Darío Escobar y Octavio Zaya: “El juego del mercado del arte es muy complicado”

A ambos los conocí casi por casualidad. La galería tinerfeña Leyedecker y el espacio creativo PezGlobo organizaron el pasado 10 de enero un encuentro entre el artista contemporáneo internacional Darío Escobar (Guatemala) y el crítico de arte y curator grancanario de renombre internacional Octavio Zaya. Este evento surge a raíz de la exposición de Escobar La ironía de la Coincidencia, comisariada por Zaya en Leyendecker. A ninguno de los dos los conocía en ese momento, pero sus planteamientos y reflexiones me harían interesarme sobremanera en ellos.

Galería Leyendecker - Darío Escobar

Ángel Luis, gestor de la Galería Leyendecker, Darío escobar y Octavio Zaya en la inauguración de ‘La ironía de la coincidencia’. Foto: Galería Leyendecker.

El día después fue la inauguración de la exposición y allí mantuvimos una conversación a tres sobre sus inicios en este mundo, la importancia (o crueldad) del mercado del arte o la falta de público a las exposiciones y centros de arte. Dos puntos de vista, que son aparentemente tan distintos, son confrontados y entran en diálogo para intentar vislumbrar el fondo del asunto.

-Victor Jorge: ¿Cuándo tienen claro que pertenecen al mundo del arte?

-Darío Escobar: Existen muchas formas de concebir el mundo, y yo siempre lo pensé de una forma creativa, la creatividad estuvo muy cerca de mí. Siempre tuve ciertas habilidades para trasladar la información de un lado a otro, con dibujos, con formas, etc; y pienso que mi naturaleza es esa, es algo que siempre tuve claro.

Lo que adquirí con el paso del tiempo fue el conducto por el cual sacarlo: las arte visuales. Cuando me di cuenta que existía algo que se llamaba “arte” lo tomé. Y te digo una cosa, estoy seguro de que no voy a poder dejar de hacerlo.

-V.J: ¿De una manera innata dirías tú?

-D.E: Totalmente.

Darío Escobar y Octavio Zaya: "El juego del mercado del arte es muy complicado"

‘La ironía de la coincidencia’ se podrá visitar hasta el 11 de febrero. Foto: Victor Jorge.

-Octavio Zaya: Mi caso no fue el mismo. Me marché a Nueva York en el año 1978 siendo poeta y escritor, y empecé a escribir sobre arte, pero desde una perspectiva objetiva. Algunos artistas, que me habían leído en catálogos, se me acercaban y me pedían que escribiese sobre su obra.

Entonces me nombró Diario 16, Cambio 16, El paseante y Sur Express corresponsal cultural en Nueva York, y así vivía allí. Yo fui para cuatro años y me quedé 34; pero al tercero asumí que me quería quedar. Empecé a escribir mis crónicas para los distintos medios sobre unas galerías, o hacía entrevistas (como a Chomsky o a Tom Wolfes). Me fui enfocando cada vez más, aunque poco a poco, a la arquitectura y el arte, dándome cuenta que estaba más interesado en estos campos que en otros.

En 1990, que se abre el CAAM, vengo a la inauguración y me empiezo a dar cuenta de que, no solo en los centros, sino en la periferia también, hay una gran ausencia de África y Latinoamérica. Ahí me supe que yo tenía un papel que jugar: dejo atrás el periodismo (aun no siendo yo periodista) y empiezo a escribir exclusivamente para dar acceso a artistas africanos y latinoamericanos. Pero claro, yo no era nadie. A mí me leía un público limitado, tenía que hacer otra cosa.

Y da la casualidad de que desde el Museo Luigi Pecci me dicen que me estaban siguiendo por mis textos. Me pidieron, ya que yo tenía acceso a muchísimos artistas americanos, hacer una exposición, y yo le dije que no la haría de artistas sólo americanos. Entonces hago Altrove, en el Luigi Pecci, y luego la misma exposición vino al CAAM bajo el nombre Desplazamientos; y las obras estaban creadas por artistas africanos, latinoamericanos, europeos, etc. Ahí fue cuando me di cuenta de que lo que quería hacer el resto de mi vida era ser curator. Viré mi función y mis intereses.

