Rich McCor: trampantojo 2.0
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Todos somos conocedores del poder que posee el arte para remodelar y transmutar el espacio público: la estructuración del entorno y el espectáculo que ofrece la arquitectura; el diálogo entre objeto y receptor que se establece con la escultura; la llamada a la reflexión de las instalaciones al aire libre; o la reivindicación social en la que se apoyan técnicas como, por ejemplo, el graffiti. Cada una de estas disciplinas, independientes la una de la otra, pueden en ocasiones fusionarse para una mayor efectividad, pero una mentalidad aún más creativa es capaz de intervenir en ellas y utilizarlas como parte de su cometido artístico.
El culpable de dicha estratagema es el joven fotógrafo Rich McCor, quien interfiere de una manera plástica en sus instantáneas, es decir, dejando atrás las modernas aplicaciones y programas informáticos para recurrir al ancestral trampantojo, jugando con los elementos que la realidad le proporciona (normalmente famosos monumentos) y un trozo de cartulina recortado a modo de silueta.
El trampantojo, o en francés trompe-l’oeil, no es más que la producción de un efecto óptico a través de las artes con el objetivo de engañar a la vista, táctica que a pesar de conocerse desde la antigüedad, fue durante el renacimiento italiano cuando obtuvo su época de auge, siendo muy frecuente en la decoración interior de los palacios de las grandes familias adineradas que controlaban el gobierno y la economía de ciudades emblemáticas como Milán o Florencia, e igualmente empleado en los edificios religiosos para satisfacer la impresión de riqueza de sus ábsides o capillas, haciendo que las pinturas murales simularan una profundidad y un atavío arquitectónico inexistente, pero perceptible para el ojo humano a partir de la perspectiva y el dibujo realista.
El trampantojo no decayó en los siglos posteriores, aplicado también a la piedra de las fachadas, continuando con sus fechorías hasta nuestros días para hoy fortalecerse gracias a los avances tecnológicos.
El trompe-l’oeil de Rich McCor tiene el mismo basamento, aunque con un carácter mucho más inocente, pues el truco es bastante obvio. El británico no pretende traicionar nuestros sentidos con el fin de demostrar maestría alguna en sus manipulaciones, sino transportarnos a una escena cómica con la ayuda de la ironía.
El procedimiento es sencillo: escoger el lugar a fotografiar, y si este es fácilmente reconocible, mucho mejor, para luego modificar la estampa con su ingenio y un pequeño recortable sujetado con sus propios dedos a una distancia muy próxima al visor de la cámara.
Este modus operandi no es ningún descubrimiento, ni tampoco una novedad, ya que su recorrido dentro del mundo del arte contemporáneo se inició con el Air Collage difundido por el brasileño Lorenzo Castellini, pero la carga humorística de McCor no tiene parangón.
Aquí no hay cabida para las obras icónicas al óleo y los artistas del pasado. Su lugar lo ocupan el actual urbanismo y los hitos arquitectónicos y escultóricos de metrópolis como Londres (su localidad natal), Ámsterdam, París o Estocolmo; interceptados los anteriores con aquel trozo de papel recortado al gusto, quedando así ridiculizados mediante una imagen original.
Instagram es la plataforma que catapultó la genialidad de McCor al éxito a finales de 2015, red digital en la que se da a conocer como paperboyo. Lo que comenzó como un hobby terminó por convertirse en una profesión aplaudida por casi 200.000 seguidores, y la cifra va en aumento. ¿Quién querría perderse a La Sirenita de Copenhague posando ante su teléfono móvil conectado a un palo selfie?