Filosof-arq: Modelos de seducción
Todo conocimiento está vinculado, de una forma u otra, con la propia naturaleza de la arquitectura, como un reflejo del pensamiento social de la época en la que se desarrolla. Los espacios se captan por la intuición de la visión artística, por los sentidos del tacto, de la vista, del movimiento, del equilibrio y por la belleza del objeto arquitectónico.
La mitología griega, nos cuenta como Narciso, un joven de bella apariencia, es condenado a enamorarse de su propio reflejo. El ser humano inconscientemente busca siempre algo bello y duradero.
El problema de todo esto radica en la concentración de la belleza en los cuerpos. Ya no hablamos de un ser humano, hablamos de cualquier pieza dentro del arte o en la naturaleza. Nos centraremos evidentemente en la arquitectura. Plotino (205-207 d.C) filósofo griego, nos habla de que la belleza más importante no tiene nada que ver con la belleza exterior, sino con la búsqueda de uno mismo.
“¡Conócete a ti mismo!”, principio básico de la filosofía, escrito en el Templo de Apolo en Delfos. ¿Debemos conocer un edificio por dentro antes de juzgarlo por fuera? Existen un montón de obras arquitectónicas sugerentes que, programáticamente o espacialmente, en su interior no permiten desarrollar sus actividades: salas de conciertos donde no puedes acceder cómodamente a tu asiento, espacios de eventos mal diseñados que provocan catástrofes mortales, museos con un lamentable espacio expositivo, etc. No estamos hablando del acabado, de la resolución constructiva, ese tema está implícito dentro del propio conjunto, sino estamos hablando de qué imagen estamos dando con estas piezas arquitectónicas.
Los arquitectos narcisistas, en este caso no tendrán problemas al diseñar el objeto arquitectónico, pero seamos realistas: no tienen ningún autoconocimiento. Ni de ellos mismos ni de la obra que están proyectando, están ligados al YO, y no se separan de él.
Sabemos que la belleza es muy subjetiva y nos dirige la mirada hacia el CUERPO, o hacia el ALMA, como hablaba Platón (427-347 a.C) del mundo sensible o el mundo inteligible. Anhelamos siempre la belleza y el amor, necesitamos ser amados y aceptados por los demás. Lo que mueve a los arquitectos a DESEAR Y BUSCAR LA BELLEZA EN LAS FORMAS.
Los edificios, al igual que los cuerpos, no deberían de ser un estereotipo vacío como forma de seducción, como forma de poder, ni mucho menos una cobertura para tapar las carencias. No podemos dejar que el “UNO”, como principio generador de las cosas, entre en contacto con el cuerpo y se olvide de dónde proviene.
La belleza de los edificios no está en cuerpos, sino en lo que ellos poseen. Lo atractivo es lo que tienen dentro, en todo lo que le hace bello. Y dentro de esa propia belleza existe lo bello.
Teóricamente, parece fácil desarrollar un edificio de tales características, que logre atrapar la belleza dentro. Las cosas adquieren belleza cuanto más se alejan de los modelos convencionales, debemos reconocer las sobras y los reflejos, quitando todo lo superfluo.
Un edificio nunca debería de tener miedo de parecer un edificio, pero la verdad que, durante estos últimos años, hemos sido embrujados por aquellos encantadores de serpientes que producen una arquitectura parecida a la cocina, dónde no importa lo que comes sino la innovación y el soporte teórico del plato.
Todos debemos mantener un discurso arquitectónico para poder hablar sobre un edificio, pero no deberíamos explicarlo, debe hacerlo por si mismo. Tal vez esto en la pintura se vea claramente. A partir del modernismo la pintura ha de ser explicada, sino es incomprensible, cuando antes era lo que verdaderamente se veía la explicación en si misma. Esto hace que resulte prácticamente imposible disfrutar de ella.
A partir de la Primera Guerra Mundial, todo lo moderno, todo lo modernista, empieza a ser excitante. Los bohemios empiezan a entrar en los altos grupos sociales hasta llegar a convertir edificios en esculturas. Estos edificios escultóricos, no siempre resultan un fracaso, pero sí llega a ser una broma para algunos. Hasta los Simpson consiguen reírse de ello, tirando un papel al suelo que se convierte en un edificio, como los de Frank Gehry.
Existen muchos otros que, a pesar de sus formas, no sirven absolutamente para nada. La Torre Miramar en Valencia, donde desde su mirador lo único que se ve es asfalto, el Bosque de Acero de Cuenca, un puente para Fórmula 1 de nuevo en Valencia, que se utilizó durante 15 días, el Centro de Creación de Artes de Alcorcón (CREA), además cómo cadáver arquitectónico de 66 m², y un larguísimo etcétera. Aunque no todo depende del creador de la pieza, también de gobiernos, políticos…
No queremos leer lo que significa un edificio, sino estar dentro y comprender para lo que ha sido creado en ese instante. Un edificio como hemos mencionado, tiene CUERPO, y ya sabemos que este cuerpo puede ser independiente del ALMA, e incluso en varios cuerpos; y esto, me atrevería a decir, que sólo pasa en la arquitectura. Puede contener diferentes ALMAS a lo largo de la historia, el edificio puede ser reutilizado. La intención no es reconstruir un hecho anecdótico, sino construir un hecho arquitectónico.
El problema reside muchas veces en, como me gusta denominarlo, el ARTE DEL REBAÑO, donde uno o varios (que creen que saben) se declaran poseedores de una nueva visión de la forma, y son ellos los que emite un juicio de valor. Es entonces cuando el rebaño, el pueblo, la plebe, es decir nosotros, emitimos nuestra “opinión” que, por supuesto, siempre va de la mano de estos “eruditos encantadores de serpientes”.
Comprendemos que no todo el mundo puede tener una visión crítico-arquitectónica como la nuestra, por lo que señores del mundo, déjense aconsejar a la hora de construir. Nosotros no vamos al médico y le debe escribir en la receta.