Ya no me interesaba hacer crónicas o entrevistas, quería tener una actividad propia y, como no era artista, la manera era organizar esas exposiciones que no veía en ninguna parte (ni en NY, la capital del mundo cultural en esos años). Lo que tenía que hacer eran exposiciones con la gente que no tenía acceso a ese mundo.

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Octavio Zaya lleva casi 20 años organizando exposiciones en la Bienal de Johannesburgo (1995 y 1997), en el Museo Guggenheim de Nueva York (1997) o en el Museo Reina Sofía en la actualidad. Foto: ArteBA fundación.

-V.J: Pero claro, para llegar a ese punto tendrías que tener un interés siendo más joven.

-O.Z: Sí. Ya a los 16 años tenía una página en La Provincia de las Palmas que se llamaba “Subterráneo”. Cuando fui al periódico a proponerle al director un artículo se quedó tan fascinado que en vez de un artículo me dio una página semanal de cultura. Y tiempo después pasé El Día con Carlos Pinto. Teníamos una página que se llamaba “La liebre marceña”. Pero nos echaron del periódico porque hicimos un homenaje a Mao Tse-Tung y de ahí nos fuimos al Diario de Avisos. Y poco después me fui a Las Palmas y después a Estados Unidos.

-D.E: ¿Una época muy importante aquí verdad?

-O.Z: Muy importante, de gran efervescencia cultural.

-D.E: Sí, eso estoy leyendo ahora.

-V.J: En el encuentro de ayer surgió en mí una reflexión: Hay dos esferas que se solapan, por un lado el “mundo del arte” y por otro lado el “mercado del arte”.

O.Z: No. Yo diría que está primero el arte, después el mundo del arte y después el mercado del arte. Hay 3 esferas, no dos.

-D.E: Yo creo que hay dos. Una donde está el arte y el otro sería el mundo del arte. El mundo del arte no hace arte, es puro mercado.

-O.Z: Sí, estoy de acuerdo. El mercado forma parte del mundo del arte.

-D.E: De hecho, yo sigo apreciando las exposiciones de artistas emergentes, de los jóvenes. Estas que se hacen en bares y sótanos, lejos de todo el mercado que está alrededor. Son más auténticas y puedes ver mucho a través de esas.

Darío Escobar y Octavio Zaya: "El juego del mercado del arte es muy complicado"

“Sus objetos/esculturas no son sólo lo que aparentan, su externalidad. En todo caso, todas las obras de Escobar se diferencian del minimalismo porque lo que ves no es lo que ves”. Extracto del texto curatorial, de Octavio Zaya. Foto: Victor Jorge

-V.J: La impresión que me dio a mí es que son casi antagónicos el mercado del arte y el arte en sí.

-D.E: Ufff… (Suspiro)

-O.Z: En algún momento, o bajo alguna circunstancia, sí; pero no necesariamente. El arte necesita sustentarse y tú esperas que tu trabajo se pague. Del mismo modo hay muchos artistas muriéndose de hambre porque no han accedido al mercado. Por ejemplo, en NY hay como 400.000 artistas. ¿Cómo vas a alimentar a 400.000 artistas? Hay como 300 galerías y están las blue cheap, las que te venden, las que no te veden, a las que los pobres van de mes en mes para ver si pueden pagar el alquiler del piso o del estudio, etc.

El mundo del mercado no es como se pinta, no son exclusivamente las grandes casas donde se venden obras por millones. Estos son los coleccionistas que tienen obras para vender y aquellos que tienen la suerte de tener millones como para promover el arte. Pero esto no tiene nada que ver con la creación artística.

-D.E: Es algo que está paralelo y que vive en función de la misma. Una periodista me preguntó hace poco que si yo me había sentido condicionado a la hora de crear mi obra, y yo le decía que probablemente he tenido suerte, pero yo jamás. He trabajado con varias galerías y ha habido un respeto increíble en relación a esto. Solo recuerdo al principio un galerista costarricense que tuve, Jacobo, que fue el que vendió el Vaso. Me llamó y me dijo: “¡Ey! Tenemos que hacer más vasitos”. (Se ríe) Yo le dije que no tenía sentido la serialización de esa obra porque es una pieza única. Y le dije: “A ver, yo creo que has demostrado que te fue muy bien con estas piezas, perfecto. Tu estrategia no tiene que ser volver a venderles lo mismo a tus otros coleccionistas. Tu estrategia sería decir: bueno, ¡ahora vienen patinetas y ya hay lista de espera, cabrones!”. Y me dio la razón.

