Desde dentro: Intersexualidad en el arte
Desde que nacemos las personas somos perseguidas por una serie de expectativas que se originan en el momento del nacimiento, donde el sexo asignado por la autoridad médica le acompañará a partir de ese momento. En la mayoría de los casos, la genitalidad corresponderá con la identificación y la aceptación por parte de la persona y de su entorno, en otros, la persona nacerá con órganos no normativos, lo que chocará con la estructura binaria hombre-mujer, vagina-pene. Esta es la realidad que viven las personas intersexuales. Históricamente se ha castigado, mutilado y ocultado a personas cuando estas presentaban unos genitales y características sexuales secundarias con rasgos ambiguos, tanto de macho como de hembra. El poder biomédico asumió como enfermedad, trastorno, desviación de lo natural esta condición. A día de hoy, los expertos señalan que no tiene por qué tratarse necesariamente de una condición patológica, sino una forma más de expresión en la biología. En las pasadas olimpiadas de Pekín, las pruebas genéticas realizadas a los deportistas por Qinjie, Fngfang, Yuanzheng y Qinsheng (2009), encontraron hasta 22 sexos cromosómicos diferentes.
Veamos a continuación algunas de las representaciones a lo largo de la historia mediante las cuales se ha tratado de plasmar el fenómeno de la intersexualidad o bien podemos emprender una relectura por los rasgos andróginos que transmiten.
El pueblo Fon vivió entre los siglos XVII y XIX en la actual nación de Benín. En su tradición, consideran al creador supremo Nana Buluku como masculino y femenino a la vez. De este surgen Mawu (La luna) y Lisa (El sol), los cuales representan sus atributos femeninos y masculinos respectivamente. Es curioso, ya que en esta cosmogonía de la mitología Fon, otros descendientes del creador también tienen una representación andrógina, como Aida Wedo o Agbe-Naete, unión del trueno y el mar.
En la cultura clásica griega es conocido un mito helenístico oriental que habla de un ser mitad hombre mitad mujer, vástago de Hermes y Afrodita. Un hermoso joven, se encontraba bañándose en un lago donde vivía una ninfa llamada Salmacis. Ésta se enamoró locamente de él a primera vista, abrazándole con tal pasión que sus cuerpos quedaron convertidos en uno. Encontramos una estatua de Hermafrodito en mármol en el Museo del Louvre y su réplica en bronce en el Museo del Prado.
Si nos trasladamos a la literatura, quizás el libro más interesante sea Memorias de Herculine Adélaîde Barbin. En sus páginas encontramos el diario de una persona a quien se definió al nacer como mujer pero varios años más tarde como varón por un examen físico. Poseía una pequeña vagina, un cuerpo masculinizado, un pequeño pene y testículos internos. Le crecía barba y tenía que afeitársela. En un momento de su vida le confesó su condición al obispo de La Rochelle, quien le pidió romper su secreto de confesión para que un médico la atendiese. Fue entonces cuando el doctor Chesnet descubrió sus genitales. Posteriormente un decreto legal forzó su cambio en convertirse en hombre obligándola a vestir prendas masculinas. Se mudó a Paris donde vivió en la pobreza. Allí fue encontrado su cuerpo junto a sus memorias tras suicidarse. Es mencionada por Foucault, gran filósofo analista del poder, quien descubrió sus memorias entre los registros de la seguridad social francesa.
Dando un gran salto temporal, un documental se ha hecho un hueco al tratar este tema. Mi aventura intersexual, en inglés Orchid: Mi intersexual adventure, está dirigida por Phoebe Hart. Cuando Phoebe tenía 17 años descubrieron que a pesar de ser considerada mujer, tenía testículos en el abdomen. En un momento de su vida decide documentar su viaje por Australia en busca de encontrarse y conversar con otras personas intersexuales. Una de las cosas más destacables de este reportaje es cómo se ve claramente que no son estas personas las que tienen un problema, sino la sociedad la que les ha causado problemas.
Recientemente ha sido creada una bandera por la Organización Internacional Intersexual, con sede en Australia. En 2013 se dedicó este símbolo a aquellas personas intersex. Frente a otras banderas con derivaciones del arcoíris, esta bandera supone un intento original de crear algo no derivado de otros símbolos. El amarillo al igual que el púrpura ha sido considerado como colores hermafroditas. En cuanto al círculo, vemos que no tiene adornos, ni masculinos, ni femeninos. Esto simboliza la totalidad y plenitud, el derecho a ser quienes son y como quieran ser.
Para finalizar, me gustaría hacer memoria. El pasado mes de marzo tuvo lugar la exposición Transverso, cuya temática giraba en torno al género, la identidad y la sexualidad. Entre las obras podíamos encontrar Prisión de Carne. En ella vemos a un ser humano andrógino de pelo largo y complexión delgada con sus genitales y pectorales cubiertos por llamas que abrasan su piel, lo que se ve reflejado en su expresión de placer y sufrimiento. En sus muñecas vemos cadenas que se extienden hacia minerales que emergen de la superficie del cubículo en el que se encuentra, donde queda rodeado de paredes carnosas que parecen comprimirse, lo que crea una atmósfera angustiante.