Historia nacida y ligada al propio ADN de este proyecto, de entrega mensual e ilustrada. Narra la historia de un joven, que junto a sus amigos experimentarán diversas aventuras fuera de lo normal.
Muñecos Rusos – I
Cuando lo vi por primera vez sentí como si el mundo entero cambiara. Un renacimiento de todo lo comprendido hasta ese mismo instante se estaba produciendo y yo, es decir Ash Zalasar Junior, estaba siendo testigo.
Todo comenzó en un extraño garito pestilente, lleno de humo rancio y cachivaches antiguos por las paredes. Sonaba buena música y era ese el único y simple motivo de mi presencia en aquel asqueroso lugar. Bueno, yo y mi fiel compañera María, que siempre solía ir a donde yo fuera. Éramos como inseparables, aunque ya se sabe, no siempre lo puedes tener todo y había momentos en los que era imposible poseerla.
Sentado en una silla alta con los pies en el aire estaba yo, mientras el sudoroso gentío me rodeaba epilépticamente. Yo estaba hipnotizado mirando un punto de la pared concentrado en la canción que estaba sonando, cuando un pseudohumano pseudoreptil, choca contra mí y me derrama toda la cerveza sobre mis pantalones nuevos. Enseguida tendió a disculparse pero ya era tarde. Entre ojo y ojo, en plena frente, había quedado sellado el anillo de la mano derecha. El anónimo personaje, que se había intentado colar en mi historia, en el suelo boca arriba se hallaba; y yo cual ave rapaz, desde arriba mirándolo. Me levanté de la silla y mis pies volvieron a tomar suelo. Me dispuse a observar a mi alrededor y fue entonces cuando comprendí la magia que tienen las grandes masas colmadas de alcohol y quién sabe, quizás de otras sustancias psicotrópicas. Nadie había sido testigo de nada. A pesar de estar rodeado, nadie se inmutó. El pobre saco de huesos sollozando como una cucaracha y nadie siquiera se molestaba en mirarme mal o intervenir. Le tiendo la mano, le ayudo a ponerse de nuevo en pie y salgo del local con altanería. Al cerrar la puerta el silencio me hace sentir incomodo. La realidad vuelve a modificarse hasta volverse cotidiana de nuevo.
Caminando por una calle cualquiera de un lugar cualquiera la noche nos rodea. María me susurra cosas lascivas al oído, e intento ignorarla, pero es demasiado. Veo un banco alumbrado suavemente por la luz de una vieja farola y pienso: – Es perfecto.-
Me siento en el banco y me percato que esta húmedo, pero me da igual. Estoy aquí para lo que estoy, me digo, y cojo a María entre mis brazos, la acuesto en su cama de celofán, la cubro y ciño bien fuerte mientras me apresuro a coger el zippo que tenía en el bolsillo trasero. Lo enciendo con una floritura y comienzo por sus blancos pies. A continuación aspiro, una y otra vez. Siento como entra dentro de mí. Su densa consistencia raspa mi garganta y se acomoda en mis pulmones. Una vez acaba la cuenta atrás, la presión la hace volver a salir al exterior, pero ya limpia, ya purificada, libre.
El siguiente paso de la humeante y etérea María es subir hasta las altas esferas de mi conciencia. Por un segundo me imagino ese neblinoso local del que había salido minutos atrás y a María en mi lugar como protagonista de los hechos. Era irónico, pero metafóricamente idéntico a lo que estaba sucediendo en mi cerebro.
El frio se volvía agradable. Qué digo, todo se volvía agradable. Abro los ojos y me dispongo a levantarme cuando una figura oscura aparece en la lejanía. Sus pasos retumban en la solitaria calle, su peculiar manera de andar me llama la atención y me hace olvidarme de mi plan primigenio y sigo recostado en el húmedo y descolorido banco. La figura se acerca cada vez más a mí, me mira y lo miro. Él mira al suelo y lo vuelve a repetir. Su trayectoria, como si desde un principio así lo tuviera pensado, soy yo. Yo soy el punto y final de su viaje.
(Continuará).
Darko
El misterioso individuo se sienta tambaleante a mi lado. Mirando al frente, como si yo no existiera, como si sólo él fuera real.
Un escalofrío me recorre el cuerpo, quizás pronosticando un mal desenlace, pero no puedo evitar quitar mi mirada descarada de la suya. Un perfecto perfil griego, su pelo corto y liso se deja caer por el rostro, todo vestido de negro y coronado por un sombrero amish. Me acerco lentamente a él. Su olor dulce penetra por mis fosas nasales, embriagándome cada vez más, pero él ni se inmuta. A sólo un palmo de su rostro un ojo azul como el profundo mar gira lentamente y se clava en los míos. Me paralizo, se me acelera el pulso y siento como el corazón me va a mil, pero sigo ahí quieto, con la mente en blanco, petrificado de pies a cabeza.
De repente un chispazo ilumina toda mi cavidad craneal interna, noto como las conexiones neuronales de mi cerebro vuelven a la acción y soy capaz de pensar de nuevo. Me alejo lentamente, con la mirada aún clavada en ese perfecto ojo azul, pero su olor sigue en mí.
-¿Te conozco?- pregunto manteniéndome firme, mejor dicho, fingiendo firmeza.- No.- responde él.
-¿Eres de por aquí? -No.- Vuelve a responder. Y se repite el silencio.
Observo el suelo y me pregunto por qué entonces su voz serena y afrutada me era tan familiar. Vuelvo a mirarlo y sigue mirando al frente impávido. Respiro y vuelvo a intentarlo.
-¿De dónde eres? ¿De dónde vienes?- A lo que él volvió a responder. –No.- No lo entendía. Si no quería hablar, ¿por qué seguía ahí sentado? ¿Estaría esperando a alguien? Podría ser, pero su respuesta también fue negativa. ¿Estaría enfermo? Tampoco tenía pinta de eso, ¿quizás loco? ¿Drogado? Le ofrecí pues como muestra de paz y sociabilización a mi amante nocturna, la cual también fue rechazada. Ofendida, se apagaron las últimas brazas de su corazón y entró en su peculiar letargo.
-¿Quieres que me vaya?- Dije con rotundidad, esperando por fin un cambio en su respuesta. Pero no, como un autómata al que sólo se le ha enseñado a decir eso, lo volvió a repetir.
-¿Te gusto o algo por el estilo? ¿Eres marica?- No, no, no… Uno tras otro.
No entendía nada. ¿Qué mierda estaba pasando? ¿Qué pretendía? Me estaba volviendo loco.
-¿Se puede saber que te ha traído hasta aquí? ¿Por qué este banco? ¿Por qué yo? ¿¡Qué mierda quieres!?- Grité perdiendo poco a poco los papeles.
-¡CALLA! Cállate de una puta vez. Deja de intentar entrar en mí. Soy algo intangible, contradictorio, extraño. Vivo y me alimento de la fina tela grisácea de excentricidad que me recubre. Si alguien me consigue descifrar, si alguien consigue penetrar en las oscuras fauces de mi ser. Si desvela mis misterios, mis secretos, mis pensamientos… habré perdido. Te habré perdido.– Y por fin sus dos ojos se clavaron en mí.
Mis ojos abiertos de par en par anclados a los suyos, mi boca entre abierta, el ceño fruncido y una vez más un escalofrío recorriendo mi espalda.
-¿Có-Cómo te llamas?- Digo nervioso y casi sin respiración.
-Me llamo Ash.
(Continuará.)
Darko
Tras un breve parpadeo el ser oscuro se había desvanecido como el humo. La calle estaba desierta. Ni un sonido, ni un murmullo, sólo la presencia de un sucio vagabundo durmiendo en la acera entre cartones. Y este, ignorante de todo lo ocurrido, seguía en su profundo sueño.
¿Qué había ocurrido? Esa pregunta le martilleaba el cerebro, no entendía nada. María jamás le había provocado semejantes efectos secundarios, y desde sus propios conocimientos en la materia, jamás podría provocárselos. ¿Había sido real? Pero cómo iba a serlo. No tenía ningún sentido.
Finalmente se decidió a retomar su rumbo. Fue a sacar su móvil, pero no estaba, ni su cartera, ni su iPod. Lo había perdido todo. Estaba incomunicado, en un lugar extraño y sin documentar.
Se dispuso a caminar hacia una calle de paredes enladrilladas y vagamente cubiertas por hiedra. Estas estaban adornadas con hileras de ojos encasillados dentro de manos femeninas, pertenecientes a alguna tribu urbana local. No recordaba haber estado en ese lugar jamás, pero como si lo conociera de toda la vida se aventuró por aquella calle tan estrecha. A medida que andaba, medio tambaleante, empezó a pensar en todo aquello de nuevo, pero duró poco, ya que de repente chocó bruscamente contra una de las paredes, provocándole una brusca salida de su embelesamiento.
Al final de la calle se hallaba un sombrío parque. Al acercarse a él, la humedad aumento junto con su incertidumbre y malestar. Se estremeció, le daba muy mala espina aquel paraje. Sentía miedo al estar rodeado de sombras que creaban figuras monstruosas y oscilantes bajo la influencia de la pálida luna. Él era consciente de que se traba de la simple sombra de los árboles, pero alimentadas por su exagerada imaginación y por la ingesta de alcohol y otras sustancias psicotrópicas en vena, rozaban la realidad.
La neblina, a medida que se introducía en ella, más se acentuaba y más densa se ponía. La noche era profunda, él iba tímido y expectante por ese lugar fúnebre, cuando, de repente, se quedó mirando fijamente un búho gris con pequeñas motas negras en su torso. El animal lo observaba cual ave rapaz desde las alturas, seguramente preguntándose que pintaba él ahí. Pregunta que ciertamente Ash también se hacía.
Continuó andando. Había perdido la noción del tiempo, debía llegar a casa lo antes posible si quería ahorrarse el tener que dar explicaciones y escusas a sus padres. De repente, cuando estaba cruzando el césped, se empezó a sentir mal, La cabeza le daba vueltas, los objetos a su alrededor se volvieron borrosos. Hizo el amago de sentarse con la esperanza de sentirse mejor, pero cuando lo fue a hacer se desplomó como un saco de piedras en el suelo.
Se encontraba boca arriba mirando a las estrellas, petrificado, con la espalda mojada por la serenada nocturna. Pensó que descansando un poco, recuperaría las fuerzas suficientes para retomar el rumbo lo antes posible, pero fue uno de los tantos errores que cometió aquella noche. Todo seguía dando vueltas, y se dijo con el último aliento que le quedaba.
-Levántate Ash, no puedes quedarte aquí, esto es peligroso. Leván- ta-te…- Rendido y agotado, los ojos se cerraron impotentes y perdió el conocimiento.
(Continuará)
Darko
A la mañana siguiente se despertó bajo el suave canto de los pájaros. Se sentía húmedo e incómodo, la cabeza le latía y daba vueltas sin cesar. Un desbocado temblor le recorría el cuerpo, no sentía las yemas de los dedos de la mano y se moría de frío y dolor.
Se incorporó a la velocidad que pudo y empezó a abrir los ojos perezosamente. Los primeros rayos del sol comenzaban a salir y calentar el ambiente. Aún desorientado de su despertar, intentó hacer memoria y ponerse en contexto, cuando de repente, se dio cuenta de la situación. Se levantó tambaleante y empezó a correr como buenamente su frágil organismo le permitía.
Cuando consiguió salir de aquel maldito parque, sin saber bien a donde se dirigía, avanzó unas cuantas manzanas y consiguió atisbar un borroso y antiguo cartel alojado en una desquebrajada fachada neopaladiana: Rowan district. Dicho nombre le era vagamente familiar, seguramente había pasado por ahí alguna vez en el coche con su hermano y presentía que su casa no estaba lejos. Las calles estaban desiertas, silenciosas y mojadas, sólo la solitaria y esquelética figura de un gato blanco era la prueba de la existencia de vida.
A medida que avanzaba se orientaba mejor, todo le era más afable, hasta que finalmente llegó a una calle que le era completamente familiar, Gargantuan Street. Por fin se hallaba en territorio conocido, era su calle. Las interminables filas de árboles caducos se abrían paso por la extensa calle y las aceras estaban cubiertas de hojas que se movían al son del viento. Casi sin fuerzas subió los cuatro escalones de su casa y fue a sacar la llave, la cual gracias a su curiosa manía de guardarla en los calcetines, aún tenía en su poder. Abrió la puerta silenciosamente y entró en su hogar.
