Poema: La Ciudad Triste
La Ciudad Triste
Se ha quedado sordo
el cielo,
se ha quedado
mudo.
Los caballos pedalean
bajo el pecho ensangrentado
de un niño.
Rezan las orbes
por las estrellas apagadas,
los coches acompañan en procesión
entre la pulcritud sólo:
el viento eyacula hojas secas.
Serán los rostros de las madres
los que crean en algo más sucio que el amor.
Friegan los suelos de la historia
Friegan con lejía las escaras de un asfalto frío
borrando los mugidos de cada muerto.
Allí, desde lo alto cayó:
Se ha quedado bocarriba
el tronco de la luna ¡y no ha ardido!
Se ha quedado sordo
el cielo, no ha dormido en el pelo
del animal que devoró.
Dispara palabras que no tiemblan
dispara el abrazo al aire,
dispara palomas de neón,
¿dónde quedan las infinitas pieles respiradas?
en el puerto se erige un sol hiriente,
donde las madres lavan la noche en un aljibe
en sus dedos, amenazantes
pellejos de intestino.
Ahora te pienso (la belleza no me ocupa)
y todo huele a océano:
no me enseñaste a abrazar
a la bestia
a des(a)nudar el corazón.