Juan Francisco Casas – Hiperrealismo a boli Bic
Tras un merecido mes de vacaciones, retomamos con las pilas bien cargadas nuestras costumbres y le volvemos a dar caña a las sufridas teclas de nuestros ordenadores.
En el último número, en el que abordamos a la artista madrileña Rocío Montoya, dejamos como última parada nuestra terra mater. Dado que aún estamos con una ligera depresión postvacacional y la clásica pereza que esta acompaña, partiremos del mismo punto de donde lo dejamos, pero para acabar en una de las zona más sureña de nuestro territorio, desde donde finalmente, cogeremos un avión que nos llevará a rotar como es costumbre en esta sección, por el amplio y denso mundo, en busca de las vanguardias y artistas más interesantes que se están gestando en nuestro tiempo. Pero eso ya lo veremos en siguientes publicaciones.
Como dije con anterioridad, bajaremos hasta el sur, concretamente a Andalucía, para acabar en la ciudad de Jaén, lugar donde encontraremos a nuestro artista elegido para el mes de septiembre. Juan Francisco Casas, artífice propio de esta ciudad, ya desde su época de estudiante apuntaba maneras, pues acabó primero de su promoción en la licenciatura de Bellas Artes en la Universidad de Granada, además de ganar el premio Nacional de Fin de Carrera del Ministerio de Educación y Ciencia por el mejor expediente universitario de España.
Ya con este bagaje a sus espaldas, estaba claro que estaba destinado a hacer y generar obra de lo más revolucionaria. Su trabajo, basado en un mismo material totémico en toda su producción, el mundanizado boli Bic, llega a las altas esferas del hiperrealismo combinando diferentes y básicos colores de este material, para crear volúmenes y texturas, aunque siempre con la clara predilección por el tono azul que inunda prácticamente todas sus obras.
Esta tendencia, que confiesa surge desde que era pequeño y se dedicaba a garabatear y hacer monigotes en los libros de texto, se fue perfeccionando y adoptando una nueva esfera creativa con un carácter mucho más profesional. Él, que siempre se ha visto a si mismo más cómodo con un bolígrafo que un pincel, confiesa: “Siempre me ha gustado más el dibujo que la pintura porque tiene algo de íntimo, de delicado, aunque en el arte se le ha considerado de segundo orden”.
Otro dato característico y que se repite en sus producciones son las temáticas elegidas, pues si el bolígrafo es su tótem, las mujeres son sus musas. Ellas, catalizador del erotismo y la sensualidad, según nos cuenta: “No son modelos, son amigas mías, por eso se refleja esa complicidad y espontaneidad”. Son representadas en serie en prácticamente todo su trabajo, pero con una peculiaridad de lo más interesante. “Ellas eligen cómo quieren ser representadas. En la historia del arte, siempre ha sido el pintor o el marido quien decidía cómo debía posar la mujer. A mí me gusta que ellas escojan”.
El procedimiento parte de una fotografía con flash que Casas les hace previamente al dibujo. Tras esto, realiza una selección y se queda con una que será la elegida para traspasar ese formato y mutar con genes de tinta en papel. Solo pasado este proceso, se elige el formato y de si se convertirá en una serie o no.
Casas, acuñado de manera simplista el artista del Bic, eleva este objeto y sus posibilidades plásticas a estratos inimaginables incluso a sus propios creadores. Retratos fielmente hiperrealistas que hacen dudar si nos encontramos ante una fotografía bajo algún tipo de efecto o filtro, y que nos hace perdernos en los delicados trazos que deja en cada mínimo detalle.