Todo estaba tranquilo, solo se oían los lejanos ronquidos de su padre y el sonido de algunas ramas que chocaban contra los cristales. Se dispuso pues a subir la interminable sucesión de escalones hasta su cuarto y una vez en la segunda planta, atravesó el pasillo y entró en su desordenada leonera. Exhausto calló como un bloque de plomo en la cama, cerró los ojos y se durmió profundamente.
Un estridente ruido le sacó de su maravilloso mundo interior, se abrió la puerta y su hermano entró en escena.
Johan era el hermano menor de Ash, se llevaban solamente un año pero varios centímetros de diferencia. Compartían los mismos ojos y la palidez de piel de su madre. Se podría decir que también el color de pelo, pero Johan solía sentir siempre la extraña necesidad de cambiarlo por otros más exóticos. Compartían una obsesiva afición a los piercing y los tatuajes. Era un muchacho extremadamente sociable, estrafalario y bipolar, con una personalidad dudable y un sentido del humor rebuscado. Ambos tenían su peculiar forma de ver el mundo, lo que solía crear conflicto, pero independientemente de eso, estaban todo lo buenamente unidos que dos hermanos podían estarlo.
-¡Ash levanta! ¿Qué hora son estas para seguir durmiendo? ¡Tengo muchas cosas que contarte de anoche! Conocí a una pelirroja que….- Cuando, inesperadamente, corre las cortinas y deja entrar el deslumbrante lorenzo.
Ash, malhumorado, se escondió bajo las templadas sabanas y, exaltado, balbuceó: – ¡Cállate y déjame vivir enano, no es el momento, lárgate! Ya me ladraras luego…
Oyó sus pasos alejarse de su cama, adentrarse en el pasillo y bajar las escaleras. Entonces, aún bajo las sábanas, como un puñetazo de Mike Tyson, todo lo acontecido la noche anterior explotó en su cerebro. Preguntas sin respuestas que se acumulaban una sobre otra en un espacio tiempo muy corto.
Salió entonces remolonamente de entre sus sábanas y se puso erguido. Aún con los ojos entre abiertos buscó su Blackberry en el escritorio, pero no sirvió de nada. Frustrado y cabreado se levantó, abrió la puerta del baño de su cuarto, con los ojos semicerrados, y desahogó su hinchada vejiga. Tras tirar de la cadena, se abalanzó sobre el jaspeado fregadero, abrió el grifo, se mojó la cara varias veces y se miró al espejo. Su pelo rubio estaba completamente despeinado y grasiento, bajo sus ojos aparecían ciertas tonalidades oscuras, que quedaban realzadas por su blanquecina piel. A continuación se percató de que el aro de la nariz estaba rojo, seguramente infectado, y le dolía como si le hubieran pegado un puñetazo. Se lavó los dientes, se puso alcohol en la nariz, tomo aire y se aventuró a la planta inferior. Justo cuando estaba pisando el penúltimo escalón, sonó la puerta. Cuál fue su sorpresa, que tras abrirla, apareció tras ella ni más ni menos que Tom Winckelman, un joven muchacho de alta estatura, delgada figura, ojos grandes y castaños, con un tupido pelo negro azabache que le tapaba la frente. Era uno de sus mejores amigos. Lo conocía desde que estaban en la escuela primaria, eran prácticamente inseparables pero vivían bajo una relación de cariño-odio continuo.
-¡Ash, Estas vivo!- exclamo excitado. -Aunque… vaya pinta tienes. ¿Y esos arañazos en el brazo tío? ¿Con que gato te peleaste esta vez?- Dijo entre risas.
En ese mismo momento Ash bajó la mirada y observó anonadado sus brazos. No se había dado cuenta de que en su brazo derecho se hallaban múltiples laceraciones que lo recorrían de un lado al otro. Sin dejar tiempo a reflexión o contestación sobre aquello, Tom continuó vomitando todo tipo de preguntas como solía hacer.
-¿Dónde te metiste anoche? Te estuvimos buscado durante horas.- Horas que, aplicadas a la realidad, serían equivalentes a escasos minutos, pensó Ash para sus adentros.
-¡Por cierto! Creo que tengo algo que te interesará muchísimo.- Dijo sin dejarlo contestar, como era habitual en él, pero Ash ya estaba acostumbrado a esa peculiar hiperactividad lingüística de Tom.
Tom revolvió en uno de sus bolsillos interiores del trench y sacó de él la Blackberry de Ash. Sus ojos se iluminaron y una inocente sonrisa se vio reflejada en su cara. Este se la arrebató de las manos y pregunto excitado:
-¿Qué coño haces tú con ella?- A lo que él contesto:
-¡Me la distes tú! ¿No lo recuerdas? Necesitaba llamar a Dan por que la mía estaba muerta y me la ofreciste. Cuando acabé de hablar ya no estabas, te busqué, pero al no encontrarte pensé que habrías visto a alguien conocido y te habrías ido con él…-
Ash lo miró con cara de póker y resignado exhaló un sutil agradecimiento. Entonces la madre de Ash pareció tras él como un fantasma con cara de furia.
Lily Vanne era una mujer con mucho carácter, pálida y aparentemente delicada. De pómulos marcados y sombreados bajo un delicado color rosa. Una cabellera ondulada y rubia como el trigo, de figura delgada y envidiable con respecto a las mujeres de su edad. Muchos de sus amigos eran conscientes de ello, y solían venir a su casa sólo para poder contemplarla y que les hiciera una de sus especialidades, tarta de queso y mora.
-Buenos días Señorita Vanne.- Asustado dijo Tom.
-Buenos días Tom, ahora mismo Ash está ocupado, así que si nos disculpas…-
Tom miro a Ash, el cual le devolvió la mirada con cara de estar metido en un gran lío.
-¿Qué has hecho esta vez?- Pregunto Tom mientras la Señora Vanne se alejaba a paso firme de la puerta.
-Luego te llamo y te cuento. Gracias por la Blackberry.- Soltó precipitadamente Ash mientras cerraba la puerta en sus narices.
Se bajó las mangas, volvió a tomar aire, se dio la vuelta y giró hacia la cocina con inseguridad. Era muy hogareña, con una gran mesa en el centro adornada con flores que Lily solía comprar todos los días en el mercado. En la silla central se hallaba sentado su padre, aún con el café humeante y escondido tras el periódico. Por el contrario, su madre se encontraba apoyada en el poyo de la cocina, delante de una gran ventana, fumando nerviosa un cigarrillo.
Ash entró sigilosamente en la estancia, abrió la nevera y sacó el brik de leche; se vio tentado a beber directamente de ahí pero, si no quería caldear más aun el ambiente, debía hacer el esfuerzo de coger un vaso de la estantería. Se sirvió y tomó asiento al otro lado de la mesa, la más alejada de la ventana.
Su madre aprovechó la coyuntura y comenzó su clásico discurso post-amanecida
(Continuará.)
Darko
Tras una larga y densa charla maternal, Ash se levantó de la mesa de la cocina y se apresuró a subir de nuevo a su cuarto para enchufar y reanimar su recién recuperado horcrux. A todas estas, Johan bajaba las escaleras y aunque Ash no quería, no pudo evitar el encontronazo.
-¡Qué! ¿Ya de mejor humor? Aunque… por esa cara que traes creo que no. Mamá te ha dado otro de sus dramáticos discursos, ¿no?-, a lo que Ash respondió con una mirada que lo significaba todo.
Pasó por su lado como si de una columna se tratase y continuó su camino hacia su zona de confort. Mientras, su hermano le gritaba cosas desde la parte baja mientras se alejaba.
Una vez ya sentado en la cama y el móvil enchufado se actualizó de todas las noticias y cotilleos de la noche anterior, en uno de los mensajes había una invitación a la inauguración de un nuevo pub en la zona oeste de la ciudad, la cual incluía botellón previo con sus amigos.
Se apresuró a recoger el cuarto, echó un par de partidas al LOL y se apresuró a la bañera. En ella descubrió la prueba del delito, el fondo estaba ligeramente teñido de verde, prueba que demostraba que Johan se había duchado ahí a pesar de habérselo prohibido miles de veces. Abrió el grifo y en pocos minutos el vaho comenzó a cubrir los espejos y mojar las paredes. Una vez despojado de todas sus prendas se sumergió en tórrido elemento.
Se hizo la calma. Solo se oía el gorgoteo del agua al chocar contra la superficie acuosa inferior. En ese momento se volvió a encontrar únicamente acompañado por sus pensamientos y rayadas mentales. Mirando a su alrededor se percató que del bolsillo del pantalón que llevaba la noche anterior, se asomaba tímidamente lo que se intuía ser un papel arrugado. La curiosidad pudo más que la pereza y se abalanzó sobre él. De nuevo en la bañera lo analizó, en él solo se encontraba un pequeño dibujo hecho a lápiz de una extraña forma. Era como la superposición de símbolos geométricos entrelazados con una serpiente de 7 ojos en su interior. Jamás había visto semejante efigie. Como hipnotizado por él el resto de su alrededor se difuminaba y descomponía como una espesa masa de humo blanco que desaparece por la acción del viento.
Al apartar finalmente la mirada de este, las paredes habían desaparecido. Todo objeto material estaba ausente. Él se encontraba dentro de la espumosa bañera, rodeada de una densa oscuridad. La zona donde se encontraba estaba extrañamente iluminada como si un enorme foco la apuntara desde las alturas.
Ash no daba crédito a lo ocurrido, se encontraba impávido e inmóvil. Aquello no tenía ningún sentido, debía de tratarse de algún sueño, pero por mucho que se pellizcara no se desvanecía aquel escenario tan insólito.
De repente, de entre la nebulosidad, se atisbó una sinuosa figura femenina. Una especie de polvo blanco gaseoso salía tras sus lentos pasos. Aún su rostro no era visible, solo se podía imaginar una larga cabellera y una elegante forma alargada.
Cuando el ente se adentró por fin en las inmediaciones de la luz, dejó ver a los deseosos ojos de Ash su auténtica forma. Llevaba una ligera y vaporosa tela negra, esta se veía deshilachada y roñosa por el paso de los años, de sus huesudos hombros caían unos ondulantes mechones rojos, su rostro era pálido y fino. En su cuello colgaba una brillante cadena dorada que terminaba en aquella acética alegoría.
Cuanto más se acercaba a él su corazón más se desbocaba a un ritmo vertiginoso. Ash, petrificado por la circunstancia, incapaz siquiera de pestañear, no pudo evitar que una de las manos de aquella muchacha rozara su rostro, notando entonces su gélido tacto. Tras eso se perdió de nuevo en la oscuridad.
Se giró en todas las direcciones intentando en vano contemplarla de nuevo, y así poder entablar algún tipo de comunicación y conseguir al menos alguna respuesta. En una de estas, cuando estaba decidido a salir de la bañera y adentrarse en la oscuridad, cuál fue su sorpresa cuando al girarse su cara estaba frente a la suya. Su pelo se había levantado, se movía fluctuante hacia todas las direcciones, como si se encontrara bajo el océano. Sus grandes ojos penetrantes estaban clavados en los suyos. Hizo el amago de abrir la boca cuando…
“JOHANNA DROVE SLOWLY INTO THE CITY
THE HUDSON RIVER ALL FILLED WITH SNOW
SHE SPIED THE RING ON HIS HONOR’S FINGER
OH-OH-OH.”
El móvil estaba sonando. La alegre melodía de Vampire Weekend lo había sacado que aquella mística experiencia. Volvía a estar en su banal baño, las paredes volvieron a su lugar de origen. La oscuridad había desaparecido, y solo quedaba una cierta penumbra.
Ash se incorporó en la bañera, estiró la mano y cogió el móvil que se encontraba encima de una ordenada montaña de toallas, que seguramente su maniática madre había hecho horas atrás. Con la mano aun llena de jabón lo cogió enfurecido:
-¡¿DIGA?!-, pregunto cabreado.
-Como que ¿diga? Ash, son las 7, ¿dónde coño estas?- Respondió una indignada voz afilada.
-¿¡QUÉ!? Cómo que las… Mierda, ¡JODER… PERDÓN! Me he quedado dormido. Me visto y salgo. Estaré ahí antes de que digas pastel de arándanos.- Dijo Parafraseando a Bruce Willis.
-¡Ni arándanos ni mierdas, ven ya!- Respondió rápidamente el otro muchacho. –Oki doki.- terminó Ash.
Continuará.
