Neptuno y la venganza de los Titanes
La extremidad arrancada tras la batalla
vuelve a lucir en Melenara
El dios del mar vuelve a recuperar su brazo, su tridente y su dignidad después de haber sido zarandeado por el fuerte oleaje hace ya casi siete años. Una grúa, varios operarios y un presupuesto de 23 184 euros han hecho posible que el célebre Neptuno de Melenara luzca nuevamente como una poderosa divinidad.
Hubo un tiempo en el que el caos dominaba el mundo, cuando los Titanes, representantes de las fuerzas de la naturaleza sin control, andaban a sus anchas, haciendo que la vida terrenal no pudiera dar sus frutos. Es por esto que Zeus y los demás Olímpicos libraron la batalla definitiva que puso orden al cosmos, llevando a los Titanes al fondo del Tártaro. Así, el planeta fue dividido en tres planos para su sometimiento. Obviamente, Zeus se quedó con el cielo. Para Hades dejó el inframundo, y a Poseidón (Neptuno para los antiguos romanos) le entregó la línea terrestre, lo que compendia tanto los océanos como el suelo, de ahí que también sea el responsable de los terremotos cual producto de su furia.
Diferenciado del resto de inmortales por su corona −rey del mar− y su tridente, el animal que suele acompañar a Poseidón como seña distintiva es el caballo. Y en forma de caballo fue la trampa mortal que los griegos construyeron contra los troyanos, simulando un homenaje a la divinidad marina que tanto apoyó a los helenos en aquella trifulca ya milenaria, o por lo menos, eso nos cuenta Hesíodo en la Ilíada.
Su cónyuge es la ninfa Anfítrite, pero como ocurre con el resto de dioses paganos, la prole fuera del matrimonio puede ser aún más numerosa que la engendrada con su propia esposa, aportando a la tradición mitológica tanto héroes de apariencia humana como seres híbridos, entre los que destacan el mítico Teseo o Polifemo, el cíclope al que Odiseo cegó en beneficio de su escapatoria, y como venganza por herir a su hijo, Poseidón le dio “el viajecito” en barco de vuelta a Ítaca.
Algo humillante fue también su duelo con Atenea por lograr el patrocinio de la ciudad-estado más importante de la hélade, Atenas, que como su nombre sugiere, terminó por ser otorgado a la fémina.
Y de humillaciones sigue la historia pues, qué paradójico, que quienes en su día fueron derrotados, los Titanes, han regresado al mundo contemporáneo para deslucir la imagen de Poseidón, quebrando su brazo a partir del fuerte viento que agita las olas y así arrebatarle su cetro de tres puntas con el que regía la Playa de Melenara.
El autor de esta escultura en bronce, Luis Arencibia, ha tenido que esperar siete años para contemplar cómo su Neptuno recupera el decoro y la soberbia necesaria de un dios que pretende atemorizar a sus fieles para no ser abandonado. En realidad, no es la primera vez que una divinidad se ve ultrajada en Gran Canaria por la fuerza titánica del mar pues, hace algunos años, el Roque conocido como “el Dedo de Dios” situado en las costas de Agaete, cayó al agua tras la embestida de una tempestad, quedando para siempre en el fondo del océano sin posibilidad alguna de reparación.
Por suerte para Arencibia y los vecinos de Telde, su particular Neptuno tuvo mayor fortuna, siendo soldada la extremidad dilapidada y habiendo aprendido una lección: por mucha deidad que seas o te creas, la madre tierra estará ahí para colocarte en tu lugar cuando ella lo vea necesario. Respétala y serás recompensado.