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El “Vaso” al que hace referencia Darío Escobar. ‘Sin título’ (1998), cartón, plástico, hoja de oro y pigmentos. Foto: darioescobar.com

Todo esto son temas de mercado y de estructura, pero sobre todo hay que pensar: Si no tuviera esto estaría peor. Yo empecé trabajando la mitad de mi tiempo de arquitecto y la otra mitad como artista. Por eso sé que me siento mucho más cómodo trabajando como artista.

-O.Z: Algunos artistas tienen que trabajar para poder sustentarse y esto les quita la imaginación porque están trabajando como cualquier otra persona. No tienen tiempo para estar pensando ni organizando nada. Al final el mundo del arte ayuda al arte a continuar. Antes lo hacía la iglesia, el estado, los mecenas, etc. Ahora lo hace el mercado porque estamos bajo un sistema capitalista que solo beneficia a aquellos que juegan al juego del mercado.

-D.E: Y es algo complicado.

-O.Z: Muy complicado.

-D.E: El formato del mecenas ha cambiado. Por ejemplo, Cruz Diez me habló sobre los mecenas, como el arquitecto Villanueva, que fue a visitarlo a su estudio en Maracaibo, y le dijo: “Mira, te compro estos 3 cuadros con la condición de que el dinero lo utilices para vivir un año y te hagas un viaje a Europa para que veas museos”. Eso es un mecenas. Lo que está pasando ahora es que no hay mecenas, hay inversionistas.

-O.Z: Te compran tres cuadros y no importa de qué, porque tienen tu marca. El artista es una marca.

-D.E: Y después lo va a ir a vender cuatro veces el precio que le costó. Hay que aprender a lidiar con eso también, y a veces como artista es bien difícil. Yo trato de no saber.

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‘Sin titulo’ (2001), madera, plástico, acero, estaño y plata. Foto: darioescobar.com

-V.J: Ayer pusiste el ejemplo, Octavio, de ARCOmadrid. Llegabas a la feria y cuando veías a un artista le decías: “¿Y tú qué haces aquí?”, refiriéndote a que el artista en ferias de este estilo no importa, lo que importa es vender. Y es verdad, porque muchísimos compradores son simples inversores.

-O.Z: Incluso aunque un artista tenga una buena galería, y con las mejores intenciones, cuando llegan a una feria ellos tienen claro que tienen que vender. Porque si no ni pueden seguir con sus artistas, el artista se le va a otra galería o no pueden pagar el alquiler de sus espacios. Ellos tienen una gran carga financiera en la promoción de un artista. ¿Si no existieran las galerías de qué viven?

Cada vez hay más artistas que están saliendo de las escuelas de arte para morirse de hambre porque la producción ahora es enorme. Pero luego también está el problema de la globalización. De repente se lanzan, de la noche a la mañana, 50 artistas chinos de primera línea, 12 de filipinas, 3 de Buenos Aires, 4 de otro sitio… Al final es una competencia que ellos mismos crean para beneficiarse de ciertos factores del mercado, un mercado puro y duro.

Al mismo tiempo tienes que reconocer que sin ese mercado el mundo del arte estaría ahora mismo pintando en cuevas.

-D.E: (Risas) Qué buena esa metáfora. Yo creo que el mercado del arte es parecido a los bienes raíces porque se fundamenta en la especulación, y es bien fuerte. ¿Cómo sabes el precio de algo?

O.Z: Excepto que el mercado de los bienes raíces está regulado y el del arte no.

D.E: Exacto.

V.J: Es como el mercado bursátil.

-O.Z: Como las acciones en Chicago, que se han empezado a comprar a dos años. Me explico: yo compro 5 millones de dólares en oro, pero en el mercado de futuro. Esto implica que va a madurar y yo lo compré en dos años. Si dentro de dos años hay una caída del oro, de repente me quedo con 2,5 millones.