Darko
Una vez más se hallaba en un bar de mala muerte, rodeado de humo y personas desconocidas. Sus amigos, una vez más, se encontraban en paradero desconocido. Se dispuso para salir de aquel extraño lugar, cuando notó que una mano fría acariciaba la suya. Se giró con la esperanza de hallar una cara conocida, pero no halló nada de eso al hacerlo.
Una sonrisa perfecta con pinceladas de carmín, un pelo largo que le llegaba más allá de los hombros, liso y brillante, de un color tan oscuro como la mismísima noche. Un conjunto de pecas se alojaban en la parte superior de la nariz creando un efecto de nebulosa justo debajo de los ojos, unos ojos que evitaban el contacto y se escondían bajo la sombra de un escorzo cabizbajo.
Ese ser tan perfecto le arrastró entre la multitud como un pequeño infante. No sabía quién era ni qué pretendía, pero sólo se podía dejar llevar por la situación, era como si no tuviera posibilidad alguna de rechazar ese encanto que desprendía. Así pues, su plan de salir de ese psicodélico lugar lo dejó aparcado por un momento y siguió agarrado a su mano. Una vez llegados al final de un apagado pasillo, frenó, se giró y lo miró a los ojos fijamente. Sintió como su corazón le daba un vuelco; su mirada era fría, intensa, y al mismo tiempo penetrante. Cuanto más la miraba, más se aceleraba su corazón. Esos ojos no eran la primera vez que se anclaban en los suyos, con rostros diferentes pero con el mismo mensaje ocular. Todos estaban relacionados, el señor oscuro del banco, la mujer pelirroja de la bañera,… Todos tenían la misma mirada, los mismos ojos.
La muchacha apartó la mirada y señaló a un cuadro que se encontraba a su derecha. En él se hallaban dos personajes de apariencia expresionista, una mezcla de los cuerpos de Egon Schiele con los rostros deformes de las máscaras de Emil Nolde. El resto de la composición era un fondo difuso con mezclas coloridas de toques ácidos que creaban profundidades. Cuando estaba a punto de apartar la mirada, se percató de un pequeño símbolo que uno de los hombres portaba en su mano. Este, de pequeñas proporciones, se encontraba fuertemente agarrado por la mano derecha, mientras la otra mano señalaba a la tierra con uno de sus largos y finos dedos. En ese instante surgieron de su interior sensaciones y olores reprimidos. Era el mismo símbolo que había visto horas atrás en esa extraña visión de la bañera. La misma serpiente de siete ojos, las mismas figuras geométricas. ¿Qué relación tenía todo esto?
Cuando se volvió para vomitar todo tipo de preguntas desesperadas, la joven muchacha ya no se encontraba a su lado, se había alejado y se encontraba en el linde del pasillo y la inmensa multitud.
El joven muchacho se quedó extrañado, sólo en aquel pasillo, en medio de una tenue oscuridad, mirando desde la lejanía. Hizo un tímido amago de dirigirse hacia ella, pero esta al momento comenzó a avanzar también. Se apresuró para no perderla entre la multitud atravesando a paso ligero el amplio pasillo como bien pudo, esquivando personas descompuestas y en estado de embriaguez. Finalmente consiguió salir de aquel cuchitril chocándose con personas que estaban como bajo el embrujo de algo superior. Sus ojos eran blanquecinos, con mirada perdida; y sus cuerpos se movían al ritmo de una extraña melodía acompañada de luces estroboscópicas. Eran como zombies alimentándose de aquel sonido tan peculiar.
Al salir, allí estaba ella, sola en medio de la calle, rodeada de una leve neblina que daba al encuadre un toque de lo más cinematográfico. Ash dio tres pasos cuando ella finalmente se manifestó.
-Ven, te mostraré lo que andas buscando. Si quieres respuestas agarra mi mano. – Dijo mientras levantaba su brazo con la mano semiabierta.
Ash, atónito, se acercó lentamente con la firme solidez de un continente, rozó su mano y cuando la cogió definitivamente sintió como todo su cuerpo se retorcía, la cabeza le daba vueltas, todo giraba a su alrededor, se hacía borroso, difuso, abstracto.
(Continuará)
Darko
– Mi estómago… Mi cabeza… – Todo seguía dándole vueltas como en un carrusel. Su mirada estaba borrosa por las lágrimas espontaneas que se habían decidido manifestar tras aquella extraña experiencia. Se encontraba a cuatro patas sobre hierba mojada que apretaba fuertemente con los puños. Cuando levantó la cabeza lo que vio lo sacó del ensimismamiento y choca de bruces con la realidad.
Ya no se encontraba en la calle, ya no había ningún pub tras él, no habían coches ni ruidos urbanos, solo el silencio lo acompañaba. La joven muchacha no se hallaba en ninguna parte, había desaparecido una vez más. Frente a él, una antigua farola encendida alumbraba tenuemente una vieja y aparentemente abandonada casa de mediados del siglo XX. Esta, de estética modernista y a caballo con ciertas tendencias brutalistas, se levantaba sobre pilastras lisas de hormigón armado. En el centro de la composición, y a modo de entrada, se encontraba un cubículo de cristal con una puerta. Ash se acercó y limpió un poco la superficie para ver su interior. Dentro se podía observar un pequeño hall con algún que otro mueble roñoso, papeles en el suelo, y objetos desperdigados como si los antiguos habitantes de aquel lugar hubieran salido apresuradamente de allí. Al fondo una amplia escalera que daría seguramente acceso a la casa.
Todo aquello no le daba muy buena espina, pero no pudo evitar poner la mano sobre el pomo dorado de la puerta y hacer el amago de abrirla. Para su sorpresa, esta se abrió sin ninguna reticencia. Una vez dentro sus fosas nasales no pudieron evitar estornudar por la ingesta cantidad de polvo en suspensión. Dio una pequeña vuelta por el cubículo y cuando se dirigía a subir por las escaleras, cogió uno de los papeles del suelo que titulaba.
<< PELIGRO DE CONTAMINACIÓN. DISTRITO 8; PLAN DE ACTUACIÓN CRÍTICO >>
El texto continuaba:
<< Debido al acontecimiento producido el 37 de enero de 1941 a las 05:26 AM, es necesario proseguir con los protocolos establecidos por el ZVI. Se desconocen las causas del accidente, aislamiento obligatorio. No se tendrán en cuenta los daños colaterales. Máxima precaución, riesgo de contagio no confirmado. Se autorizan armas de nivel 9. >>
Ash, con cara de póker, dejó caer el folio de nuevo al suelo y no le dio mayor importancia que el de una broma pesada. Una vez en la segunda planta, otra polvorienta puerta de cristal daba acceso finalmente a la casa en sí. Esta que se encontraba entre abierta, no le supuso ningún problema. En cuanto la cruzó, las luces de la casa se encendieron, todo se cubrió de un espeso manto de luz blanca cegadora que rápidamente inundo todo el recinto, absorbiéndolo a él con ella. Cuando esta se difuminó, todo estaba limpio y nuevo, como recién construido. De repente comenzó a oír voces femeninas que procedían del salón, y efectivamente, allí se hallaban un grupo de chicas sentadas en dos grandes sofás vintages, frente a ellas una mesa de cristal con un reluciente juego de té recién servido. Ellas, vestidas de época, charloteaban efusivamente en lo que parecía alemán cerrado, ajenas a la presencia del chico.
-Hola, disculpen, no sé cómo he llegado hasta aquí, quizás ustedes podríais ayudarme…-, pero no hubo respuesta, ni siquiera una mirada, una reacción; seguían sumidas en su cháchara. Se acercó más pero seguían sin inmutarse, lo repitió de nuevo, pero fue como si no existiera, como si fuera invisible.
Siguió avanzando por el recargado salón hasta llegar a un amplio pasillo en semi-penumbra, al final de este una de las habitaciones estaba encendida y lo alumbraba. Ash, como una polilla hacia la luz, no pudo evitar precipitarse hacia aquel destino.
-¿No has oído lo que he dicho? Lo encontramos hace una semana. –Dijo una de las voces masculinas de su interior.
–Cuando recopilen todos los datos nos enviarán un comunicado de actuación. Hasta entonces debemos continuar en nuestras posiciones. –
-Pues a mí no me hace ninguna gracia, llevamos aquí ya 5 meses sin hacer nada, parece una broma de mal gusto.- Contesto otro de los hombres, este con un cierto regusto alemán. También se oía a otro hombre de fondo que parecía estar dictando algo por telégrafo.
-¿Pero no os dais cuenta que esto puede significar un giro completo a la historia? Somos los elegidos por el mismísimo führer, él ha confiado en nosotros para esta misión. De nosotros depende que ganemos la guerra. –
Entonces una voz femenina hizo acto de presencia.
–Deberíamos ir nosotros mismos a la base, a todas estas aún no lo hemos visto con nuestros propios ojos, quizás así Albert se tranquilice un poco.-
-Hablaré con la base para que nos organicen una visita si así os quedáis más tranquilos.- Contestó de nuevo el primer hombre con una voz rotunda.
En seguida un ruido de sillas comenzó a repetirse en la sala y uno de los hombres salió de la habitación a paso ligero, inmutándose de la presencia de Ash en el pasillo. Una vez que desapareció aquel hombre, al poco tiempo se oyó el sonido de la puerta principal cerrarse con fuerza. Fue entonces cuando finalmente se decidió pues a asomarse a la habitación. Efectivamente ahí se encontraban tres hombres más, uno de ellos un joven taquígrafo de espaldas, y en una de las esquinas, junto a una planta, la mujer que había cerrado la conversación. Era ella, la chica que lo había arrastrado por la multitud y enseñado aquel cuadro, era quien lo había traído hasta este extraño lugar. Ella lo miró fijamente a los ojos y le mandó una disimulada sonrisa de complicidad. Luego rebuscó en su bolso y disimuladamente sacó un arma, disparando a los dos hombres de la reunión, que cayeron rápidamente al suelo. El taquígrafo, muerto de miedo, se tiró al suelo ipso facto temiendo por su joven vida. Ella se agacho y le susurró algo al oído que lo tranquilizó.
-Vamos, hay que salir de aquí, ya no es seguro.- Le dijo a Ash mientras salía corriendo de la habitación. Al llegar al salón, le sorprendió el silencio que había, el grupo de mujeres se encontraban aparentemente dormidas en el sofá, aunque algo le decía que no estaban precisamente en un estado de ensoñación. Cuando finalmente pasó por su lado la espuma de sus bocas confirmaban la sospecha.
Justo antes de cruzar la puerta de salida ella se giró y cogió su brazo junto con una pluma << 53.466667°>>, desapareciendo inmediatamente tras la puerta. Ash la siguió pero una especie de flash lo cegó momentáneamente precipitándolo por las escaleras y cayendo en el polvoriento suelo del piso inferior.
(Continuará.)
Darko
Al incorporarse de nuevo, y con el cuerpo malherido, su primer impulso fue mirarse el brazo para comprobar que todo había sido real; y efectivamente, en su blanquecino brazo imberbe se hallaban esos incongruentes números. 53.466667, ¿Qué eran esas cifras? ¿Qué quería trasmitirle con ellas? Esas preguntas se arremolinaban en su cabeza como un torbellino que acompañaba con él un desasosiego y estrés asfixiante.
Al salir de la casa ya estaba amaneciendo. Los primeros rayos del sol se colaban por entre los árboles, y los primeros pájaros cantores comenzaban sus funciones primarias. Avanzó durante unos minutos por la vieja carretera en la que había aparecido, y al poco tiempo se topó con la carretera principal. Tras varios intentos de autostop consiguió subirse a un coche y volver a la ciudad.
