Todos nos odiamos: Sueños de purpurina
Era la mejor de las épocas. Los sueños de purpurina. Algunas cosas están tan lejos a veces y el siguiente día las tienes en tus brazos. Tenía tan pocas expectativas de soñarlos y al final dormí en ellos. Era feliz. Lo más auténtico y veraz que se puede tener. Y tal como viene de imprevisto se va sin avisar. Desperté. Me despertaron. Faltaron tantas cosas y quedaron tantas ganas. Y lo peor en esta vida es quedarse con ganas. Duele tanto. Ojalá alguien me lo hubiera dicho. Ojalá supiéramos cuando nos van a echar o la fecha de caducidad de las cosas. La cagué, acerté también y al final acabé roto. Desperté de los sueños de purpurina. Vinieron como un accidente, sufrí para entrar y disfruté de ellos. No perdáis las putas oportunidades, porque la mayor parte de la vida vais a estar jodidos y si no fuera por estas cosas acabaríamos en el portal de nuestra casa blanca de dos pisos, con una frondosa barba y con una escopeta en la boca. Gracias, Hemingway.
No creo en el “para siempre”, pero sí en las cosas duraderas. Hay que cuidarlas, mimarlas y a veces ni eso es suficiente. La vida te puede bajar los pantalones y entrar por detrás, sin lubricante ni nada y sin avisar. Follando y golpeando, como dice un sabio ficticio. A veces, las cosas ni siquiera acaban por una razón lógica, puede ser una idea incrustada totalmente equivocada, un malentendido o circunstancias en las que no podemos influir. Pero aun así nos jodemos, sufrimos y echamos de menos todo por lo que invertimos nuestro tiempo. Lo echamos mucho de menos. Y nunca nos arrepentimos, porque fue feliz, fue bonito y fue perfecto en su imperfección. Así son los sueños de purpurina: divertidos, locos, incomprensibles y exactamente lo que queremos.
Seguimos soñando, una y otra vez, hasta que nos damos cuenta de que estamos despiertos desde hace tiempo. Hay que levantarse, intentarlo o rendirse, pero no divagar. Intentarlo con dignidad o rendirse con honor. Sabemos que no nos van a esperar toda la vida. Nada viene solo y el surco de la oportunidad de dormirse de nuevo cada vez se hace más estrecho. Retírate de la cueva o entra de lleno en ella. Puedes asfixiarte o puedes empezar a subir y ver la salida ¿Quieres ser el canario en la jaula o el jefe de la expedición? Tú eliges: o vuelves a los sueños de purpurina, lo intentas mejor, más fuerte y con más cabeza o te retiras de ellos. No mueras en el intento. No dejes que la lluvia de mierda que cae sobre nosotros constantemente te ahogue. Aprende a soportar el olor, los tropezones y el sabor o busca refugio. Es una metáfora asquerosa, pero también es acertada. La vida es así y cuanto antes lo aceptes y dejes de ser una jodida nena mejor. “La vida te matará… es duro, pero tiene sentido” decía el mismo sabio que cité antes. “No se trata de ganar o perder, si no de como juegas”.
Hay un párrafo al final de la maginifica obra de Scott Fitzgerald, El Gran Gatsby, que resume los sueños de purpurina a la perfección:
“Gatsby creía en la luz verde, el futuro orgiástico que año tras año retrocede ante nosotros. Se nos escapa ahora, pero no importa, mañana correremos más, alargaremos más los brazos y llegarán más lejos… Y una buena mañana… Así seguimos, golpeándonos, barcas contracorriente, devueltos sin cesar al pasado.“
Seguid remando.