25 años de la Expo Sevilla 92
El pasado mes de abril se cumplían 25 años de la Exposición Universal de Sevilla del 92’. Le rendimos homenaje destacando las arquitecturas y propuestas extravagantes que existieron, y existen, y que pretendían colocar a la capital andaluza a la cabeza del mundo.
Era el acontecimiento más importante del país en su momento. Un proyecto que transformaría la ciudad urbanísticamente: se construye el AVE, nuevas autovías, puentes sobre el Guadalquivir… Se pretendía impulsar a la ciudad como título de capital del mundo. Una ciudad conservadora, icónica en cuanto a la tradición puramente española, se enfrentaba a las televisiones HD, las gafas 3D y a cúpulas geodésicas.
A parte de la participación de pabellones de hasta 112 países, la propuesta paisajística sentaría las bases en España para el desarrollo de un urbanismo medioambientalmente sostenible.
Entre las construcciones para la muestra universal, encontramos invenciones y experimentos formales dentro de una variedad de estilos de todo tipo.
Uno de los pabellones más destacados fue el de Hungría. Se conformaba de una cubierta de teja gris, una especie de casco invertido de una embarcación primitiva. De ella nacía una serie de torres o campanarios ojivales con reminiscencias a iglesias tradicionales del paisaje húngaro.
El pabellón de España supuso todo un hito en el racionalismo español, aunque un poco tardío y anticuado en el contexto internacional. El casi único material (piedra albamiel) recubre unos volúmenes puros y contundentes.
Una de las piezas más importantes y significativas para la expo fue la gran esfera geodésica que serviría de icono y referencia para la muestra internacional. Esta gran esfera había sido proyectada para expulsar, a través de una estructura tubular, millones de gotas de agua micronizada que, una vez vaporizadas, lograban reducir el calor ambiental de los visitantes.
Sin duda uno de los pabellones más impresionante fue el de Japón. El conocido arquitecto japonés Tadao Ando diseña un lugar sagrado propio de la cultura japonesa, en el que el material y el espacio es la principal premisa para describir la simplicidad de su cultura. Utilizando principalmente la madera, junto a tecnologías avanzadas, se conformaría una secuencia de espacios y alturas que el visitante tendría que recorrer. Este pabellón al acabar la exhibición fue regalado a España por parte de Japón, quienes decidieron demolerlo. Tres años después a Tadao Ando le darían el galardón del Pritzker, una pena haber demolido la obra de este arquitecto reconocido internacionalmente.
¿Y qué es lo que queda de la Expo 92? Veinticinco años después de su inauguración, el recinto de La Cartuja, lo que sería el recinto de la Expo, continúa siendo un campo de posibilidades, con ruinas históricas jamás utilizadas tras la exposición y algunos otros edificios que han sido repensados utilizándose con usos alternativos. Hay pabellones que se pensaron como efímeros pero que siguen existiendo como el de Marruecos o Italia. Hoy gran parte de las construcciones se utilizan como centros científicos entre malezas, escombros y sueños olvidados.
El gran monorraíl icónico estaría ahora en un centro comercial de Zaragoza como atracción. También, el parque de atracciones de Isla Mágica sería construido sobre los cimientos y restos de la Exposición Universal.
Después del gran despilfarro, bajo un intento de colocar a la capital andaluza en el panorama internacional, queda una isla de la Cartuja semiutilizada y medio abandonada, aunque con grandes posibilidades de rehabilitación y renovación urbana. En esos años en nuestro país, los experimentos urbanísticos se planteaban tras el velo de un interés político y económico, pero nunca pensando en la aportación social que tendría en el territorio y en la gente que utilizaría esos parques, avenidas, puentes y vías de tren.