Tras casi 13 horas durmiendo, cogió el móvil y estableció un lugar y una hora con su grupo de amigos, era el momento de contarlo todo, ya no se podía guardar más para él todo aquello. Cogió de entre sus gavetas una camisa de botones blanca lisa, la cual se abrochó hasta el cuello. A continuación se puso encima un jersey negro de pico. Arrebató de la silla un pantalón pitillo negro, el cual se había puesto la noche anterior, y para finalizar unas Dr. Martens. Cogió su mochila y salió raudo y veloz de su habitación. Cuando atravesaba el pasillo oyó los incesantes alaridos de Mcfly, el cual seguramente no había sido alimentado por su dueño. Mcfly era el hurón de Johan, se había pasado los últimos meses de otoño e invierno rogándole a sus padres que le compraran uno. Ellos, cansados de los chantajes y victimismos de su mimado hijo, le regalaron uno por navidad. Todos en aquella familia sabían que no era más que otro capricho pasajero, y así fue. Al cabo de las semanas el pobre animal cada vez era más abandonado y dejado de lado cual juguete viejo. Ash abrió la puerta de la habitación de su hermano y encendió la luz. Como era de esperar él no se encontraba en ella. Se acercó a la jaula y efectivamente no tenía comida, y aun peor, no tenía agua. Aquel minúsculo animal de ojos oscuros y pelo cobrizo lo miraba como si fuera consiente que él era su salvador. Lo alimentó, y con la conciencia tranquila salió de aquella apestosa habitación, bajo las escaleras, se despidió desde la lejanía de su familia y salió al mundo exterior. Fuera hacía bastante frío, se colocó bien la chaqueta, se puso los auriculares y prosiguió su camino hacia Battersea Park al ritmo de Arctic Monkeys. El Battersea park, o también conocido como el corazón verde de la rica élite londinense, es el parque principal del sur. Se extiende por casi un kilómetro cuadrado de zonas verdes bañado por el río Támesis, frente a la trendy Chelsea, a la que solían ir de fiesta. Una vez en Parkgated road, atravesó el Albert Bridge y llegó por fin a Carriage Drive North. Finalmente, ya en el verde recinto, Ash exhausto, disminuyó su paso y empezó a observar el bello río que tenía a su izquierda. La gente paseaba tranquilamente con sus familias y parejas a su alrededor, mientras él, seguía enfrascado en su videoclip particular. A pocos pasos se podía observar ya la monumental pagoda budista donde habían quedado, esta se hallaba tenuemente oculta entre arboles sin hojas, y sobresaliendo de estos, su pronunciado pico dorado y sus tejados a dos aguas. En sus gigantescas escaleras se hallaban sus amigos. Entre ellos se podía destacar la alta figura de Tom, el cual gesticulaba de manera exagerada por alguna razón. Este se percató de la llegada de su amigo y se quedó inmóvil, observándolo desde la corta lejanía hasta su llegada. Subió las escaleras y se plantó frente a ellos. Delante de él se encontraban cuatro personas sentadas: Driu, un chico de estatura media y regia constitución, de ojos claros y castaño cabello. Regina, una atractiva chica morena de piernas interminables y de serpenteante cuerpo. Su cara era redonda y mofletuda, y siempre colorada. Junto a ella se encontraba Daniel, o más conocido como Dann, un encantador chaval de pelo largo lacio anaranjado e innumerables pecas en su rostro. Su pálida tez y sus ojos azules lo convertían en un chico muy atractivo, algo de lo que era muy consciente Tom, ya que era su novio. Este, a la izquierda de Dann, se encontraba frente a la inmensa silueta del Buda dorado. Ash, que aun sentía los latidos acelerados de su pecho por el largo camino recorrido, saludó e intentó tomar asiento con sus callados amigos, pero el silencio duró poco. En seguida, se vio avasallado a preguntas inquisidoras sobre las noches anteriores, sus desapariciones y aquel extraño mensaje que los convocó ahí. Tras varias horas de explicaciones, justificaciones y desvariaciones múltiples, sus amigos, con una mezcla de escepticismo y preocupación, no sabían muy bien que pensar de todo aquello. Sólo Tom fue capaz de ir más allá e intentar buscar alguna explicación razonable. Tras varios minutos en silencio, algo raro en él, dio con la clave de la cuestión. -Tus números, esos que nos has enseñado, creo que ya se lo que significan. Si no me equivoco son coordenadas.-. -¿Coordenadas?- Dijo Driu desorientado. –Sí, fíjate bien, la cantidad de números, el punto que separa el 53 del resto… Tiene toda la pinta, prueba a introducirlos en el GPS del móvil y salgamos de dudas.- continuó Tom. -¡Eureka!, funciona, lo que… ¿Dónde está esto?-, dijo Ash nervioso. -Eso está a las afueras, muy a las afueras creo yo…-, contestó Regina contagiada por la emoción del grupo. -Esto es muy emocionante, tenemos que ir.-, continuó. -Tom, tú traíste el coche, ¿verdad?- A lo que rápidamente y adelantándose a la respuesta del preguntado, Dann contesto con un rotundo y firme sí. Todos se quedaron callados y mirando fijamente al pobre Tom, el cual se veía en su cara que no le gustaba la idea y que comenzaba a arrepentirse de haber desvelado el verdadero significado de los números. Tras varias ofensivas y chantajes, Tom no tuvo más remedio que acceder al plan. Se levantaron apresuradamente de la escalera, cogieron sus cosas y se encaminaron al coche dirección 53.466667. (Continuará.)
Darko
Tras varias horas en el coche, y atravesando carreteras primitivas en tierra, el GPS indica la llegada al punto de origen de los misteriosos números del brazo. Tom, puso el coche en punto muerto y los cinco jóvenes se quedan hipnotizados mirando a través de las ventanas. Una gran nave industrial, vieja y roída por el paso del tiempo, se alzaba ante ellos como una montaña.
Aún sin salir del coche, comenzaron las primeras impresiones:
-¿En serio vamos a entrar ahí dentro?- Dijo un Tom muy receloso. -¿Es que de verdad nadie piensa que esto es una mala idea? No sabemos que puede haber ahí, o peor aún, no sabemos en qué estado se encuentra ese dichoso edificio, podría desmoronarse sobre nosotros en cualquier momento. Maldita sea, no sé cómo siempre me acabáis arrastrando a vuestras movidas.- Continuó perdiendo poco a poco los papeles.
-Tom, relájate, no seas drama queen, siempre igual de catastrofista…- Dijo Dann intentando tranquilizar a su novio. -¡Ay! De verdad, siempre tan negativo y corta royos, si quieres quédate en el coche y listo.- Añadió Regina de manera seca y directa.
Mientras en el coche iba en in crescendo la discusión, Ash se me mantenía absorto con la mirada fija en la nave. Su corazón latía a mil por hora, y un sudor frío bajaba por su cuello perdiéndose bajo la tela de su camisa. En su cabeza, miles de supuestos se arremolinaban caóticamente generándole una sensación de asfixia que cada vez se hacía más punzante.
-Se acabó, voy a entrar yo solo. Tom tiene razón, puede ser peligroso, quedaos aquí y os voy diciendo por wassap.- Dijo rotundamente Ash mientras salía del coche precipitadamente. – ¡Ni de coña! No hemos venido hasta aquí para quedarnos en un coche, si tu entras yo entro, quien se quiera quedar, que se quede, fin del problema, aquí todos somos adultos.- Concluyó Dann bastante excitado por todo aquello. Tras varios segundos, todos estaban fuera del coche y rumbo a la nave industrial.
Realizada en hormigón armado en sus primeros pisos, se continuaba con chapas de metal oxidadas que acababan en un tejado a dos aguas coronado por monumentales y muertas chimeneas. Cubierta por la melaza, y con algún que otro graffiti, no fue fácil encontrar una entrada, ya que todas se encontraban tapidas con ladrillos. Tras prácticamente rodear todo el edificio, consiguieron encontrar una vieja escalera de incendios que daba acceso a algún piso superior. A esta le faltaban los primeros peldaños, por lo que acceder a ella no sería tarea fácil.
-La única opción es que alguno de ustedes me deje ponerme en sus hombros y así intentar llegar hasta ahí.- Dijo Ash mientras miraba fijamente a Tom. -Eres el más alto, déjame intentarlo…-.
-¿Me estas vacilando? ¿Pero cómo voy a ayudarte a semejante locura? Aun llegando, no sabes en qué estado esta esa escalera, podría romperse en mil pedazos, además, no sabes que habrá ahí, podrías encontrar otra puerta tapiada o… Esto es una señal, volvamos al coche.-
Ash continuó mirándolo sin emitir sonido alguno, la conexión que ambos tenían desde la infancia fue suficiente como para no tener que hacerlo. Tom sabía que no se rendiría, y que era algo lo suficientemente importante como para jugarse su propia vida en ello. Tras ese silencio incómodo en el que nadie se atrevió a emitir sonido alguno, Tom se agachó y dejo que Ash se subiera en él. Tras varios intentos, consiguió agarrarse a la roja y purulenta escalera metálica y comenzó a subir por ella.
Una vez arriba, vio que Tom tenía parte de razón en su discurso, lo que ya alguien había solucionada dicho problema, haciendo un agujero lo suficientemente grande como para poder entrar por él. Se asomó de nuevo a donde se encontraban sus amigos y les contó lo visto. Tanto Dann como Driu enseguida quisieron subir con él, y tras una larga e intensa discusión, comenzaron a trepar uno a uno por ella, quedándose Regina y Tom abajo a la espera de los demás.
Finalmente, los tres jóvenes se encontraron en la explanada frente al agujero, se cruzaron miradas cómplices y Ash tomo el liderazgo adentrándose el primero en el interior de lo desconocido.
(Continuará.)
Darko
La primera estancia a la que accedieron estaba llena de escombros y suciedad, latas de cerveza, papeles, jeringuillas… Un compendio de basura que puso muy nervioso a Driu.
-Quizás Tom tenía razón y esto no sea tan buena idea.-
-No seas miedica Driu, ¿qué nos puede pasar? Hemos comprobado que la única entrada es por la que nos hemos colado, y dudo que alguien la haya usado recientemente. Además, los chicos están fuera por si viene o pasa algo, no te comas el coco, disfruta de la aventura.- Contesto Dann tranquilizando a su amigo.
Los tres jóvenes continuaron inspeccionando el recinto, pasaron de una sala a otra, de un despacho a otro. Las paredes y los techos estaban cubiertos de un denso manto negro, como si se hubiera producido un incendio tiempo atrás. Los graffitis y las manchas oscuras se intercalaban generando un contraste muy ecléctico en el espacio. Continuaron vagando por el piso hasta que se toparon de bruces con una puerta entreabierta que ocultaba tras de sí unas escaleras de emergencia.
-Deberíamos separarnos, unos subir un piso más y otros bajar a la planta inferior, así buscaremos más rápido.-
-¿Buscar? ¿Buscar el qué exactamente?- Contesto Dann desconcertado. Ash, que estaba mirando por el hueco de la escalera, se quedó en silencio sin saber bien que contestar a aquella pregunta. La verdad era que ni el mismo lo sabía. Aquella misteriosa mujer solo le había dado las coordenadas, pero no le había dicho que hacer con ellas. Tenía la esperanza de que una vez allí, algo pasara y resolviera alguna de las preguntas que lo atormentaban.
-Mira, sinceramente, no lo sé, estoy igual de perdido que tú. Solo sé que debo estar aquí. Id ustedes a la planta de arriba y yo bajaré a la siguiente. Nos vemos en este punto en unos 15 minutos. Si pasa algo o veis algo raro llamadme inmediatamente.-
Una vez divididos, Ash comenzó a bajar los escalones adentrándose en las entrañas del edificio en busca de respuestas. Ya en el primer piso, se encontró en medio de un estrecho y tenebroso pasillo con camillas volteadas en el suelo y mucha más suciedad. Cada paso dado significaba el pisar miles de roñosos objetos desperdigados por el suelo. A medida que penetraba en él, un escalofriante malestar se iba apoderando poco a poco de su cuerpo.
De repente, una especie de resplandor momentáneo lo paralizó. Fue como si las luces del pasillo se hubieran encendido una milésima de segundo, como un espasmo lumínico. Continuó caminando y al poco tiempo volvió a pasar. Esto se fue repitiendo cada vez con menos margen de tiempo entre uno y otro. Ash, asustado, comenzó a correr como si el mismísimo demonio le persiguiera. Acelerado por la situación, corría esquivando las camillas y los muebles rotos que dificultaban el camino. Continuó moviéndose hasta llegar a una bifurcación en el claustrofóbico corredor. Cuando giró la esquina ya la luz no volvió a apagarse más, un resplandor deslumbrante lo cubrió todo dejando a Ash ciego. Él, que a pesar de todo seguía corriendo presa del pánico, colisionó de bruces con algo haciéndole caer al suelo como un vil saco de huesos.
Poco a poco los ojos se fueron adaptando a la claridad, pero lo que realmente lo desconcertó, fueron los murmullos y ruidos que le rodeaban. A su alrededor, personas con batas blancas pasaban ajetreadamente a su lado con gran indiferencia. Frente a él, una gorda mujer con gafas se encontraba tirada en el suelo, rodeada de papeles. Ash se levantó rápidamente y la ayudó a ponerse en pie.
