacido en la ciudad norteamericana de Filadelfia a finales de los 60, de la mano de Cornbread, el primero en escribir su nickname en los muros de la ciudad. Aunque hemos de decir que esta actividad fue previamente llevada a cabo por las mismas mafias pertenecientes a esa misma urbe.

El revival del takeo

Ejemplo de tags fotografiados por los alrededores de Malasaña, Madrid.

Dibujar, pintar y escribir en los muros del espacio público es una práctica. Y podríamos decir que, ancestral, el takeo, como ocurre con todo lo nuevo y guay, llegó hacia otras ciudades americanas, extendiéndose a Europa, convirtiéndose, de este modo, en algo más complejo, en el ya comentando grafiti, la máxima expresión del arte urbano. Aunque el takeo se ha desarrollado llegando a convertirse en murales llenos de vivos colores, formas, e incluso texturas, esta cultura urbana ha vuelto a sus orígenes. Solo hay que mirar las calles de nuestras ciudades, inundadas de firmas de misteriosos callejeros.   La mayoría de las pintadas no son obras de Okuda San Miguel, Suso33 o Boa Mistura, son sólo firmas, a veces ilegibles, que recorren paredes, muros, escaparates, mobiliario urbano… Es aquí cuando nos encontramos con esa famosa dualidad, ya conocida por todos nosotros: ¿vandalismo o expresión artística?

El revival del takeo

Puertas metálicas takeadas, Madrid.

 Recientemente los vecinos y comerciantes del tan famoso barrio de Malasaña, el epicentro del grafiti en la capital española, han denunciado esta práctica: “Que no hayan grafitis, que haya cultura”, afirma un residente del mismo. Y es que, más allá de las simples firmas o de las grandes composiciones, es verdad qué en la mayoría de las ocasiones estos se encuentran en portales y edificios con más de 150 años de antigüedad, declarados BIC (Bien de Interés Cultural).

Recordamos que el arte y la historia no sólo se encuentran en los museos, por lo tanto, restaurar estos inmuebles supone un gasto para todos nosotros. ¿Qué podríamos hacer para que esta situación cambiase? Pensamos en fórmulas y propuestas por parte de las administraciones públicas, las cuales faciliten espacios, muros, paredes; dónde el pintar y garabatear fuese totalmente legal pero, ¿se erradicaría el problema por completo?

El revival del takeo

MUSN´T DO . Azulejos centenarios de la Farmacia Juanse.

Por supuesto que no, ya que es un arte sin ley, fuera de lo académico. Una forma de expresión libre donde el peligro de ser pillado por la poli es una de las claves básicas para entenderlo. La adrenalina segregada por el artista en el momento justo anterior a grafitear, desaparecería. Simplemente proponemos, SER CÍVICOS, algo que posiblemente sea imposible, visto el mundo en el que vivimos. Si nos remontamos al boom del grafiti (años 80), muy relacionado con la cultura del rap, vemos que artistas como Keith Haring, hicieron de sus pintadas en la ciudad de Nueva York (una de las cunas del grafiti), máquinas de hacer dinero, no sólo siendo aventuras dirigidas a teenagers rebeldes con ganas de llamar la atención. Es verdad que no todos son Harings, Banksies o Bordalos a quienes su prestigio les ayuda a tener ubicaciones legales, pero también ideales, para sus obras de arte. Existen multitud de gafiteros, takeadores o simplemente, artistas callejeros, que se expresan a través del medio en el que viven. Para algunos embelleciendo las ciudades, para otros, ensuciándolas.

Con este artículo no queremos defender el sin razón del takeo ya que estamos de acuerdo en que hay lugares “sagrados” y que no pueden ser “profanados” por tintas acrílicas o por aerosoles. Además, no todas las cities están predestinadas a ser ciudades como Berlín o Varsobia. Lo único que se pide es civismo y respeto.  Por esa misma razón, las autoridades de algunas de las más importantes urbes del mundo tipifican los tags y grafitis, en su generalidad, como daños a la propiedad pública o privada, evitando que las infraestructuras se conviertan en vivos lienzos sin límites y sin control alguno. Pero también tenemos que entender que las ciudades se desarrollan, que el ser humano se vuelve más libre y las expresiones artísticas juegan con todo esto. El arte progresa, se extiende y utiliza todo tipo de medios y herramientas para ello. El arte se mueve en el mismo compás del ser humano: mientras en el siglo XVIII se levantaban grandiosos proyectos arquitectónicos, propios de la época, actualmente son esas firmas y grafitis  los elementos que conforman ese paisaje urbano. Cada época tiene cosas muy distintas   pero para que funcionen entre sí tiene que haber un estrecho vínculo entre CIVISMO y ACEPTACIÓN.

 

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