La Isla
Como sabemos, el mundo poco a poco ha ido evolucionando, y como consecuencia la arquitectura. La sociedad ha sido, y será, uno de los motivos fundamentales por los que construir, proyectar y pensar. Y es por eso que debemos de comprender el medio arquitectónico que aumenta la intensidad social de un espacio público.
Nos trasladamos al punto de inflexión que se establece en la arquitectura, viviendo momentos difíciles en su proceso evolutivo, desde los eclecticismos de sus primeros años hasta el resurgimiento del movimiento tradicionalista, pasando por las influencias cubistas, expresionistas, funcionalistas y orgánicas. Se inicia uno de los movimientos más importantes que basa su arquitectura en la idea de la simplicidad y sencillez, en las líneas y los volúmenes; donde los elementos de la arquitectura son la luz, el hombre, el muro y el espacio. Estos necesitan un orden para jugar como elementos útiles y arbitrarios, apoyándonos en los elementos seriados de la industria.
Se establece durante la II República Española, el Comité Internacional para la Resolución de los Problemas de la Arquitectura Contemporánea (CIRPAC) y el Grupo de Arquitectos y Técnicos Españoles para el Progreso de la Arquitectura (GATEPAC). Este último movimiento agrupó a un conjunto bastante grande de arquitectos españoles de pensamiento higienista, donde el crecimiento de las ciudades devoraba las superficies verdes de las periferias, que aumentaban en igual medida el desorden de la higiene.
Poco después este grupo revolucionario español, GATEPAC, en su revista Actividad Contemporánea (Nº 7), publicaría bajo el título La necesidad de la vida al aire libre, un manifiesto que apoya el perfecto equilibrio físico; que se podría resumir en que había que cumplir con las necesidades de la vida moderna, anunciando a los mandatarios la obligación de crear estructuras y medios modernos y funcionales dedicados al reposo y a la vida al aire libre.
Hablamos por lo tanto de las condiciones indispensables para los seres vivos: sol, espacio y vegetación; fundamentales para el orden psicológico y fisiológico, que se puede reflejar en los proyectos como la “Ciudad de Reposo de Barcelona” o en “Las playas del Jarama” de los arquitectos que componían el GATEPAC, y que Luis Gutiérrez Soto recoge en su obra, como la piscina de La Isla o la ampliación de la Stella. Influyendo enormemente en la psicología y en el espíritu de los habitantes, donde para obtener el optimismo, y un equilibrio perfecto, las personas deben tener un contacto directo con el sol y el aire libre en compensación con el desgaste de las grandes ciudades. Estableciendo que las horas libres semanales de las personas deben utilizarse en lugares favorables perfectamente preparados como parques, bosques, playas, etc; beneficiando así la libertad de la acción colectiva.
Los arquitectos José Manuel Aizpúrua y Joaquín Labayén proyectan, para el Real Club Náutico de San Sebastián en 1928, un edificio emblemático racionalista que mantiene una relación formal bastante similar a la arquitectura de la piscina La Isla de Gutiérrez Soto en 1932, sin olvidarnos que estos se inspiraron en las referencias de Le Corbusier a los paquebotes.
El Real Club Náutico de SS será descrito como un edificio que ha nacido para esa generación del sol y del aire, con una racionalidad perfecta y las dimensiones justas de un trasatlántico. Las plantas están perfectamente articuladas, y en los alzados aparece la ventana horizontal sin más propósito que mostrar la bahía completa. Efectivamente los autores consiguen que sea una “casa del mar”, un edificio que “da la impresión de un barco atracado”.
Se establecen, por tanto, espacios como condensadores de actividades capaces de albergar a muchas personas, similares a los cruceros de hoy en día, donde se estructuran en una sección variable que permite la introducción de grandes programas como teatros, spas, comedores, atrios; que se condensan en la cubierta.
Gutiérrez Soto, introduce un “elemento industrializado” directamente en la ciudad, modificando la condición de este objeto, transformando la concepción de la ciudad y desestabilizando el paisaje urbano, introduciendo un barco en mitad de un río sin apenas caudal.