-Aber Sie können das verdammte Problem sagen, fast meine Nase brechen, idiot.- comenzó a despotricar la mujer. Ash, que no había entendido ni una sola palabra de todo aquello, intentó disculparse como buena mente pudo e intentó ayudarla a recoger los papeles. Todos estaban escritos en alemán, aunque hubo algo que reconoció al instante. En una de las esquinas del folio, se encontraba dibujado el símbolo de la serpiente de seis ojos, aquel símbolo que le había cambiado forzosamente la vida semanas atrás.
La señora, que se había percatado de la reacción de Ash ante el símbolo, se lo quitó rápidamente de las manos. – ¿Quién eres tú? No te había visto nunca por este planta, ¿de qué huías?- dijo la mujer con un fuerte acento alemán y aún malhumorada. –Si te lo contara no me creerías, aún estoy asimilándolo yo…- Y sin dejar que terminara de hablar el muchacho, la mujer le interrumpió. –Vas a tener que acompañarme, te llevaré ante Drake, él sabrá que hacer contigo.- Sin poder esbozar palabra alguna, la ruda mujer lo agarró del brazo y lo arrastró por el pasillo. El mismo pasillo que minutos atrás era repugnante y siniestro, se había convertido en un impoluto y reluciente pasaje. Las camillas limpias pegadas a la pared, los armarios cerrados, las paredes impolutas… Súbitamente se oyó una explosión. Todo el mundo al oírla se quedó paralizado hasta que rompió en pánico. El gentío comenzó a correr de un lado para el otro de manera caótica. La señora gorda, desorientada, seguía agarrada fuertemente al brazo de Ash. Tras varios segundos quietos, tiró de él y lo continuó arrastrando entre la agitada multitud hacía donde parecía que se encontraba el foco de la explosión.
(Continuará.)
Darko
A contra corriente, Ash y la señora gorda, continuaban luchando contra la marea caótica del gentío, estos, que se encontraban presa del pánico en aquel estrecho pasillo, se pisoteaban unos a otros como una vil estampida animal. Un fuerte y constante sonido estridente retumbaba por todas partes, acompañado de una irónica voz femenina de tono tranquilo y sosegado que en bucle repetía: “Alerta, alerta, peligro de contaminación.”
La señora gorda, que lo continuaba agarrando fuertemente del brazo, lo empujó hacia una habitación que se encontraba entreabierta y cerró la puerta tras de sí. De repente, lo atacó un destello de pánico, hasta que comprendió que debía estar soñando. Era extraño, pero seguramente era un sueño. Podía sentir su cuerpo, sus dedos sobre su piel, su respiración. Podía oír su respiración. Sin embargo, estaba rodeado de un vacío completo y uniforme.
-¿Lo has provocado tú verrdadd? tú y tus estúpidos amiguitos, siempre entrometiéndose en todo.- Dijo muy nerviosa mientras sacaba precipitadamente del bolsillo de su bata una tarjeta blanca, la cual hizo activar un mecanismo en la pared. –¡Vamos, entra!- grito mientras daba tres pasos hacia él con un bolígrafo en la mano a modo de arma. -Quizás ese tal Drake tenga alguna respuesta- Se decía a sí mismo. –No tengo nada que perder, esto no es real- Se repetía.
Ambos se introdujeron en el pasadizo y bajaron por una escalera tenuemente iluminada, la luz se iba por momentos, y la repetitiva grabación de alerta cada vez se volvía más insufrible. Tras bajar lo que parecían varios pisos en las profundidades, finalmente se pararon frente a una sólida y estrecha puerta negra. La señora gorda volvió a sacar su tarjeta, pero esta vez se lo pensó dos veces antes de activar el mecanismo y que esta se abriera ante ellos. La habitación era grande y minimalista, de suelos y paredes blancas. Estas, se encontraban decoradas por algún que otro cuadro de la poética de lo sublime, y repartidas por la sala, alguna que otra planta que dotaba de tonos verde oscuro la composición. A un lado, una gran mesa de madera con patas de león, y tras de sí, una panorámica cristalera. En ella, un hombre de metro noventa se encontraba de espaldas a ellos, concentrado mirando por el cristal.
-Dr-dra-ke, te traigo a un rebelde, lo encontré merodeando por el pasillo justo antes de la explosión, es uno de ellos…- El hombre, que seguía sin inmutarse, continuaba fijamente mirando por la cristalera. -¿Drake?- insistió la señora. –¿Las muestras están protegidas?- dijo el hombre. S-si- respondió nervosa la mujer. -Muy bien Antje, déjame con nuestro invitado, debes coger un helicóptero.- contestó muy tranquilamente el misterioso hombre. – Pe-pe-ro señor, ¿y-y usted?- Respondió atónita con los ojos como platos. –Has lo que te he dicho.- respondió con gran rotundidad. La mujer, que vaciló un par de veces antes de dar el paso, salió lentamente por la puerta cerrándose esta tras ella. El perforador sonido había desaparecido, y la paz se apoderó de la sala. Sintió que el silencio que lo rodeaba era como una masa de aire sólido que lo oprimía. Al principio, el pánico se apoderó de él una vez más. Pero cuando su mirada se ancló a uno de los cuadros de la pared todo se volvió calma.
-Caspar David Friedrich. Uno de los mayores exponentes de la pintura romántica alemana del siglo XIX, ¿su obra es sobrecogedora verdad?, nos hace plantearnos lo insignificantes que somos ante las fuerzas naturales que rigen nuestro destino. Meros e insignificantes insectos ante un demiurgo superior.- Dijo mientras se terminaba de girar hacia Ash.
El enigmático hombre, alumbrado por las luces y sombras dramáticas típicas del cine negro, se aventuró por la habitación hasta posicionarse a su lado. Su mandíbula era muy marcada, acorde con su tosco rostro. Una nariz griega sobresalía prominentemente de su cara, esta se intuía que había sido rota en el pasado, y sus ojos, de color oscuro, eran penetrantes e incisivos. Una pequeña cicatriz en el labio inferir llamó fuertemente la atención de Ash, fijando sus ojos en ella con descaro. –¿Te ha enviado ella verdad?- ¿ Quién?- contesto el muchacho confundido volviéndole a mirar a los ojos. Una leve media sonrisa se dibujó en su rostro mientras volvía a mirar con detenimiento el cuadro. –¿Aún no lo sabes verdad?, típico de Aleksandra, siempre tan cautelosa.- Tras un breve silencio volvió a hablar. -Ambos sabemos que tú realmente no estás aquí, no al menos en este tiempo. Alek te ha traído para que veas como comenzó todo, para que veas su insignificante victoria. Un tanto patético he de añadir, regodearse de una simple batalla ganada. Las guerras son largas…El tiempo continúa y la historia se reescribe constantemente.
-Asómate a la venta, y contempla el único logro de tu twórczy, la única victoria que tendrá.- tras los brillantes cristales de la habitación, un gran vacío se abría ante él. Una cavidad hueca vertical, de forma circular, atravesaba toda la instalación, en el fondo, un gran armatoste negro, de formas puntiagudas y brillantes, se encontraba ardiendo y claramente destruido. – En cuanto a ti Ash, ya nos volveremos a ver.- El muchacho escalofriado por oír su nombre saliendo de su boca, se giró rápidamente hacia Drake, cuando este, armado con una pistola, descarga cuatro balas, dos de ellas en el cuerpo de Ash, y las otras dos impactan contra el cristal, volviéndose este mil pedazos.
-Mándale saludos a Alek.- y lo empujó hacia el vacío.
(Continuará.)
Darko
-¡Hey Driu, ven a ver esto, corre!- Este, que se encontraba en la habitación contigua, se había entretenido mirándose en un roñoso espejo, quedándose atrás en la expedición. Se apresuró lo más rápido que sus pequeñas piernas le permitieron y entro en la habitación como una mosca que intenta salir desesperadamente por una ventana cerrada. – ¿Qué has encontrado Dann? Dime que no es un cadáver.-
El muchacho, que permanecía callado mirando fijamente un punto el cual Driu no podía llegar a ver desde donde se encontraba, solo hizo un leve amago con la mano para que este se acercara. Driu, extrañado por la situación, se fue aproximando poco a poco.
-¿¡Pero qué coño!? ¿Qué mierda es esta Dann, y todos esos DNIs?-. -Pues parece algún tipo de altar ¿no?- . -Pero son muchísimas caras… ¿Qué crees que será de ellos?-. – Pues lo más probable es que murieran o desaparecieran… No lo sé…- . – Pues esas flores están frescas tío, eso significa que alguien ha estado aquí recientemente… ¡joder Dann, puede que hasta siga aquí! Hay que avisar a Ash y salir de este lugar cuanto antes- . – ¡Calla! No grites, bajemos al punto de encuentro, ya han tenido que haber pasado los 15 minutos que acordamos con él.-
Los dos chicos, a paso ligero, comenzaron a volver sobre sus pasos hacia el punto de reencuentro. En mitad de una de las oficinas, Driu se paró en seco frenando a su amigo con él. -¿Qué haces? ¿Por qué paras?- preguntó Dann con el ceño fruncido. – Me ha parecido oír algo, como una voz lejana que susurra- . – No flipes tío, te estas emparanollando, muévete.- Respondió bruscamente mientras tiraba de él. En seguida, el siguiente en pararse en seco fue el propio Dann. Ambos se miraron, y como un espejo, se reflejaron mutuamente un rostro pálido como la nieve. – Vale, ahora sí que lo he oído… Esto no mola nada, hay que darse prisa- . Aún con el corazón a mil por hora, comenzaron a acelerar más y más su paso, hasta convertirse en una ligera carrera de obstáculos. Por fin en el pasillo, ya solo quedaba atravesarlo y cruzar la puerta de acceso a las escaleras de emergencia y bajar hasta Ash. Los dos muchachos se miraron esperanzados y respiraron hondo.
Tras dar tres escasos pasos, una de las puertas que daban al pasillo, se abrió de golpe dejando caer al suelo algunos de los cristales rotos que aún poseía, haciéndolos frenar ipso facto. Petrificados como por un extraño conjuro, sus cuerpos eran incapaces de generar algún tipo de reacción física. Con la mirada fija en la puerta, mantenían la esperanza de que hubiera sido producida por algún tipo de corriente de aire repentina o algún sucio y simpático okupa bonachón, pero los sonidos que se produjeron a continuación generaron un engarrotamiento mayor en sus extremidades.
Una especie de débil gemido comenzó a salir de su interior, acompañado del cojo crujir de los cristales rotos en el suelo. Pronto, los ruidos cobraron forma, apareciendo tras la puerta, la efigie del horror: unos alargados y huesudos dedos fueron lo primero en hacer acto de presencia tras la abertura. Una alta y expresionista famélica efigie, como si de un yogi indú se tratase, fue saliendo lentamente y posicionándose en el pasillo frente a ellos. Tenía apariencia enferma y frágil, sus brazos, cubiertos de yagas y cicatrices, portaban bastos tatuajes desdibujados. Un pelo largo y seco le llegaba hasta los hombros, enmarcando su chupada cara de drogadicto. Los ojos, muy abiertos e inyectados en sangre, creaban una terrorífica armonía con su sádica sonrisa, de la cual caía un fino hilo de saliva.
Casi arrastrándose por vivir, comenzó a acercarse lentamente a los muchachos, los cuales, con ojos como platos, comenzaron a retroceder lentamente sin apartar la mirada de él. – Hola, hola, hola. Pero mira que tenemos aquí, ¿os habéis perdido?- dijo el siniestro señor con una aguda y rasgada voz. Tanto Dann como Driu no contestaron al anónimo individuo, que no paraba en su trayectoria. Este, enseguida comenzó a acelerar progresivamente su ritmo. En ese instante, los chicos comenzaron a correr huyendo frenéticamente de él, pero este, a pesar de su aparente endeblez, comenzó a imitarlos mientras emitía gruñidos y gritos frenéticos.
Los jóvenes, tras una agitada escapada, consiguieron resguardarse en una de las habitaciones bajo una roñosa mesa de madera que apestaba a moho. Enseguida se hizo el silencio, solo los fuertes y espasmódicos latidos de sus corazones retumbaban en sus oídos. Dann, muy nervioso, se apresuró a sacar su móvil para pedir ayuda, pero justo en ese momento, los desesperados gritos del loco volvieron a retumbar en el ambiente, cada vez estaban más y más cerca. El sonido de sus deformes pasos se oía en las inmediaciones. El crujir de los objetos y cristales del suelo siendo pisados, los inmovilizó de nuevo, convirtiéndolos en estatuas vivientes. Driu con la mano en la boca, intentando silenciar así su acelerada respiración, hizo el amago de asomarse, pero en seguida se vio frustrado en ello. Dann lo miro con lágrimas en los ojos y este le contesto con la mano, señalándole que ahí estaba.
