Kostis Fokas, esto NO es porno

La producción de los artistas responde en muchas ocasiones a la filosofía del tiempo en que les ha tocado vivir. Este es el caso del fotógrafo Kostis Fokas. Su imaginería se ve limitada por una censura que te obliga a taparte los pezones o tus partes íntimas si quieres exhibirte. Pero para burlarla tenemos la audacia e inteligencia de este creador que atraviesa las obsoletas fronteras impuestas por la cultura reprobatoria de redes como Instagram. Aunque esta plataforma es un vehículo indudable de expresión y expansión artística,  nuestro protagonista no se siente como un artista nacido en Instagram, pero sí se considera “parte de los artistas de Internet”. Su nacimiento también se enclava en el contexto creativo actual, y el resurgir de la cultura zine underground en las redes sociales lo transporta finalmente al mainstream. De esta manera enriquece el panorama pop y su estallido íntimo es ahora conocido a escala global. En sus palabras: “Creo en la democratización del arte en Internet, la encuentro justa. Cada publicación para mi es importante, aunque estoy en ese punto que aún me sorprende cuando la gente responde de forma tan positiva a mi trabajo”.

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Este joven fotógrafo griego ocupa las páginas y titulares de i-D Magazine, Kaltblut, Ignant, Les Inrocks, Gay Times Magazine, Curated by Girls  y un interminable etc. Igualmente, accede generoso y entusiasmado a responderme unas preguntas para colaborar con The Cultural. Supongo que esa naturaleza abierta y enérgica es parte de las bazas de su éxito. Sus raíces las encontramos en Atenas, pero también está muy unido emocionalmente a Creta, una isla al sur de Grecia con muchas tradiciones. La historia y religiosidad de su cultura parecen ser el contrapunto que le obliga a darle la vuelta a todo lo que hace, cuestionando la ortodoxia. Sobre este paralelismo, nos dice: “Me siento inspirado por la Historia del Arte, leo sobre grandes artistas y movimientos, pero me gustaría mostrar mi visión personal, me dejo llevar por mi interior, por mis instintos, sin pensar mucho”. Su deseo de conseguir inspiración lo llevó a viajar, y es en Londres donde ha encontrado ese punto de conexión. Entre Atenas y Londres podremos encontrarle.

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En un primer vistazo se podría pensar que sus fotografías encajan dentro del homoerotismo, por poner un ejemplo, el habitual de la revista española Kink. De hecho, él mismo reconoce esta vertiente: “El arte queer es algo con lo que puedo encontrar conexión, hay un objetivo detrás de este movimiento y es una voz que necesita ser escuchada”. Aunque, en realidad, los senderos de Kostis nos llevan también en otras direcciones. Su obra ha sido descrita por los críticos más exigentes como dadaísta, surrealista,  fantasiosa, experimental, sexual, gráfica, manipulativa, metafísica y pop.  De estas corrientes, se siente más identificado con el surrealismo y el dadaísmo, pero nos advierte que “es demasiado pronto para poner etiquetas”. Sin embargo, todos estos adjetivos pueden definir sus imágenes. Existe también un factor común entre ellas y es la capacidad de seducir de forma inesperada, siempre sugiriendo, sin llegar a pronunciarse explícitamente. Kostis provoca sin hablar en voz alta, él prefiere el susurro. La antropológica relación de la cultura griega con la anatomía se reinventa con su expresión artística. Si ya en el siglo VI a.C. encontramos los kouroi, unas esculturas que representaban la excelente formación física de unos jóvenes, lo que podemos ver en los últimos posts de su Instagram no distan mucho de esta tradición. Sobre este punto, nos comenta: “El cuerpo humano es mi principal interés, lo uso a través de mis fantasías. Quiero dar el valor que merece al cuerpo, mi objetivo no es seducir eróticamente, sí es parte de mi trabajo, pero no es el objetivo prioritario”. Kostis parece seguir creyendo en los patrones de belleza del periodo clásico griego que exaltaba la perfección del cuerpo y del espíritu. Cada persona que retrata cobra una nueva identidad, casi siempre irreverente e informal, mientras enfatiza el lado corporal y físico. Muchas veces de forma retorcida, buscando el movimiento, a veces imposible, desafiando en ocasiones la gravedad. Les dota de una actitud interpretativa sobrada, y es que “el cuerpo puede ser muchas más cosas a parte de sexual”, tal y como él afirma.

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Si analizamos las estructuras binarias de su obra encontramos que transforma lo masculino en femenino, el interior en exterior, lo orgánico en artificial, lo individual en colectivo y lo doméstico en global. Las lecturas en sentido opuesto también son posibles. Lo esencial es conseguir la alteración de la norma. Presenta una y otra vez composiciones de carácter minimalista que provocan desafíos en nuestra mente, su modus operandi con el cuerpo humano aporta nuevos esquemas de identidad sin rostros y con posturas anodinas. Su cámara funciona como las manos de un escultor, moldea los músculos a su gusto, creando nuevas formas y dimensiones. Con cada  giro y quiebro nos hace sentir emociones inesperadas en las que no habíamos reparado. La transformación antropológica se convierte en su constante, y esa narrativa exótica lo sitúa entre los fotógrafos actuales en la vanguardia de la creación.

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El atrezo y materiales que usa son irresistiblemente pop. Podemos sentir los chillidos de color que salpican los cuerpos en forma de flores, juguetes, trozos de plástico, globos, pelucas, ropa de cama, espejos, o sillas; que ayudan a sus modelos a convertirse en acróbatas de circo o bailarines histriónicos. Es tan efectista que no desaprovecha ni las sombras, y saca el máximo partido a la luz. Los sujetos aparecen definidos con nuevos preceptos y la identidad se conforma con originalidad. Si para ello el modelo tiene que perder su rostro tras una planta, un ramo de flores, su propia rodilla o una almohada, Kostis no muestra el mínimo reparo. Él crea sus propios patrones de confección anatómica. Se acerca por todos estos matices de deconstrucción de la realidad, esquivando la ruta obvia del porno, al arte contemporáneo más conceptual.

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La constante relación artística entre tradición y modernidad tiene un nuevo capítulo  de estética y discurso sui géneris en la fotografía de Kostis Fokas. Sobre su postura, nos relata: “Encuentro la censura de Instagram un poco exagerada y molesta, he sido una víctima muchas veces, algo que en mi opinión, no tiene sentido”. Las páginas de este episodio se desarrollan en un contexto puritano en el que nuestro héroe es capaz de sonrojar y provocar de una manera resuelta sin llegar a ser presuntuoso con la animalidad de su iconografía como un ejercicio sensitivo. En tiempos de represión, necesitamos más estandartes de libertad que creen ensamblajes juguetones sin llegar a ser radicales u ofensivos, para poder cambiar los ritmos de percusión que escuchamos, casi de puntillas, sin hacer mucho ruido. “Verdaderamente, es un reto para los artistas ser capaces de encajar en esas reglas específicas. Espero que esto cambie pronto”, nos confirma.

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Kostis, con toda su orquesta anti-gravitatoria, penetra sigilosamente en el mundo visual al que nos han acostumbrado para reestructurarlo. Sigue despertando nuestra inconsciencia y déjanos caer en la tentación de tus fotografías clandestinas para abandonar este mundo tan uniforme, por favor.

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1 respuesta

  1. 12/04/2019

    […] Kostis Fokas. […]

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