Más Chita y menos Tarzán
Año 1985, Nueva York. El museo de arte contemporáneo MOMA acoge la exposición An Internacional Survey of Painting and Sculpture con un total de 169 artistas. Solo 13 eran mujeres. En el exterior un grupo de personas tapaban sus rostros con máscaras de simios. Ese grupo se autodenominada como Guerrilla Girls.
Ellas eran artistas, comisarias, historiadoras del arte; unidas por la misma frustración al contemplar, otra vez, como la mujer no tenía representación y reconocimiento dentro del museo. Sus caras eran las del dominio del hombre, el King Kong embrutecido que hace y deshace a su preferencia. Su provocación emulaba la de Marlen Dietrich en La Venus Rubia espantando a sus espectadores vestida de gorila en los años treinta. Y sus sonrisas eran escondidas del estereotipo femenino de la mujer siempre agradable, para a su vez ocultar al individuo y su ego, siendo un colectivo en lucha por un objetivo global. Adoptaron los nombres de ellas, como Eva Hesse, Lee Krasner o Frida Kahlo entre otras. Antiguas guerreras que ya cayeron pero merecían ser honradas.
En su anonimato se hicieron presentes, siendo esta forma visual de presentarse el principio de su discurso reivindicativo. El arte es ciego pero, en su desgracia, el lazarillo es el hombre. La invisibilidad de las mujeres en el arte, la falta de apoyo de las instituciones y la desigualdad de oportunidades en el ámbito cultural se convirtieron en los enemigos contra los que luchar para este grupo feminista.
Esta carta de presentación ante el MOMA solo fue el trueno que inició la tormenta. Los años venideros vinieron cargados de distintas protestas contra galeristas, críticos y coleccionistas, sin lugar a dudas responsables directos de la desigualdad de género en el mundo del arte. La demanda contra el sistema artístico machista se refleja públicamente gracias a carteles en las calles, guaguas y revistas, haciendo a la ciudadanía cómplice directa de las acciones. A su vez realizarían dos libros, distintas conferencias a nivel internacional y crearon premios ficticios para demandar el mercado del arte.
Tal es así que en el año 1989 colocaron frente al Metropolitan Museum de Nueva York uno de los carteles que ya forman parte de la Historia del Arte. Posaba en el mismo una de las mujeres más cosificadas del arte, la Gran Odalisca de Ingres. Pero ella también, consiente de su condición de objeto se revela con una máscara de gorila en su rostro. Le acompaña el texto ocuparía un lugar en los libros de historia: “¿Tienen las mujeres que estar desnudas para entrar en el Met. Museum? Menos del 5 % de los artistas en las secciones de arte moderno son mujeres, pero un 85 % de los desnudos son femeninos”.
Dicho mensaje se repetiría en otro cartel con gran carga de ironía, en el cual enumeraba las ventajas de ser una mujer artista. Entre las mismas destacaba el robo de ideas o tener la presión de trabajar para encontrar el éxito en tu profesión.
Cierto es que en un principio estas acciones solo trataban la misoginia en el mundo del arte y, por lo tanto, era una crítica a los problemas del primer mundo. No obstante, con el paso del tiempo, este colectivo ha extendido sus propuestas hacia un feminismo que trata problemas más populares como la discriminación racial, el derecho al aborto o la violencia contra la mujer.
Por este motivo nace una vertiente de este grupo denominada Guerrilla Girls W.I.T.C.H, que lucha por la igualdad de género más social, no solo centrándose en los problemas del mundo del arte. Su nombre, no solo tiene como significado la palabra bruja, sino que es un acrónimo de Women’s International Terrorist Conspiracy from Hell (Conspiración Terrorista Internacional de las Mujeres del Infierno). Sus hechizos eran el teatro, la acción directa y el discurso crítico.
Actualmente las Guerrilla Girls están en activo en distintos países del mundo con la misma lucha principal en relación con el arte. Se han encargado de hacer una red de activistas y artistas feministas internacionales fomentando la comunicación para crear proyectos comunes.
Algunos creerán que ya no es necesario seguir con dicha lucha ya que la realidad actual ha cambiado habiendo un sinfín de oportunidades. Otros pensaran que el feminismo es una moda innecesaria ya que este colectivo es conocido mundialmente logrando su objetivo. Juguemos con las cifras y porcentajes que tanto gustan a magnates y galeristas del arte.
En el año 2013 la Alhondiga de Bilbao hiciera una retrospectiva de este colectivo mientras que el Museo de Bellas Artes de Bilbao tuvo una programación 100% masculina ese año, y desde el 2002 ninguna exposición individual de artistas mujeres. De igual manera en el año 2015 Matadero de Madrid también realizó una exposición sobre Guerrilla Girls. Mientras tanto en ARCO 2017 solo hubo 5% de mujeres españolas exponiendo. Nosotras seguimos siendo invisibles en la cultura.
Es el momento de cambiar el sistema, deconstruir las mentes y educar a la sociedad. Coger el testigo que sembraron nuestras antecesoras para seguir cementando el camino por recorrer. Esto es la voz amordazada que ahora explota gritando tras la máscara de lo que un día fuimos.