De repente, se oyó un seco estruendo en el edificio que los sobresaltó. A continuación, el enajenado hombre emitió una especie de aullido y salió corriendo hacia foco del sonido como un león en busca de su próxima presa. En ese instante, los chicos aprovecharon para llamar a Ash e intentar advertirle, pero su móvil no daba señal. Luego intentaron contactar con los de fuera, pero también fue imposible. Frustrados, se armaron de valor y salieron de debajo la mesa y se aventuraron de nuevo por el edificio en busca de una salida. Esta vez, armados con un viejo extintor y una barra de metal, buscaban desesperadamente algún pasadizo que accediera a la planta baja.
Tras cinco asfixiantes minutos, dieron finalmente con una escalera de emergencia y bajaron hasta el siguiente piso. De nuevo los gritos tronaban por el edificio, y los chicos comenzaron a acelerarse. Mientras corrían desorientados buscando el hueco por el que accedieron al edificio, comenzaron a oír una serie de espasmódicos sonidos, como si de un cuerpo epiléptico se tratase. En seguida lo vieron. Era Ash, tirado en el suelo como un saco de huesos, sus extremidades se movían agitadamente mientras de su boca salía un poco de espuma. Ambos enseguida se tiraron al suelo a socorrer a su amigo, que al instante paró de convulsionar. Tras varios intentos fallidos de reanimación, el joven comenzó a volver en sí paulatinamente.
-¿Qu…que ha pasado?- Preguntó Ash muy débil y desorientado.- No hay tiempo para eso ahora tío, tienes que levantarte, tenemos que salir de aquí, estamos en peligro.- contesto Dann muy agitado. –Venga, ayudémoslo a incorporarse Driu, tenemos que salir de esta pesadilla ya.- Añadió mirando muy fijamente a su compañero, el cual asintió con la cabeza y procedió.
Entre los dos cogieron a Ash y continuaron buscando la salida. -¡Ey! ¡Ahí está! Era esa, estoy seguro, es esa habitación, recuerdo ese poster en el pasillo justo enfrente.- gritó Driu mientras aceleraba la velocidad hacia la puerta. -¡Aleluya!- Contestó esperanzado Dann. -Lo hemos conseguido…-
(Continuará.)
Darko
Pasaría una semana hasta que pudieron hablar bien con los demás de todo lo ocurrido en aquel infame edificio. La vuelta en coche, donde la tensión podía cortarse con un cuchillo, se vio enfatizada por el permanente silencio de los tres jóvenes. Aún en estado de shock ninguno emitió palabra alguna durante todo el trayecto de vuelta a casa.
Al fin de semana siguiente a los traumáticos hechos volvieron a reunirse todos, como ya era tradición, en el Battersea Park. Sentados en la escalinata de la pagoda, ninguno terminaba de dar el paso, no hasta que Regina, harta de los silencios incomodos, tomó aire y comenzó a vomitar palabras precipitadamente una tras otra.
-Mirad, lo siento, pero estoy cansada ya de tanto secretismo. Dann ya se lo habrá contado todo a Tom, como es lógico, y ustedes lo vivieron, por lo que soy la única en este grupo que vive en la ignorancia. O me contáis que mierda pasó ahí dentro o me voy.- Dijo muy indignada y poniéndose de pie frente a ellos.
–Siéntate anda, yo te lo cuento. -Le respondió sin muchas ganas Dann.
Tras varios minutos relatando la historia, las caras de incredulidad y sorpresa de Regina se iban intercalando entre sí, creando el gift perfecto. Ash, que se encontraba callado a un lado, mirando al río sin prestar mucha atención a la historia de Dann, no podía dejar de darle vueltas a todo lo que él vivió por separado. Se estaba volviendo loco, todo aquello no podía ser real, pero… ¿Y si lo era? ¿Qué mierda le estaba pasando? Hasta la idea de un tumor cerebral le atormentaba cada noche. Todas las preguntas se amontonaban en su cabeza creando una asfixiante atmósfera tan densa como el queroseno. A todas estas, un inesperado codazo en las costillas lo sacaron de su paranoia mental interna.
-¿Y tú qué? ¿No tienes nada que contar? Tú estabas en otro lado cuando eso. –Le pregunto Tom muy interesado y con una sincera cara de preocupación.
–Mmm no, nada, sólo di vueltas por las salas, sin nada que contar la verdad. –Le respondió Ash intentando no darle mucha importancia a lo vivido.
La cara de Tom, con su incisiva mirada escéptica le perforaba los escudos protectores que siempre intentaba ponerse con la gente.
–Ash… ¿A mí? ¿En serio? Que nos conocemos desde los 5 años tío, necesitas hablarlo, y lo sabes. Somos tus amigos, confía anda.
Ash, que intentó mirar a otro lado para no tener que desnudarse ante ellos, se vio enseguida frustrado por la inmediata intervención de Dann:
–Ash, no nos jodas, nosotros te hemos contado la puta pesadilla que vivimos. Los gritos de ese puto loco retumbaban por todo el edificio, imposible que no oyeras o vieras nada. Además estabas en el suelo, inconsciente, convulsionando, algo te tuvo que pasar. ¡LADRA!.
Resignado y sin escapatoria, no tuvo más opción que rendirse ante la presión del grupo y contarlo absolutamente todo. La cuadrilla permaneció en silencio durante todo el monólogo, ni un mormullo, ni un comentario interruptus que le hiciera perder el hilo. Tras todo el alegato, el silencio se prolongó ligeramente en el tiempo hasta que Tom tomó la palabra.
–La verdad es que es todo muy rocambolesco, tanto tu historia como la de Dann y Driu. Yo no sé si en el aire de ese edificio había droga o qué, pero es todo muy surrealista. No dudo que los vivisteis no fuera real, al menos para vosotros. También tenemos que tener en cuenta el cómo llegamos hasta ahí, no fue algo fortuito, esos números nos condujeron. Aparecieron en tu brazo tal y como nos contaste, y lo que viviste entronca con el origen de la secuencia numérica. En conclusión, algo muy raro está pasando, y tú sabes que soy una persona de ciencia, escéptica por naturaleza, y que todo esto me cuesta mucho de digerir, pero dentro de la locura que es, tiene un cierto sentido, una lógica narrativa digna de una novela de Stephen King; aun así me preocupa tu estado. No digo que te estés volviendo loco ni nada de eso, pero creo que no vendría mal que fueras al médico, al menos así iríamos descartando teorías. –Finalizó con un cierto regusto a sorna y con una sonrisa en su cara. En seguida le pasó el brazo por encima de los hombros y lo empotró contra su pecho. – No te comas más la cabeza anda, quizás todo se acabó en ese edificio. No has vuelto a tener ninguna “alucinación” más desde entonces, ¿verdad?
–Mmm no, la verdad es que no. –Contestó casi sin poder respirar y con la nariz escachurrada contra sus pectorales.
–Pues ya está, intentemos pasar página. Además os recuerdo que las vacaciones están a punto de acabar, y en nada volvemos a la rutina universitaria.
En el mismo instante en que terminó de pronunciar la última letra, un espontáneo y unísono “UUUH”, cual canto gregoriano, destensó del todo el ambiente y propició un cambio de tema a más mundano. Inmediatamente todos se dejaron llevar por el tema y comenzaron a despotricar, como era predecible, de temas lectivos, exámenes, asignaturas y profesores. Todo parecía volver a la normalidad, pero algo los estaba vigilando muy de cerca.
(Continuará.)
Darko
Una vez de vuelta en casa, pasó por la cocina, se hizo algo rápido de comer y subió a su habitación. La casa estaba completamente en silencio. Sus padres dormían y sólo el ruido de las ramas de los arboles contra el cristal, agitadas por el viento, rompían dicha paz. Apagó la luz de su cuarto, deshizo la cama y cayó rendido en ella.
El día siguiente se desarrolló sin pena ni gloria. Un clásico y productivo domingo hogareño. Adelantó trabajos, repasó sus asignaturas y pasó tiempo con su familia tal y como había prometido. Sin darse cuenta, el lunes ya estaba a la vuelta de la esquina y con él todo lo que ello conllevaba.
Aquella mañana se levantó más temprano de lo normal. Debía repasar, y así lo hizo. Ash estudiaba en Birkbeck, una prestigiosa universidad de la zona centro de Londres. Más concretamente situada en la polémica e intelectual Bloomsbury. Era estudiante de Historia del Arte, y dicha facultad se encontraba en la antigua residencia de Virginia Woolf. Una consagrada escritora de cuentos británicos, considerada como una de las más destacadas figuras del modernismo literario del siglo XX; de la cual Ash sentía gran devoción, pues su madre de pequeño le contaba todas sus historias.
Tras hacer el último repaso de Teoría de elementos y lenguajes arquitectónicos salió de la cama. Se vistió lo más rápido que pudo y preparó las cosas para el examen. Bajó las escaleras e hizo una veloz visita a la cocina para coger una pieza de fruta. Tras ello, salió del silencioso hogar.
Una vez fuera se dio cuenta de que aún era de noche, y no había absolutamente nadie en la calle. Entonces, tal y como estaba planeado, hizo acto de presencia un deslumbrante coche rojo. Freno frente a él y bajo la ventanilla, era Tom, tan puntual como siempre.
-¡Buenos días!
-¡Buenos días Tom! ¿Cómo estás? -Contestó Ash.-
-Bueno, cansado y algo nervioso por los exámenes, u know.- Respondió el otro muchacho.
-Bueno, ya somos dos entonces. – Volvió a responder Ash sonriente mientras se metía en el coche.
En ese momento, Tom volvió a poner la música, Y la animada melodía de Yelle envolvió el pequeño espacio del vehículo. Durante el trayecto, Ash aprovecho para hacer el último repaso, mientras tanto, Tom iba tarareando una canción tras otra. Una vez en su destino, se despidieron y Ash prosiguió su solitario peregrinaje hacia la puerta azul B3-09. Tras ella se hallaba una gigantesca aula con cientos de filas escalonadas con temblorosos estudiantes.
Nada más atravesarla se oyó un desquebrajado grito que procedía de una de las últimas filas de la clase. Era Scarlett, una afrancesada chica de pelo rizado oscuro y ojos azules. Ella había venido con él de su antiguo instituto, y tenían una muy buena relación desde hacía años. Subió las escaleras y se sentó a su lado.
-¡Buenos días!- Grito, como era costumbre en ella- ¿cómo estas peque? Ha pasado tiempo eh. -Añadió.-
-¡Buenos días Scarlett! Ya te digo, menos mal que nos habíamos comprometido en vernos durante las fiestas ¿eh…? Somos unos desastres.- Dijo con una tonta sonrisa en la cara. -Y bueno ¿Qué tal has pasado las navidades? ¿Qué has hecho preciosa?
-¡GENIAL! Bueno, una locura. Mis padres nos llevaron a mí y a mi hermano a Roma. Así que imagínate. -Contestó la joven muchacha sonrojada.- Por cierto tengo algo para ti. Estaba en La Fontana Di Trevi y lo vi en un pequeño puesto, y no pude evitar comprártelo.- Decía mientras rebuscaba en su peludo bolso negro de Chanel a juego con su vestido blanco.- ¡Aquí está!- Exclamo poniéndolo sobre la mesa.- Ábrelo.
-A ver, miedo medas.- Dijo Ash mientras cogía el paquete y lo abría nervioso.
Se hizo un pequeño y tenso momento de silencio y exclamó:
-¡Oh dios! Son preciosas, son las gafas más bonitas que he visto en mi vida Scar. -Respondió muy nervioso el muchacho con las mejillas sonrojadas.
La clase de repente se quedó muda y ambos miraron a la pizarra. La profesora había llegado y la tan temida prueba con ella. Tras varias horas de exámenes sin descanso, Ash finalmente se vio liberado. Habían acabado, volvía a ser una persona libre. Una vez fuera se rencontró con Scarlett, la cual andaba preocupada por su resultado. Y junto a ella Tom y Dan. De pie, solitario y con la mirada fija en sus apuntes estaba Alexander Von Parker, un chico pálido de facciones marcadas y cabello rubio arena. Lo habían conocido a lo largo del cuatrimestre anterior. Era un joven alemán que había venido de Erasmus y por el cual Scarlett sentía cierta pena y tendía a ayudarlo, ya que su nivel de inglés era bastante bajo. Pero había algo en él que a Ash no le convencía.
