La voz del artista: La liberté d’expression
Por María Zurita
¿Realmente sabemos lo que significa? ¿Realmente sabemos hacer uso de ella?
La libertad de expresión es la forma que tiene el ser humano de enunciar a través de la escritura, el arte, la música o el habla, cualquier pensamiento o reflexión que tiene en su interior; vinculado con el sistema y los valores que conforman una sociedad.
Cuando el pintor Pablo Picasso dio a conocer su obra pictórica Las señoritas de Avignon en 1907; su familia, sus amigos, artistas, críticos de arte y demás transeúntes, la criticaron y despreciaron públicamente, fue objeto de burla y desprecio pues, la representación de unas mujeres, en cuerpo desnudo y en un prostíbulo, era una ofensa para el pensamiento de la época. Sin embargo, hoy es una de las obras más valoradas del artista y se encuentra en el MoMA. Este es un ejemplo de cómo la forma de expresar puede estar o no, condicionada por los principios de una sociedad, y del avance en cuanto a libertad de expresión se refiere. Sin embargo, ¿Actualmente hay un exceso de libertad? ¿Todo vale? ¿Hemos sucumbido a la banalización?
Aunque se ha progresado en todo lo que tiene que ver con la libertad de expresión, vivimos tiempos difíciles. En primer lugar, para aquellos que queremos expresar libremente lo que pensamos. Muchas veces no por lo que decimos, sino por quien nos juzga. Y es que la falta de argumentos tiene como consecuencia que las personas opinen sin saber. El boom de información ha sido uno de los elementos que ha generado tantas disputas. Cada vez son más las personas que tienen acceso al material para emitir juicios de valor. Y en segundo lugar, por los que no ponen filtros a la hora de hacer uso de ese derecho y ofenden con sus labores. Aunque la sátira contra el poder estatal o social sea algo muy común en una democracia, considero que decir lo que uno piensa no debería estar ligado a la ofensa. Y nosotros, los artistas, periodistas, etc. debemos trasmitir valores como el respeto, la tolerancia y la comunicación para poder debatir sobre lo que nos acontece y rodea.
Desde el momento en el que una persona, en su plena libertad, discrimina a otra persona por ser o pensar diferente, también en su plena libertad, este derecho pierde fuerza y se convierte en libertinaje. Y es que mi libertad acaba donde empieza la de otro. Por tanto debemos ser conscientes de que decir lo que uno piensa tiene sus consecuencias, que las críticas y en algunos casos la ofensa, siempre serán inevitables
Tenemos que aprender a aceptar las diferentes opiniones y a ignorar las ofensas. Porque exigir o imponer que no se hagan comentarios críticos o de burla, no es y nunca será una solución a corto plazo. Pienso que debemos expresar libremente pero respetando siempre la dignidad humana. Y que si algo no me gusta no lo compro. No lo leo. Pero no entro con una metralleta y me los cargo a todos (en esta última frase hago referencia al horrible suceso en la redacción del semanario satírico francés Charlie Hebdo).
Este derecho es fundamental en la sociedad, en la relación con las demás personas. Sin él, no seríamos seres sociables. Es como si al arte, que es la cima de la libertad de expresión, le cortas las alas. Ya no sería arte. Porque el arte es la expresión de uno mismo, de lo que nos rodea. Y sería como cortarnos las alas a nosotros mismos. Sería ignorar nuestro derecho de la libertad de expresión. Sería aceptar todo lo que nos rodea…
¿O no?