“En una reunión secreta los arquitectos o socorristas decidieron usar la piscina como vehículo para su huida hacia la libertad. Gracias al por entonces bien conocido método de la autopropulsión, podrían ir a cualquier parte del mundo donde hubiese agua. Era lógico que quisiera ir a América, en especial a New York. En cierto modo, la piscina era una manzana de Manhattan realizada en Moscú, que así alcanzaría su destino natural”, (Llegada de la piscina flotante. Delirio en New York. R. Koolhaas).
Nos remitimos para el desarrollo concreto de esta pieza arquitectónica La Isla, a la ideología de la II República española (1931-1939), teniendo una influencia concreta en el desarrollo moderno de la cultura, en la arquitectura y en el urbanismo. Pero verdaderamente fue una experiencia demasiado corta para que su evolución interior provocara cambios muy visibles en la realidad de la construcción arquitectónica.
Es entonces cuando Luis Gutiérrez Soto construye la piscina de La Isla, coincidente con la institucionalización de la República, con un fuerte desarrollo del campo del urbanismo y la arquitectura, con la creación del resto de elementos arquitectónicos y urbanísticos dedicados a la sociedad: la piscina el Lago, la playa de Madrid, la apertura de la Casa de Campo, el Plan General de Estrategia Territorial. La última fase coincide con del triunfo del Frente Popular, el inicio de la Guerra Civil, y la escasa realización arquitectónica y urbanística.
Entre el 1914 y el 1925 se realizaron los primeros trabajos de canalización del río Manzanares, que crearían algunas zonas para bañistas. Planos de las diferentes épocas nos enseñan la existencia de algunas islas, en concreto la situada cerca del Puente de Segovia, dota a Madrid con un barco varado en las aguas de su río, la piscina La Isla.
La Isla tenía tres piscinas, una cubierta y dos al aire libre. El agua se tomaba directamente del río. La piscina central cubierta podría ser utilizada en tiempos fríos con calefacción central. Este sistema quedaba bajo el nivel del agua, en la sala de máquinas, en la planta semisótano, donde también se encontraban los vestuarios del Club de Natación Canoe. Esta piscina quedaba cubierta mediante una estructura de hierro y vidrio, dejando un amplio lucernario que podría abrirse para ventilar el espacio.
El acceso al edificio se producía por dos puentes, que parecen remitir a las pasarelas de acceso de los barcos que se encuentran atracados en el puerto. Toda esta planta de acceso tenía iluminación directa hacia el exterior. Era en esta planta en la que se podían acceder a cualquiera de las piscinas. Además, la pieza de La Isla contaba con aseos, vestuarios, cafetería y cocina, que expulsaba el humo al exterior mediante una chimenea al más puro estilo de un barco de vapor.
Los elementos comunes para la articulación de un barco han sido fruto del estudio de estos: la pasarela de acceso, las ventanas de ojo de buey, elemento apropiado de un barco.
Nos situamos en un periodo donde la arquitectura se empieza a entender como el “arte del espacio”, donde los materiales se convierten en una expresión alternativa al lenguaje. Y los propios edificios van construyendo el paisaje, un escenario en este caso en la ciudad, que va transformándose poco a poco pero, sobre todo, es producto de las relaciones sociales. Este escenario concreto es pensado única y exclusivamente para el lugar donde se desarrolla la pieza.
Pero es por esto que La Isla causa admiración: al ser funcional, al ser expuesta por la técnica del momento, la cultura, los materiales, la posibilidad de crear nuevas formas sin olvidar que es una arquitectura que nace del medio ambiente que la rodea, no es una creación arquitectónica aislada. Es por ello que una obra de este calibre cumple con un fin social en la época en la que se realiza. Supo expresar la arquitectura del momento, como un “trozo de aire humanizado, como arte de organizar el espacio para una función, expresado en la forma y en el volumen, limitando el espacio de manera matemática y además con su realidad humana que configura las cosas del mundo en que vivimos”.