-Bueno, hemos acabado los exámenes chicos, volvemos a ser “libres”. Esto hay que celebrarlo, os propongo algo. – Dijo Ash muy motivado. – Este fin de semana, mis padres se van a las Islas Canarias a desconectar. Así que fiesta en mi casa. ¿Qué os parece mis queridos drugos?
-¡Amén! Yo me apunto.
-Y yo
– Por supuesto que yo también. -Fueron exclamando uno tras otro.
-Vale. Pues hago un evento y os informo. -Finalizó Ash mientras lo apuntaba en el móvil.
Tras varias horas en la cafetería y varias rondas de cerveza negra, cada uno fue abandonando el campus y volviendo a sus solitarias vidas.
(Continuará.)
Darko
Una vez de vuelta en la casa de los Mccartney, Driu se vio acorralado a preguntas referentes a los exámenes y la universidad. Su madre le esperaba en la cocina cigarro en mano, junto a su hermano pequeño, que ya estaba recogiendo los platos del almuerzo. Tras varios minutos de ferviente interrogatorio, terminó de ponerse la comida y se sentó en la mesa. El teléfono fijo empezó a sonar y Lily inmediatamente salió de la cocina para perderse por la casa.
En ese mismo instante, Johann aprovechó para acercarse a su hermano y hablarle sin los curiosos oídos de su madre.
-¿De verdad te han salido bien? o ¿te lo estás inventando? -mencionó levantando una ceja-.
-No, no la estoy engañando, me han salido bien… -contestó mientras se metía en la boca el tenedor repleto de macarrones-.
-Bueno, realmente me da igual, a lo que iba. Este fin de semana papá y mamá se van de viaje, supongo que ya lo sabrás, aun así yo te lo confirmo. En el almuerzo estuve hablándolo con ellos, así que… ¿Qué vamos a hacer? ¿Tienes algo en mente?
-¡Sí! -exclamó mientras tragaba.- Estaba pensando en hacer una pequeña fiesta en casa, ya que los de mi clase y yo hemos terminado los exámenes y estamos libres…
-¿Una fiesta? Me gusta como piensas, pero… ¿Podré invitar a los míos no?
-Sí, pero no te pases. ¿Recuerdas la última? ¿No queremos que pase lo mismo verdad? Papá y mamá casi nos matan.
-¡Ya! No sé ni cómo se atreven a dejarnos solos de nuevo. -le respondió a su hermano entre risas.
-Vale, pues manos a la obra. Termino de comer y empiezo a organizarlo todo. Tú encárgate de los tuyos, ¿ok renacuajo? Por cierto… ¿Invitarás a esa misteriosa morena a la fiesta es que solo existe en tu imaginación? -dijo sonriente buscando pinchar a su hermano.
Johann clavó una mirada desafiante en la de Driu e inmediatamente se levantó de la silla y subió al segundo piso, dejándolo solo en la cocina frente a un plato casi vacío.
Tras dejarlo en el fregadero, se encendió un cigarrillo y subió a su habitación. Una vez en ella, se tiró en la cama rendido y, tras varios minutos dándole vueltas al que hacer, optó por posponer los preparativos de la fiesta y cerrar los ojos un rato. Casi sin darse cuenta, comenzó a fundirse en un profundo sueño. Las mullidas sábanas se hundían y adoptaban su forma y con ellas un reconfortante placer le recorría el cuerpo.
Por su cabeza comenzaron a pasar diferentes imágenes y escenas como si de una película a toda velocidad se tratase. Todo comenzaba en una espesa oscuridad, la cual le hacía sentir asfixiado y en un estado de ansiedad muy marcado. Se encontraba flotando en aquel elemento, como si no existiera ninguna gravedad, nada que lo mantuviera fijo con los pies en el suelo. Inmediatamente tras aquella escena, cayó al vacío a gran velocidad para acabar justo de pie ante un árido paisaje. Frente a él, un grupo de personas con togas negras y encapuchadas, le daban la espalda. Parecían muy atentos y expectantes a algo que ocurría delante de ellos, y que Driu no llegaba a atisbar. También se podía ver en la lejanía una densa nube de humo, en la falda de una gran montaña. Entonces de improvisto, se oyó un ensordecedor ruido seco que le hizo darse súbitamente la vuelta. Al hacerlo, no vio absolutamente nada, pero al volverse hacia donde estaban los otros, estos se habían girado y dejaban ver unas extrañas máscaras de oro que cubrían sus rostros. Solo unos pequeños agujeros en la zona de los ojos dejaban entrever unas oscuras y penetrantes pupilas. Uno de ellos grito algo en un idioma desconocido y levanto la mano hacia el cielo para acabar apuntando justo en la figura de Driu. Este, que en seguida fue consciente de la violenta situación, fue a dar un paso atrás pero, como si de un videojuego se tratase, comenzó a descomponerse en un suave polvo que era llevado por el viento.
Cuando volvió a tener consciencia, el paisaje era otro, más primitivo aún que el anterior si cabía. Frente a él, una majestuosa cueva abría su boca en una escarpada pared recubierta de un denso follaje. De su interior, extraños sonidos se abrían paso y, a pesar de la desconfianza que generaba todo aquello, una fuerza superior a él lo empujaba a adentrarse en lo desconocido. El interior de la gruta era amplio y profundo, abriéndose más en su interior y ganando altura. Al alejarse de la entrada, la negrura era cada vez más patente, por lo que sacó su zippo del bolsillo y siguió en busca del origen de los sonidos. Tras lo que parecieron varios minutos vagando entre tinieblas y sombras monstruosas creadas por las prehistóricas paredes, pudo atisbar un característico resplandor que se movía sinuosamente como si de una llamarada se tratase. Poco a poco, y sin hacer mucho ruido, se acercó al foco para observar qué estaba pasando. Sus atónitos ojos no daban crédito a lo que estaban observando. Frente a él, 5 peludas personas, ataviadas con burdas pieles, danzaban alrededor de una hoguera portando huesos y piedras en sus manos, las cuales frotaban emitiendo una extraña melodía. Mientras tanto, un sesto individuo, el más anciano de todos aparentemente, permanecía impávido y recostado en el suelo, rodeado de frutas y carne. El señor, que tenía los ojos en blanco, recitaba una especie de mantra fonético donde los sonidos no formaban palabras, pero sí poseía una estructura que se repetía una y otra vez.
Driu de repente sintió que algo le rozaba la pierna y al bajar la cabeza, vio que era una pequeña niña. Su rostro era sucio, zafio y estaba en su mayoría recubierto de pelo. La ropa que portaba era exactamente igual que las roñosas pieles de los otros. La curiosa chiquilla permanecía quieta, con los ojos completamente abiertos frente a él sin emitir el más mínimo ruido. Driu se puso de cuclillas y se acercó a ella lentamente. Esta levanto un dedo y apunto con curiosidad su rostro, el cual tocó tímidamente para enseguida volver a esconder la mano. Tras esto, Driu la intentó imitar, pero esta sacó también su dedo y tras chocar ambos, se volvió a repetir la descomposición anterior, transformándose una vez más en polvo y desapareciendo en el espacio tiempo.
Esta vez el panorama era más modernizado y floreciente, pero fue corto, pues antes de poder hacer nada, la escena se volvió a disolver, apareciendo en otro recóndito lugar. Se encontraba en una barroca habitación repleta de cachivaches e ídolos. En dicha instancia, no se hallaba él solo, había un hombre viejo y enigmático. Con un cierto aire de sabio, poseía una larga y blanca barba, además de unas finas y redondas gafas que adornaban sus caídos y cansados ojos. El hombre ataviado con un traje rojo con bordados dorados, estaba frente a un reluciente pergamino apoyado en la mesa. En él, pintaba con una larga pluma un símbolo. Un símbolo que ya comenzaba a ser muy familiar para Driu, la maldita serpiente de 7 ojos. El hombre levantó la cabeza y lo miró fijamente a los ojos. Así permaneció varios instantes hasta que se volvió a disolver el ambiente.
En esta ocasión, se podía ver a una mujer frente a otra figura mucho más alta que la anterior. La mujer lloraba desesperadamente mientras imploraba clemencia. La figura mayor la cogió por los hombros y le dio la vuelta, poniendo un cuchillo en su garganta. Esta cerró los ojos fuertemente, dejando caer por sus rosadas mejillas dos hileras de lágrimas. El cuchillo recorrió de un lado al otro el cuello, dejando tras su paso una fina línea roja que expulsaba una desenfrenada y brusca cascada de sangre al suelo. Al acabar su travesía, la muchacha abrió los ojos con una desesperada mueca de dolor y agonía, anclándose en los del muchacho que la observaba completamente en shock.
Tras aquello, una vaga y tenue voz lo empezó a llamar. Cada vez era más fuerte y le era más familiar. Su nombre se repetía una y otra vez, distorsionándolo todo. Finalmente todo se volvió en negro, acabando en la oscuridad primigenia que lo había precedido.
(Continuará.)
Darko
Cuando abrió los ojos, frente a su cara, se encontraba el rostro de su hermano que lo agitaba violentamente de un lado para el otro. Ash se puso erguido y empujó con fuerza a Johann, el cual cayó al suelo con brusquedad.
-¿Qué mierda haces?- Exclamó Ash exaltado secándose la frente de sudor.-
-¿Que qué hago? Querrás decir, ¿qué coño estabas haciendo tú? No hacías más que gimotear y hacer ruidos extraños, se oían desde mi habitación.
El sudoroso muchacho se quedó mirándolo fijamente con una marcada expresión de vergüenza en su rostro:
-¿Tanto se oía?
-¿Qué si se oía? Estaba asustado, hasta mis amigos del Lol me estaban preguntando que ruidos eran esos que se oían de fondo. ¿Te encuentras bien?
-Sí, sí, solo ha sido un mal sueño. -Aunque en su interior sabía que no era algo tan simple.- No te preocupes.
-¿Quieres contármelo? Tiene buena pinta. -dijo con una expresión que pivoteaba entre el sincero interés y la morbosidad.-
-No, no me apetece la verdad. Creo que lo mejor es que me levante ya y me ponga hacer el evento de la fiesta. Gracias por despertarme enano.
-Ok, como quieras, si necesitas algo ya sabes… Estoy al otro lado de la pared.
Johann se levantó y salió lentamente de la habitación. Al mismo tiempo, Ash salió de la cama y se sentó en la silla del escritorio aun ligeramente desorientado por lo ocurrido.
Tras varios minutos sentado frente al ordenador apagado, dándole vueltas, y repasando escena por escena todo lo ocurrido en el sueño, decidió dejarlo aparcado y no pensar más en ello por el momento, tenía otras cosas más interesantes que hacer y debía ponerse a ello.
Horas más tarde, y una vez terminados los densos preparativos del evento y un par de misiones del Diablo, la luz solar había desaparecido y ya no entraba por su ventana ni un suave hilo de luminiscencia natural, solo el amarillento fulgor de las farolas. Sin saber bien que hacer, bajó a la planta baja a ver qué ambiente se respiraba por esos lares. Su hermano estaba acostado en el sofá frente a la televisión, y sus padres se hallaban en la cocina parloteando sobre sus respectivos días de trabajo con una copa de vino en mano, tal y como era habitual entre semana. Entró rápidamente a la cocina, evitando todo contacto visual con sus padres y cogió un zumo de la nevera para acabar sentado finalmente junto a su hermano en el salón.
-¿Aun viendo dibujitos animados peque? ¿No te da vergüenza? -dijo Ash con una pícara sonrisa en la cara.-
-¿Vergüenza? ¿Vergüenza de qué? Se llaman Hora de aventuras y son jodidamente brutales. Como empieces a verlos todos por orden y pilles la historia, acabarás tan enganchado como yo, además su contenido no es nada infantil, más bien todo lo contrario. -Se defendía el otro muchacho sin apartar ni un segundo su mirada perdida de la televisión, mientras mantenía en su faz, una tonta sonrisa de placer.
Ash dejó escapar una pequeña mofa, y rendido, se dejó llevar por la situación. La noche se hacía más y más profunda, y ambos chicos se fueron dejando dormir poco a poco en el acolchado sofá. Agotados apagaron la televisión y volvieron a sus ansiadas camas.
