El saber no ocupa bytes

Hubo un tiempo, mejor para la mente (que no para el cuerpo) de todos, en el que el conocimiento era sinónimo de verdad, o por lo menos intentaba serlo. La filosofía moderna nos abrió un mundo nuevo donde el saber iba de la mano con la verdad, pero no en una cuestión de opinión, sino de realidad.

Esto, colegas míos, pasó a otro tiempo. RIP Descartes. Ahora es el tiempo en el que todo el mundo sabe de todo, o por lo menos eso se piensa.

Cualquier persona da su opinión de manera contundente y férrea, pensando que está en poder de la verdad, que realmente sabe lo que está diciendo. Somos loros 2.0, que repiten todo lo que escuchan en tertulias televisadas, matinales de radio (aunque ya pocos), y posts de Facebook y páginas que en esta plataforma publican. ¿Problema? Vamos allá.

En la era de la información, como se llama a nuestra neonata edad, cualquiera puede saber quién fue el primer presidente de la República Democrática Popular de Laos. Todo esto en cuestión de segundos. ¿Seréis capaz de recordar esa información, verdadera, media hora después? ¿Y qué tal días después? Si es así, habrás aprendido algo, conocimiento verdadero, real. Si no, serás un analfabeto 2.0, un loro con capacidad de almacenamiento finito que pavonea de la información que consigue retener, aun no sabiendo si es verdad o invención.

Otra de las cosas que se ha perdido es la de buscar la información en sitios fiables. Hace unos días, hablando con amigos dije textualmente: “Bueno, el otro día leí en facebook…”; para posteriormente decir: “…aunque ya lo miraré bien, porque…”. Sabéis a lo que me refiero, ¿verdad?

Y es que otro error es asumir cualquier información que nos llega a nuestros oídos como verdad absoluta, cuando nos gusta lo que oímos, claro. También viceversa, cuando la información nos hace sentir incómodos decimos: “Bueno, ya no saben lo que inventar…” o “¿Dónde has leído eso?” (Aunque esto último se dice más bien poco, porque implica una acción directa en comprobar en no más de en cinco minutos lo que se ha dicho).

No hay que ir más lejos que a esos whatsapps que, antes en mayor medida, es verdad, inundaban nuestro móvil. Nos advertían de que whatsapp iba a ser de pago, de que pasáramos en mensaje para que la compañía supiera que no queríamos que bla, bla, bla.

Esto pasa por no estar acostumbrados a buscar la verdad, a que nos la entreguen en bandeja de plata como si fuera una ofrenda. Siento ser un aguafiestas, queridos colegas, pero la verdad hay que buscarla activamente. Y puede que se resista tras titulares tramposos, conspiraciones de los grande medios de comunicación, o que esté tan delante de nosotros que ni se nos ocurra que pueda ser eso mismo (véase Navaja de Ockham); pero merece la pena. Y lo mejor es que, como decía el refrán popular, el saber no ocupa bytes.

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