Mira lo que le pasó a Eduardo Hochschild, un gran coleccionista del que yo hice una exposición hace dos años en Madrid. Este hombre era billonario (billionaire o “mil millonario”) y la colección que tiene de arte peruano es la más importante de todo el mundo. Él hizo fortuna con el cobre y el cemento. Tiene su oficina principal en la city de Londres y, de la noche a la mañana pasó del puesto 502 de las personas más ricas del mundo al puesto 2015.

La crisis financiera del 2007-2008 empieza con problemas inmobiliarios, y el cemento se le hundió, y grandes manifestaciones de indios peruanos para recuperar sus tierra robadas, donde estaban las minas de cobre, hundiéndose su otro pilar. Perdió, de un plumazo, miles de millones. Ahora es solo millonario.

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Estas piezas de Darío Escobar, son fragmentos de puertas de camiones de trasporte, tratadas y pintadas, que recorren las calles con motivos similares: Foto: Victor Jorge.

-V.J: Otra reflexión interesante que hacían ayer era la del público consumidor del arte y de la gran crisis de asistencia. Yo creo que la falta de público se debe a esa visión de “mundo del arte” que la gente tiene del arte.

-D.E: Como una parte elitista de la que no puedes formar parte.

-O.Z: Pero eso es un problema de los medios. Los medios de comunicación han fomentado las subastas por encima de las exposiciones de un artista. De las subastas te cuentan toda la historia, porque es muy sexy: quienes están allí, quienes van a comprar, etc. Mientras que de las aperturas de exposiciones no se habla tanto, se queda de cuarta. Pero se vende un Picasso a 80 millones y abre los telediarios.

Ellos han fomentado el carácter capitalista y financiero del arte, más capitalista que financiero. Después de todo, aunque esté involucrado el mundo financiero con el mundo del arte, a partir de la especulación de las obras, etc; de lo que se está hablando es de la información. A los medios no les parece sexy hablar de una exposición porque tienes que ser prácticamente un especialista para hablar de arte.

-V.J: Pero yo creo que el mundo del arte se sirve de eso. El mercado se sirve de los tiempos de los medios. El caso más reciente, el cuadro triturado de Banksy, por ejemplo, es una herramienta del mundo del arte para lanzar un mensaje.

-O.Z: No creo…

-D.E: En mundo del arte pasa lo mismo que decía mi abuela: la popularidad es la prima callejera del prestigio. Y creo que no hay que confundir arte con espectáculo. El arte va a estar ahí, siempre ha estado ahí. La literatura siempre ha estado ahí y, por ejemplo, un libro por ser best seller no se convierte en bueno.

-O.Z: Mira el problema desde esa perspectiva: Un cineasta genial, para mí el más genio del cine, Alfred Hitchcock. Él era muy popular, y no solo llenaba taquillas, sino que estaba considerado por todos los demás directores como un genio. Este hombre no recibió nunca ninguna estatuilla, cuando se las deberían de haber dado, porque era popular y esto lo consideraban en detrimento a una carrera más seria. Pero mira luego como se ha transformado el cine hasta tal punto que le dan ahora Oscars a cualquiera.

-D.E: Afortunadamente en nuestro medio, el creativo, hay algo que nunca falla: el tiempo. Siempre te pone en tu lugar (risas).

O.Z: Esa es la historia, tarde o temprano te quedas donde tienes que estar.

-V.J: Y ya para terminar. Si mañana ocurriese un holocausto nuclear y los llamaran a ustedes para meter en un bunker y salvar de la destrucción a 5 obras/artistas ¿cuáles o a quiénes salvarían?

-O.Z: Yo no podría contestar a esa pregunta.

-D.E: Yo lo que diría es que no tengo tiempo para tomar esa decisión. ¡Me voy de fiesta y lo termino bien!

-O.Z: (Risas) Exacto, nos vamos de fiesta que es el fin del mundo. Es que un poder de ese calibre recaiga en una sola persona me parece gratuito. Nadie debería de tener el poder de decidir quiénes se salvan o quiénes no.

-V.J: Es que sólo caben 5 en el búnker, Octavio.

-O.Z: Mira, si llegamos a un momento de ese calibre yo diría: “Que solamente se salven las mujeres”. Porque los que hemos conducido a la hecatombe nuclear hemos sido nosotros, los hombres, no las mujeres. Que se salven ellas que no tienen nada que ver con eso.

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