La semana se fue desarrollando con normalidad, hasta que el ansiado sábado hizo acto de presencia. Esa misma mañana, Ash había quedado con su hermano y Tom para comprar las bebidas espirituosas. Tom les recogió en su decadente coche y fueron a ello. A su vuelta, metieron los bidones de cerveza y las innumerables bolsas en la casa, y empezaron a decorarla. Ash a todas estas, aprovechó mientras tanto para ir haciendo los brownies de marihuana para los invitados. Sobre la barra, había boles repletos de aperitivos y guarradas varias. En la gran mesa principal del salón, una gran fuente llena de vodka, redbull y sandía, con traslúcidos y pequeños cubículos flotantes de hielo. Eran las diez de la noche y el timbre de la casa comenzaba a sonar en bucle. La primera en llegar fue Scarlett, con un despampanante vestido rojo Valentino ceñido a su esculpido cuerpo, y una botella de vino en la mano. Muy seguidamente Driu y Dan se adentraron en la fiesta. No era la primera que daba en su casa, y tenían muy buena fama, por lo que en poco tiempo empezó a estar exageradamente infectada de personas.
En el gran sofá de cuero del salón, tanto Ash como Scarlett, se habían acomodado dejándose fluir por el esquizofrénico y penetrante sonido de Crystal Castles y las luces estroboscópicas. Scarlett le pasó el porro, y este tomo unas cuantas caladas. Cuando tomó la tercera de aquella humeante esencia, sintió un vacío dentro de él, este fue seguido de una especie de catarsis cerebral que lo hundió en el mullido sofá. El cerebro aceleró el ritmo de los latidos, sintió como su consciencia ascendía de peldaño. Su cuerpo iba lento, era pesado, incluso molesto, pero por el contrario, su consciencia iba a una velocidad prodigiosa. En su interior se sentía libre, ligero y reconfortado.
Por su cabeza pasaban imágenes, sensaciones y emociones a la velocidad de la luz. Cuando abrió de nuevo los ojos tras la calada definitiva, la realidad que él conocía como tal se había modificado ligeramente. Las escenas y conversaciones no eran tan normales y lineales como estaba acostumbrado en un estado sobrio. Se habían vuelto artificiales y suprarrealista, veía los gestos de la gente al detalle, por cada mínima mueca, gesto, mirada o toque; por todos esos mínimos detalles efímeros, se hacían visibles para él los dobles significados de las cosas, las intenciones y mensajes cifrados. Era como verlos desnudos. Las falsedades y complejos de los mismos borboteaban libremente, quedando expuestos a él cual libro abierto.
Lo que más gracia le causaba de todo aquello, eran las fantásticas interpretaciones de personajes ficticios en busca de una aceptación social que tenía la gente, era metateatro en estado puro. Al principio, disfrutaba de aquella experiencia, de aquella realidad velada. Pero con el tiempo, su visión cómica del comportamiento humano se volvía más pesado y triste. Se preguntaba: “¿Miles de años de evolución, y seguimos comportándonos como seres tan banales y ridículos? ¿Qué finalidad tenía todo eso? ¿Qué finalidad tenía la manera de vivir humana? Nacemos, estudiamos, trabajamos, nos relacionamos y morimos, a eso se reduce todo, pero ¿Por qué? ¿Por qué sólo podemos hacer eso? ¿Y si pudiéramos hacer otra cosa? ¿Qué otra trascendencia tendríamos en sí? Nuestra vida es sencilla, es lineal, predecible y en muchas ocasiones aburrida. ¿Qué la hace tan especial?”
Entonces su cerebro se paró en seco y solo una idea se posicionó ante él: ¿Quizás es eso lo que la hace tan especial a ella? Se dijo mirando a Scarlett que estaba ensimismada observando el ambiente. Miró a su alrededor, se acomodó en el mullido sillón y continuó con sus pensamientos
“¿Y si son las experiencias? Quizás era eso por lo que vivimos, lo que nos mantiene motivados y llenos. Quizás de eso trata el vivir, de amontonar una tras otra miles de experiencias y vivencias…. Aunque… A la larga… ¿De qué te servirán? ¿Para cuándo seamos viejos? Pero… Y si aparece ese gran elefante gris llamado alzhéimer, ¿de qué habrá servido todo?”
En ese momento, Tom se abalanzó sobre él derramándole sobre la camisa parte de su copa, salvándolo así de ese bucle perverso.
-¿Qué os pasa a vosotros dos? Lleváis un rato ahí apalancados fumando sin cesar. Uniros a la fiesta anda, no seáis aburridos. -Decía Tom mientras cogía de las manos a los dos jóvenes y los sacaba a la “pista”.-
(Continuará.)
Darko
La semana de vacaciones antes de volver a la rutina estudiantil se habían consumido como una cerilla y la universidad le esperaba de nuevo. Como era costumbre, el 5 de febrero comenzaba el segundo cuatrimestre y con él la regeneración de cinco nuevas asignaturas que le ocuparía los próximos cuatro meses venideros. Ash se encontraba contento y motivado por comenzar, ya no solo por el hecho de haber aprobado las cinco asignaturas anteriores, si no por la perspectiva de las cinco que se avecinaban, pues estas iban enfocadas a lo que a él realmente le gustaba de la carrera. “Arte Moderno” “Historia del Cine II” “Museología y Comisariado de Exposiciones” “Crítica Artística” e “Introducción al Arte Contemporáneo”.
El primer día como era ya normal, llegaba tarde y la clase ya había comenzado, tocó tímidamente la puerta y se aventuró por la sala. Frente a él, una arrugada mujer entrada en carnes y con cara de pocos amigos le miraba fijamente.
-¿Vas a seguir siendo un estorbo para el funcionamiento de la clase o vas a tomar asiento de una maldita vez?- Dijo con una voz ronca de camionero reventado.
Ash se puso nervioso y se apresuró hacia el final de clase, donde Scarlett le estaba guardando un sitio a su lado.
-¡Qué vergüenza! No se empezar nada si no es con el pie izquierdo.- dijo el muchacho con la cara colorada mientras Scarlett se reía suavemente por lo bajini.
-¡Ay Ash! Siempre buscando el protagonismo. –contestó volviendo a dejar escapar una leve risotada.-
Ambos jóvenes tomaron aire e intentaron ponerse serios mientras tomaban apuntes sobre la primera etapa Post-Impresionista de Gauguin. Al finalizar la última clase de ese loco horario, las barrigas de todos gritaban y se retorcían de dolor como perros hambrientos A pesar de eso, decidieron aguardar un rato en el césped de la facultad y debatir sobre el futuro del cuatrimestre.
-¿Qué os parece si para animarnos un poco organizamos algo con toda la clase?- dijo Scarlett
-¿Y qué propones? Piensa que el lema de los de nuestra clase es “No hemos venido aquí a hacer amigos”- dijo con sorna Ash.- Son unos amargados –añadió.
-Yo creo que podríamos organizar una salida al bosque y hacer una especie de picnic, ¿qué te parece? – preguntó Scarlett.
-Bueno, la verdad es que un picnic… A la gente le gusta más una fiesta que comer.- Contestó Ash intentando apoyar la idea de su amiga.
-Bueno, también lo podemos enfocar hacia esa dirección, la idea es unirnos más como clase.
Al par de días siguientes, en la puerta de la clase había aparecido un enorme cartel, con dibujos Art Lowbrow con una clara premisa que decía:
“Secret Party” Si eres estudiante de Historia del Arte, solo tienes que seguir y reconocer las señales que veas desde que llegas a Bristol y coges la Motorway83 hasta que te adentras en el bosque. Una vez dentro, los árboles te guiarán. Se vale todo. Esperamos tu presencia el próximo sábado 16 desde las 19:00.
Ash en cuanto lo vio, miró fijamente a Scarlett, le agarró del brazo y le soltó con una mezcla de excitación e inquietud.
-Hemos creado un monstruo, se nos va a ir de las manos, ya lo verás -a lo que ella contestó entre risas.– Mejor.
Durante toda la semana solo se hablaba de ello, se especulaba, se decían tantas cosas que ya no se sabía que era real y que rosaba la locura colectiva. La idea se expandió como un virus en un país subdesarrollado, ya no solo los de historia del arte hablaban de ella, las distintas facultades se habían hecho eco de la noticia y se daban por invitados, pues ya la ideología estudiantil había pasado a un segundo plano, ya solo importaba la fiesta.
El viernes el Battersea Park volvía a ser el punto de encuentro del grupo de Ash. Los primeros en llegar como siempre eran Tom y Dan, luego Ash junto con Amy y mucho más tarde Matt. Cada joven saco sus respectivas litronas y comenzaron a parlotear.
-Da comienzo la duodécima reunión de los hijos de la desgracia -dijo resignado Matt, mientras levantaba su botella.
-¿Qué te atormenta? -le preguntó Amy desconcertada.
-¿Que qué me atormenta? Mi vida es un tormento en sí, me han quedado cuatro y mis padres me han cortado el grifo, no sé cómo voy a hacer para seguir vuestro ritmo chicos.-
-¿Qué dices? Pero si habías estudiado un montón.- dijo Dann con los ojos muy abiertos.
-Si chicos, ha sido una catástrofe, soy un puto inútil. -Respondió.-
-Bueno, no seas drama, ahora en junio lo recuperas, además, conociendo a tus padres, fijo que en un par de semanas se les pasa.-añadió un tanto pasota Tom.
-¿Alguien ha visto a Regina?- Dijo Ash cambiando de tema radical y generando un silencio absoluto.- ¿Nadie sabe nada? ¿Ninguno ha hablado con ella desde la fiesta?- Todos se miraron pero ninguno contesto.- ¿Cómo es eso posible? ¿Ni siquiera tu Dan? Tú eres el que está más unido a ella.
-Pues va a ser que no, le he estado hablando por wassap, por facebook, pero nada…no responde. Pero a veces desaparece, no es tan raro.-
-Pues que extraño…- Dijo buscando protagonismo Tom mientras tomaba un sorbo de lambrusco.
-En wassap pone que la última vez que se conecto fue el domingo a las ocho de la mañana.-
-Gracias sherlock, muy sagaz.- Respondió rápidamente Dan mirándolo con burla.
-A ver, centrémonos, Tengo algo que contaros que pasó en la fiesta.- Intervino Ash generando un segundo silencio en la pagoda.- ¿Recordáis con que personaje se presentó en la fiesta no?- y detalle tras detalle comenzó a narrarles todo lo acontecido.
-¿Y has esperado todo este tiempo a contarlo? ¿Y si le ha pasado algo? JJ tiene antecedentes, ¡¿En que estabas pensando Ash?!- Gritaba Dann mientras gesticulaba exageradamente y derramaba parte de la copa en el suelo.
-¡RELAJATE!- grito Tom mientras le tocaba el hombre.
-Lo siento vale, no me acordaba, no ha sido hasta este momento en el que lo he vuelto a recordar todo.- Decía Ash mientras bajaba la cabeza.
-¿Ostia y que hacemos? ¿Por qué deberíamos hacer algo no?- Intervino Matt
-Deberíamos llamar a la policía- decía Dan aun acelerado.
-¿Pero estamos locos aquí o que problema tenéis?- grito finalmente Amy.- A ver, Regina habrá vuelto con J.J y como siempre hace en estos casos, está pasando de nosotros porque sabe que lo odiamos, ya está, no seáis dramáticos.-
-¿Dramáticos? ¿Después de lo que ha contado Ash y los antecedentes que hay? ¿No crees que es posible que le haya pasado algo? Más si no se conecta desde las 8 de esa misma madrugada.
-¿Se le ha podido haber roto o perdido no? No sería la primera vez.
-Bueno, yo creo si hubiera pasado algo grave o estuviera realmente desaparecida ¿los padres nos habrían llamado no? Lo que deberíamos hacer para quedarnos todos más tranquilos es mañana por la mañana pasar por su casa y confirmar que todo sigue normal. Así saldremos de dudas. ¿Lo veis viable?- Terminó Tom.
-Ok. Dijeron al unísono.
No costó mucho cambiar de conversación y alejarse rápidamente del drama generado anteriormente. Aun así Ash no podía evitar seguir dándole vueltas. No podía evitar sentirse culpable por no haber reaccionado y tomado medidas antes. Si realmente le hubiera pasado algo malo a Regina no se lo podría perdonar nunca.
Tras varias horas en la pagoda del Battersea Park, los cuatro jóvenes se decidieron a cruzar el puente y dirigirse a la bohemia e iluminada Chelsea a continuar con la fiesta.
(Continuará.)
Darko