Todos nos odiamos: Todos nos despedimos

Bienvenidos, comedores de hamburguesas de soja y adictas a los bronceados. Asiduos de las terrazas de Santa Cruz y participantes del programa Cámbiame. Todos nos odiamos llega a su fin. Me he cansado de odiar de la misma forma estos meses, así que es el momento de despedirnos. Siempre son duras, las despedidas, como las tetas de las famosas o los rabos. Nos cuesta mucho abandonar las cosas, sobre todo las que nos gustan de verdad, las que nos enamoran, las que nos la ponen tiesa.

Hemos hablado de muchas cosas en este rincón del odio. Desde la insania de esta nuestra bella y estúpida ciudad, silfos maricas, pasando por mujeres de bonitos ojos, sueños de purpurina, pelos de cebolla e incontables incongruencias humanas que tan de mal humor me ponen. Pero, sobre todo, de frases escritas por mi malhablada pluma. Nos seguiremos odiando, de eso no tengáis dudas. Es el momento de unas vacaciones, unas cuantas o muchas cervezas o sangrías, miradas furtivas en la playa y sexo sudoroso, de ese con el que bajas un par de kilos y te duelen los músculos del pubis.

Ya veremos qué sale del nuevo experimento. Seguiremos escribiendo, seguiremos maldiciendo y seguiremos dando por culo. En esta vida las cosas son así, o das o te penetran; varias veces, con arena.

Sigamos odiando con coherencia, criticando la mierda putrefacta que nos rodea, y así, algún día, de tanto detestar, cambiaremos algo. Nada de odio sin sentido; odio con acciones, odio consecuente. Pero tal vez el modo en que lo hacemos no siempre es el mejor. No me refiero a palabras malsonantes o dureza. Me refiero al mensaje. Cómo queremos imprimir nuestro pensamiento en la mente de otro. Esa es la gran pregunta. Y por eso se acaba Todos nos odiamos, por la necesidad imperiosa de buscar una solución a un mismo problema: querer criticar, captar y enseñar, a través de una mirada crítica, la degeneración, residuos fecales sociales y conformismo colectivo en el que estamos sumidos hasta los tobillos, así que más os vale poneros los pantalones de pescar para lo que está por venir. Sobre todo en un gobierno del Partido Popular, que de popular tiene poco. No os quedéis en un “les odio”, decídselo a la puta cara. Demostradles lo mucho que os tocan los cojones o los ovarios. Estamos en este periodo, en el que las palabras valen más que las metralletas. Venid conmigo a esta guerra fría de las palabras, cagaros en sus progenitoras y cambiemos el país. Bueno, y ahora es el momento de que todos los “peperos”, fachas y retrogrados me llamen comunista o que incluso me digan que estoy financiado por algún país non grato de este mundo (que ojalá me financiara algo más que el amor al arte). Así que en fin, tenemos que ser más autocríticos y menos complacientes, y dejar de ser un ladrillo en el muro, como ya dije una vez

Os sigo odiando, a todos, a vuestras absurdas modas. Y a vosotros, aquellos veganos que no podéis estar un segundo sin contárselo al mundo. Iros a la mierda, montados en una zanahoria. También sigo odiando, no poder odiarte, nada en absoluto. Las elecciones, la televisión, los vecinos que taladran todas las mañanas y las viejas que viven pegadas a una mirilla. La diarrea de la resaca, a los niños en la playa y en los aviones. Las cervezas malas, el día después y las mañanas de arrepentimiento. Todos nos odiamos, cabrones, y seguiremos haciéndolo por los siglos de los siglos. Amen, Mahoma, Jesucristo y Ronald McDonald.

Feliz Verano

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